Una baldosa, tres militantes y mil memorias

La flamante Comisión de Baldosas por Memoria y Justicia de Barracas realizó su primer acto. Fue en homenaje a tres militantes de Vanguardia Comunista secuestrados en 1978: Martín Vázquez, Juan Thanhauser y Guillermo Moralli. Vivían en Vieytes 826. Por Luciana Rosende
 
Una baldosa, tres militantes y mil memorias

 Julián tiene 10 años. Es uno de los más chiquitos entre los presentes, además de un bebé que va y viene tambaleante. Julián nació más de dos décadas después de la recuperación democrática, pero por las historias familiares y su quinto grado en escuela pública fue conociendo qué pasó hasta entonces. Julián es el sobrino de Martín Vázquez, detenido y desaparecido el 18 de julio de 1978 en Barracas junto a Juan Manuel Thanhauser y Guillermo Moralli. En la puerta de la casa donde vivieron por última vez, en Vieytes 826, se colocó una baldosa en su honor. Fue la primera de la flamante comisión barraquense creada en el marco de la coordinadora Barrios por Memoria y Justicia. “Me parece un homenaje a mi tío Martín y a sus dos compañeros –dice Julián y se queda pensando-. Y a los otros 29.997 desaparecidos”.

Es sábado a la mañana y la ola polar cubre el primer acto de la Comisión por Memoria y Justicia de Barracas. En el boulevard de Vieytes y Suárez pega el sol. Pero en la vereda donde va la baldosa hay una sombra helada. Será por eso que los familiares, compañeros de militancia y vecinos que se acercaron se apretujan a su alrededor. “Con la baldosa anclamos su presencia en el barrio”, dice Cristina Romero al comenzar el acto. “Buscamos a compañeros que hayan sido detenidos en este período en el barrio y surgieron los nombres de estos militantes de Vanguardia Comunista: Juan, Willy y Martín. Buscamos datos, contactamos a la familia de los tres”, habla Jorge Insaurralde. Para dar con las historias y los parientes de los tres jóvenes desaparecidos, contaron –entre otros- con la ayuda de Pablo Llonto, abogado querellante en juicios a los represores y vecino del barrio. Después de narrar cómo se gestó la comisión barraquense, Cristina y Jorge ofrecen el micrófono a los demás. Y entonces se empieza a oír la memoria colectiva.
 
“Estuve con los tres en el Vesubio. Pasé muchos días con Martín en una cucha”, relata Jorge Watts, sobreviviente de ese centro clandestino y testigo del juicio en curso, el segundo por los crímenes de lesa humanidad cometidos allí. “Martín me hablaba de esta casa de Barracas. Me contaba los cuentos que escribía su padre. Y era un enamorado de María Elena Walsh”, se acuerda Watts, autor del libro Memorias del Infierno. “Estos compañeros nos legan el ejemplo antiimperialista. Eso es válido hoy que Argentina tiene un conflicto con los fondos buitre”, une pasado y presente Sergio Ortiz, quien militó en Vanguardia Comunista y es el secretario general del Partido de la Liberación, que sumó sus banderas al encuentro, definido por sus impulsores como “multisectorial y multipartidario”.
 
Las hermanas de los tres militantes desaparecidos también dan el presente. Cecilia Vázquez vive en Francia desde que se exilió en 1979 y aterrizó en Argentina el día anterior al acto. Ella fue secuestrada el mismo día que su hermano Martín, y estuvo desaparecida hasta septiembre de 1978. Los dos fueron llevados al Vesubio. “Fue el único momento en que lo pude ver. Unos minutos”, recuerda Cecilia, y cuenta que Martín tenía 19 años cuando lo detuvieron; había terminado el bachillerato y trabajaba en la fábrica Ylang. “Esta me parece una excelente iniciativa. Porque sino no hay registro de la gente que pasó por cada lugar en ese período”, concluye.
 
Silvia, hermana de Juan Thanhauser, coincide en que es “una iniciativa reparadora”. Tiene los ojos celestes y llorosos. Cuenta que ella también militaba, pero se abrió en 1975, cuando quedó embarazada. Y que en su familia el único que conoció el departamento 8 de Vieytes 826 fue su marido: “Vino cuando Juan no aparecía. Estaba todo desvalijado, como solían hacer”.
 
Alicia, hermana de Guillermo Moralli, nunca militó. Fue quien se ocupó de ayudar a otra hermana, que formaba parte de Montoneros, a salir del país luego de haber sido desaparecida y presa política. “Willy hacía muchas reuniones antes en casa con sus compañeros. Después que cayó mi hermana, se borró. Pero con mi vieja todas las semanas nos encontrábamos con él en distintos lados. Y lo último que sabíamos es que se iba mudando y que estaba por acá, en Barracas”, relata. “Cuando desapareció, en un primer momento pensamos que había podido escapar. Pero al poquito tiempo supimos lo que había pasado. A mi viejo que estaba enfermo tratamos de ocultárselo, pero cuando se enteró fue un poco lo que lo terminó…”, explica Alicia sin completar la frase.
 
Después del acto, cuando llega el momento de las fotos y los abrazos, Silvia Saladino se acerca con una libreta en la mano. La abre y saca un papelito gris, cubierto con un  nylon. “Martín era mi responsable. Un día me escribió esto y el papelito me acompañó en cinco mudanzas y 37 años”, cuenta. En letra imprenta mayúscula, se lee una frase de Julius Fucik, periodista y militante comunista checoslovaco, apresado y asesinado por el nazismo: “Con alegría viví y con alegría muero. Que nunca la tristeza sea unida a mi nombre”.