Donde hubo fuego

En tres de los conventillos y edificios que se incendiaron en los últimos años en La Boca sólo hay abandono. Los proyectos están: nuevas viviendas, un jardín maternal y un centro cultural. La responsabilidad del Estado también: la ley de expropiación para que el banco de Suárez y Brown sea un jardín nunca se ejecutó. Mientras el IVC hace 5 años le paga a una empresa de seguridad privada para que nadie vuelva a vivir en el ex hogar de Irala y Olavarría. Por Roly Villani y Martina Noailles

Donde hubo fuego

 En La Boca hay vacíos que reclaman ser llenados de vida. Huecos de un barrio azotado por incendios, tan cotidianos como brutales. Terrenos que hoy son cenizas pero que, años atrás, supieron ser conventillos, viviendas. En muchos de ellos el fuego se llevó vidas. Todas pequeñas. Y en la mayoría, el lugar quedó suspendido en el tiempo. Como si las llamas estuvieran recién apagadas. Pero no. Públicos o privados, sus dueños prefirieron el frío del baldío en un barrio que necesita y propone soluciones urgentes. 

Uno de ellos es el edificio de la esquina de Suárez y Almirante Brown, conocido como el ex Banco de Italia y Río de la Plata. Esa mole, hoy sin techo, es la única sede de ese banco liquidado en 1985 que no fue adquirida por otra entidad financiera. Allí, el 9 de enero de 2009 los diarios no titularon “Otro incendio en La Boca”, como rutinariamente suelen hacer. El dato más escalofriante era que habían fallecido seis hermanitos de entre 1 y 13 años. En las cámaras de la tele y en las fotos del día siguiente se pudo ver al barrio movilizado, manifestando una vez más su solidaridad, dando apoyo a los sobrevivientes, convocando a las autoridades que siempre llegan tarde.
 
La muerte de los hermanitos provocó un sacudón político que derivó en la sanción de una ley que establecía la expropiación de ese edificio y la construcción de una Escuela Infantil, un jardín con jornada completa para niños de 0 a 3 años muy necesario en el barrio. A dos años de la tragedia, en su nota de tapa Sur Capitalino decía: “Si el Gobierno porteño cumple con la ley, la esquina de Brown y  Suárez pronto será un lugar repleto de vida”. Pero el Gobierno porteño no cumplió y el lugar sigue abandonado.
 
La dueña del predio que la Ciudad debía expropiar, es la misteriosa empresa “Doscientos Choclos SA”, que nunca se presentó ni a reclamar la titularidad ni a pagar la deuda que ese edificio tiene con el municipio. El proyecto, simplemente, no se ejecutó jamás. Siete años después, en las paredes resiste un mural que recuerda a David (13 años), Emmanuel (11); Ezequiel (9), Jesús (7); Belén (4) y Celeste (1 años). Pero desde el lado de adentro, sólo hay yuyos y basura.
 
La buena noticia es que a Celia y a Juan José, los padres de los niños, les está yendo mejor. Se volvieron a Entre Ríos, edificaron en un terreno de familiares y tienen tres hijos. Él tiene una camioneta con la que hace fletes. Se conocieron hace más de 15 años en Concordia y como Juan José andaba flojo con el trabajo de venta de ladrillos, en 2006 se vinieron a probar suerte a Buenos Aires. “Al principio nos las rebuscábamos, una hermana nos prestaba para pagar un alquiler –explica Celia a Sur Capitalino–, pero yo me enfermé, estuve internada, no podía trabajar y empezaron los problemas”. Los problemas terminaron con toda la familia viviendo en una casa improvisada con cartones y plásticos en un espacio que les dieron en el edificio abandonado por el banco. Después, la tragedia. Hoy, desde Entre Ríos, Celia dice que piensa todos los días lo lindo que sería compartir este buen momento con sus seis hijos que ya no la acompañan.
 
De hogares y lofts
Suena curioso. El edificio de Olavarría 986 pertenece al Instituto de la Vivienda de la Ciudad (IVC). El organismo que debe ejecutar políticas para el acceso a un techo de los sectores más postergados lo tiene vacío. Lo adquirió en 1999 para que allí funcione un hogar transitorio para familias que vivían en un conventillo que iba a ser recuperado. Pero lo transitorio se volvió eterno y allí se quedaron hasta julio de 2011 cuando el lugar se incendió. Desde entonces el edificio está deshabitado.
 
