Balas rápidas, Justicia lenta

Pocos episodios policiales tienen tantos testigos como la persecución fatal y la represión posterior que irrumpieron en las calles de La Boca la noche del 22 de marzo. Pero a un mes de la muerte de Claudia Ovejero, aún no se sabe quién es el asesino. Un expediente partido en dos y una escena mal resguardada, en una causa que involucra a distintas fuerzas. Por Luciana Rosende

Balas rápidas, Justicia lenta

 Los videos y audios urgentes tomados con teléfonos celulares llegaron a las pantallas de tele y portales de noticias y pusieron el hecho en el blanco de todas las miradas durante un día. Cuando el interés mediático menguó, en el barrio quedó la indignación. Con una escena mal resguardada a nivel probatorio, la Justicia casi no avanzó en las primeras semanas posteriores a la persecución policial que causó la muerte de una mujer y fue seguida por la represión a los vecinos que salieron a protestar. Una causa dividida en dos siembra dudas sobre cómo y cuánto se está investigando el rol de las fuerzas de seguridad que avanzaron a los tiros por las calles de La Boca.

La noche del 22 de marzo, pasadas las diez, móviles de la Policía Bonaerense que perseguían a un Fiat 500 donde viajaban presuntos delincuentes irrumpieron en el barrio a toda velocidad. Y a los tiros. Dos mujeres charlaban y tomaban mate en la puerta de su casa, en Ministro Brin al 1300. Ahí las encontró la balacera que abrió la persecución policial, sin importar el contexto. Varios disparos impactaron en la puerta y en las paredes del conventillo, y otros en sus cuerpos. Una de ellas, Claudia Ovejero, falleció. La otra, Susana Bordón, quedó herida. La bronca vecinal se encendió de inmediato, con gritos y pedradas para reclamar a los policías que dejaran de tirar. Pero entonces llegaron los refuerzos de la flamante Policía de la Ciudad, listos para reprimir.

La investigación judicial está partida en dos, pese a que organismos como el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) habían advertido que “lo ocurrido debe ser investigado de manera integral”. El Juzgado de Menores número 6 tiene a su cargo la primera parte, con dos jóvenes menores de edad imputados por los hechos que dieron lugar a la persecución policial y los disparos. Es ése Juzgado el que debe buscar a los responsables de la muerte de Ovejero y las heridas de Bordón. La segunda parte quedó a cargo del Juzgado de Instrucción 41, con intervención de la fiscal de La Boca, Susana Calleja, quien ante la hipótesis de un accionar represivo derivó la causa a la Procuraduría de Violencia Institucional (PROCUVIN), según confirmaron a Sur Capitalino fuentes judiciales. Allí se comenzaron a reunir los testimonios de los testigos, imprescindibles para determinar de dónde vinieron las balas que mataron a Claudia e hirieron a Susana. 
 
“Nos preocupa que hayan dividido la causa y que no se esté investigando el accionar de las fuerzas. Las investigaciones vienen muy lentas y no se conservó adecuadamente la escena”, advirtió Nahuel Berguier, representante de la mujer herida. El abogado celebró que se le hubiera dado intervención a la Procuvin, pero cuestionó que más de una semana después de presentarse como querellante aún no le habían dado acceso al expediente.
 
En el barrio los vecinos usan distintos términos para remitir a lo que vieron. “Caos”. “Batalla campal”. “Balacera”. Pero todas las descripciones pintan la misma escena: personal de distintas fuerzas policiales disparando a mansalva durante la persecución primero y para reprimir después. 
 
María, Kike y David estuvieron entre los muchos testigos. María estaba terminando de cenar cuando el tiroteo llegó bajo su ventana, en la esquina de Lamadrid y Necochea. Sus chicos se escondieron detrás de un mueble y ella subió al altillo para observar sin levantar la persiana. “Veo que vienen desde Necochea los policías, bajan de los patrulleros y empiezan a disparar. Eran una banda: 7, 8 ó más. Camionetas de la Bonaerense no vi. Sí a los autos que decían Policía de la Ciudad”, relató. Y continuó: “Disparaban de una fuerza que usa camisas blancas, se apoyaban en un tacho de basura y disparaban para el lado de la pared, después para arriba, después empezaron a sacar escopetas largas, calculo que son las de goma”.
 
Kike vive sobre Ministro Brin. Ante el tumulto, salió a la vereda. “Vi pasar un auto perseguido por una camioneta y un patrullero. En la esquina lo chocaron y empezó el tiroteo. Enseguida, desde Brin, del lado de Olavarría veo vecinos gritando. Ahí me entero que había dos mujeres en el piso y le gritaban a la policía que dejaran de tirar”, contó. “Fue un descontrol. Empezaron a llegar más patrulleros y se armó una batalla campal. A un compañero le pegaron como 15 perdigones de goma en la pierna (‘como un colador’, describió María). Logramos que la policía se repliegue una cuadra y ahí prendimos fuego unos tachos para que no vuelvan”. Agregó que en la madrugada vio a efectivos con uniforme de la Policía Metropolitana realizando peritajes, que luego continuó Gendarmería.
Antes de las balas, David había salido a pasear al perro. Andaba por la placita de Brin y Olavarría cuando advirtió la persecución. “Había policías bonaerenses con camionetas, pasaban volando junto a autos de brigada blindados. Trataban de arrinconar al Fiat que venían persiguiendo”, dijo. No vio el momento en que los disparos impactaron en las dos vecinas. Sí vio que “en Lamadrid y Brin se bajaron tipo de civil con metralletas y disparaban a las personas que estaban en la escalera donde está la Covilpi”. 
 
“La gente empezó a tirar piedras a cualquier patrullero que pasaba, en pos de decirle a la policía que parara con los disparos. A esa hora está lleno de chicos”, cuestionó. En todos los relatos, las dos partes del episodio se unen y se mezclan. Las distintas fuerzas, las distintas balas. Los primeros tiros, la represión que vino después. En la Justicia, sin embargo, la historia está fragmentada. Con el riesgo de que al partirla se pierda de vista el papel que cumplieron las fuerzas de seguridad.