En busca de la playa perdida

 

El colectivo de artistas Oficina Proyectista instaló una muestra que lleva el agua del Riachuelo hasta la Fundación Proa, rescatando pasado y presente de Puerto Piojo, una playa casi olvidada detrás del polo de Dock Sud. Por Luciana Rosende

 

 En busca de la playa perdida

 

El Riachuelo salió de su cauce, cruzó la avenida Pedro de Mendoza, trepó dos pisos y se metió por la ventana de la Fundación Proa. Literal: envuelto en una larga cañería transparente, el agua del río recorre la confitería y circula entre las mesas, impulsado por una bomba instalada en la rivera. La propuesta forma parte de la muestra “Expediciones a Puerto Piojo”, ideada por el colectivo de artistas Oficina Proyectista.
 
A principios del año pasado, Proa abrió una convocatoria y concurso para presentar propuestas de intervención en el espacio del bar del segundo piso. “Empezamos a pensar qué hacer ahí y dijimos que estaría bueno desviar el Riachuelo hacia dentro, que no sólo se vea desde afuera. El caño es esa metáfora. Porque el Riachuelo no es sólo borde: nos atraviesa a todos. Tratamos de replicar esa idea”, explica Pablo Caracuel, uno de los cinco artistas e investigadores, con Carolina Andreetti, Juliana Ceci, Carlos Gradin y Sonia Neuburguer.
 
La instalación que traza un puente entre el río y el afuera llevó dos semanas de trabajo. Pero la exploración en torno a la muestra tomó un año. La meta era hallar el camino hacia un sitio que hasta entonces parecía mítico: Puerto Piojo. “Pensábamos que no existía más. Mucha gente de La Boca y Avellaneda, los más grandes, nos tiraban algunas pistas. Hasta que un viejo remero nos llevó”, relata Pablo. En auto, siguiendo los rastros del vecino, los exploradores llegaron a esa playa con pasado de paraíso, detrás del polo petroquímico de Dock Sud.
 
“No tenés idea lo que era Piojo. Una playa parejita, limpita, sin una gota de petróleo. Hacíamos picnic; había un ombú y ahí prendíamos el fuego del asado, íbamos entre seis o siete botes”, hace memoria Tato Pérez, de 76 años, con una foto en la mano. Es de los años sesenta, en blanco y negro, y muestra a uno de sus amigos tirándose en clavado desde un barco ballenero.
 
Tato es uno de los remeros que se acercó a la inauguración de la muestra, vestido para la ocasión: con la remera del Club de Regatas Almirante Brown, que aportó algunos de los objetos que se exhiben en Proa. Entre restos de un bote, remos, una bocina y un timón, hay una pintura de Alfredo Bertani inspirada en Puerto Piojo en los años cincuenta, hallazgo en las arcas de Mercado Libre.
 
“En 1976, con la dictadura, el acceso al lugar se cierra. Es una zona de Prefectura y estaba toda militarizada”, cuenta Sonia, una de las integrantes de Oficina Proyectista. Para acceder al sitio hay que pedir autorización y ya no se puede llegar por agua, como en tiempos de Tato. “Le decían Puerto Piojo porque era un cementerio de barcos y los linyeras iban a dormir ahí”, aporta el remero.
Además de rescatar el recuerdo de este lugar casi olvidado, los proyectistas invitan a tres actividades en el marco de la muestra: la presentación del archivo fílmico de Alfredo Rodríguez, remero y aficionado cineasta, con horas y horas de filmaciones del Riachuelo en los sesenta; una remada de exhibición y una visita desde Vuelta de Rocha hasta Puerto Piojo (inscripción y cupos limitados: oficinaproyectista@gmail.com). La muestra podrá visitarse hasta principios de junio, de martes a domingos en el bar de Proa, Vuelta de Rocha.
 
“Queríamos recuperar relatos y vivencias del río más allá del imaginario de los noventa, como río podrido. Antes había mucha vida y ahora poco a poco vuelve a haber. Queríamos recuperar esos otros imaginarios, no quedarnos sólo con el de María Julia”, dicen los integrantes de Oficina Proyectista, que por primera vez desembarcaron en La Boca.