Más fuego, menos agua

 En el incendio del 6 de septiembre, en Lamadrid 645, los bomberos se encontraron sin bocas de agua y terminaron uniendo mangueras para traerla desde varias cuadras de distancia. No es una excepción. Decenas de bocas del barrio están tapadas con nuevas veredas, no funcionan o no tienen presión suficiente. Por Martina Noailles

Más fuego, menos agua

 El humo espeso y negro se veía desde otros barrios. Mientras los medios calificaban al incendio como “voraz” y “dantesco”, el fuego consumía en pocos minutos otro conventillo de La Boca. A la precariedad de la chapa y la madera, se sumaba, una vez más, la falta de salidas de donde tomar agua. Los cuatro camiones de bomberos que llegaron a Lamadrid 645 pocos minutos antes de las 12 del mediodía, volvieron a encontrarse con la enorme dificultad de tener que unir mangueras y más mangueras para traer agua desde tres o cuatro cuadras de distancia. Según testimonios de vecinos y bomberos, la boca hidrante que existía en la vereda que está frente al conventillo desapareció bajo las nuevas baldosas. Uno de los bomberos que dio esta información también confesó que hace tres meses el Gobierno porteño le pidió al cuartel de Bomberos de la Policía Federal que realizara un relevamiento de las bocas hidrantes del barrio. Y que aún no lo hicieron. 

 
Esta vez, el resultado del incendio fue seis familias sin techo. No hubo heridos ni muertos. El horario escolar ayudó. No se engrosó la lista de 15 niños que perdieron la vida bajo el fuego en los últimos 7 años. Pero en un barrio con 400 conventillos, la falta de control -responsabilidad de Aysa y del Gobierno de la Ciudad- es más peligroso que jugar con fuego.
 
En enero de 2016, tras un incendio que destruyó dos conventillos linderos en Brin y Suárez, Sur Capitalino recorrió junto con dos experimentados bomberos la zona de Plaza Solís y varias cuadras de la calle Necochea, y comprobó que muchas de las bocas hidrantes estaban rotas, tapadas por cemento o baldosas, o no tenían la potencia necesaria. En las cuatro veredas que rodean la Plaza Solís, por ejemplo, las tapas que llevan la letra H ya no estaban. Habían quedado debajo de las capas de cemento y baldosas que se colocaron como parte de las obras de “puesta en valor”. No es la excepción: en las cuadras de Necochea al 1200 y 1300 deberían funcionar tres bocas hidrantes. Sin embargo, la de Necochea 1221 fue hecha a nuevo tras las obras en esa calle pero quedó chica, por lo que la columna de los bomberos no puede encajarse y tomar agua como corresponde. La del 1323, no tiene potencia y el agua queda en el agujero en un breve charquito. Los bomberos explican que lo ideal es que mientras atacan el fuego de un incendio con los mil litros que trae un autobomba –esto ocurre en 5 minutos-, dos mangueras más deberían estar llenando otro camión igual. Sin potencia de agua, sin bocas en funcionamiento, es casi imposible que esto suceda en La Boca.
 
Luego de la denuncia periodística, el Grupo de Vivienda y Hábitat de La Boca llevó su preocupación –y el relevamiento de Sur Capitalino- a la Defensoría del Pueblo de la Ciudad. Allí se abrieron actuaciones bajo el número 1913/16. Pero nada sucedió.
 
Dueños y negocios
“Qué suerte que se quemó todo así se van de una vez”, dijo parada en el medio del patio la mujer que acompañaba a quien se presentó como el dueño del lugar y que es el hijo de Jorge Alberto García Sale, un abogado de más de 80 años que es propietario de decenas de conventillos de La Boca, muchos de ellos adquiridos a muy bajo precio en remates. Actualmente, según la base datos del Poder Judicial de la Nación, García Sale tiene abiertos en la Justicia Civil más de 50 juicios de desalojos contra familias que lo habitan. Sus negocios inmobiliarios los realiza a través de la inmobiliaria El Sheik, ubicada en Venezuela 1619 de esta Ciudad. Quienes le alquilan piezas –la mayoría de manera informal y como mínimo a 2 mil pesos por mes- se quejan porque los conventillos propiedad de García Sale se encuentran en pésimo estado y ante los reclamos de los inquilinos el dueño no realiza mejoras. El caso de Lamadrid 645 no es la excepción.
 
La noche del incendio, García Sale hijo se hizo presente en el conventillo. Luego de los dichos de la mujer que lo acompañaba, el hombre debió irse custodiado por policías. Esta cronista se acercó a ellos. “Vos trabajás para los negros”, la increpó la mujer. “¿Me conocés?”, preguntó él. “Sí, usted es el dueño de medio La Boca”. “No, de tres cuartos”, sonrió.
 
Las seis familias que perdieron su techo bajo el fuego acampan con lo puesto en el patio del lugar. A las donaciones de vecinos y organizaciones, que paliaron con ropa y comida los primeros días sin vivienda, piden sumar ladrillos huecos. Una vez más, hay que volver a empezar.