En un barrio donde el techo es la urgencia de la mayoría de las familias, el Gobierno porteño no sólo no lo recuperó sino que prefirió gastar fondos públicos para pagarle a una empresa de seguridad privada para mantenerlo vacío; para que asegure que no se convierta en vivienda de nadie.
 
En el edificio en el que murió bajo el fuego un nene de un año no hay ni señales de obras ni refacciones. Pero su fachada habla: como una lengua negra, el hollín aún perdura sobre las aberturas; y en la pared que da a la calle Irala el aerosol resiste el paso del tiempo con un reclamo que no pierde vigencia: “Basta de incendios”.
 
En el ex hogar del IVC la puerta está tapiada y las ventanas clausuradas. Un vecino dice que el único movimiento que se observa son los cambios de los guardias, que vigilan el lugar las 24 horas y rotan cada 8. “Pero donde sí hay movimiento es en Molina Ciudad, andá a darte una vuelta manzana”, sugiere. Efectivamente, a cien metros de ahí, se despliega todo el lujo de la ex Fábrica de Alpargatas, un fideicomiso donde Mauricio Macri invirtió 19 de sus millones. Ese edifico reciclado, que hoy ofrece 351 lofts con pileta bajo la gestión de la inmobiliaria Achaval Cornejo, es parte del proyecto que al PRO sí le interesa para el barrio. “Esa es la explicación de porqué no se abre este hogar para pobres –explica el vecino que pide por favor el anonimato-: el barrio se está poblando de gente de mucha guita que no nos quiere como vecinos”. 
 
Destierros
En el triángulo de Melo, Salvadores y Vespucio había un conventillo de dos plantas donde vivían unas 20 familias. El 13 de octubre de 2013 los vecinos amanecieron antes. El olor a quemado rápidamente se convirtió en fuego; y el conventillo, en chapas negras y derrumbadas en menos de una hora.  Adentro quedaron Víctor y Héctor, dos hermanitos de 10 y 11 años a quienes conocía todo el barrio. Dos años y medio después, el terreno sigue baldío. Jorge y Estela, los papás de Pitu y Pola, no volvieron a tener un techo bajo el cual vivir junto a sus dos hijas que sobrevivieron al incendio. Incendio que la Justicia acaba de determinar como intencional.   
 
“Después de lo que pasó nos quedamos sin casa. No teníamos a dónde ir. Pasamos un tiempo en Laferrere pero extrañábamos. Con el magro subsidio habitacional deambulamos por pensiones y hoteles pero yo siempre volvía a esta esquina. Los recuerdos, buenos o malos, están ahí”, dice Jorge junto al santuario que improvisó para sus hijos sobre las cenizas de su vivienda. Y le pone nombre a la realidad que vive cada familia de La Boca luego de los incendios: destierro, expulsión, desarraigo. “El objetivo es desgastar, que la gente no vuelva, no reclame, se separe de su familia, se haga nómade”, reflexiona .
 
Cansados de deambular y con la mirada puesta en su esquina, Jorge y Estela decidieron volver. A metros de la foto de Víctor y Héctor, contra una pared que quedó en pie, levantaron un nuevo ranchito. Y allí están.
 
Sin subsidio, viviendo de changas y cartoneo, la familia Herrera no sólo sueña con una casa. “No quiero que este lugar siga en estado de abandono. Quiero recuperarlo, hacer un santuario grande y lindo, y crear un centro cultural. No un comedor para calmar el hambre ahora, sino un espacio para el futuro de los pibes. Porque eso les gustaba a Héctor y a Víctor: juntarse con sus amigos, dibujar, tocar la guitarra, hacer poesía. Y porque el Gobierno en lugar de abrir, cierra los centros de esparcimiento y cultura, y el barrio los necesita”.
 
La esquina de Melo y Vespucio alguna vez tuvo dueño. Pero ni el propietario ni el Estado volvieron tras el incendio. Quizás por la experiencia de otros incendios en el barrio, o porque sabe que el terreno está muy cerca de Caminito, Jorge elucubra una explicación: “Dejan pasar el tiempo. Los abandonan para después hacer con estas tierras negocios inmobiliarios”.
 
Viviendas, un jardín maternal y un centro cultural. En cualquier caso, beneficios que arraigarían a los trabajadores que la política oficial quiere expulsar. Vida y futuro sobre tanta ceniza y tanta muerte.