A reurbanizar

En la villa 21/24 cientos de vecinos y organizaciones comunitarias se reúnen una vez por mes para trabajar en un plan que integre el barrio a la trama urbana y mejore la calidad de vida de sus 55 mil habitantes. La Mesa por la Urbanización Participativa nació hace menos de dos años y ya presentó un proyecto en la Legislatura.

A reurbanizar

 

Por Luciana Rosende
Las grandes tormentas, como las de las últimas semanas, sacan a flote la necesidad urgente de urbanizar. Literalmente: las napas desbordan y los desechos emergen, convirtiendo los pasillos en sucios arroyos, cubriendo el suelo de las casas de agua negra y olorosa. Poniendo en riesgo de contraer enfermedades a niños y adultos que habitan la Villa 21-24, en Barracas.
 
Las lluvias de diciembre impulsaron a los vecinos a volver a reclamar ante la Jefatura de Gobierno porteño. Cortaron el tránsito sobre Avenida de Mayo para exigir servicios de agua corriente y cloacas. Los grandes medios hicieron eco de la noticia, pero sólo para anunciar que circular por la zona era un caos.
 
“Está mal llamado ‘urbanización’. Es una reurbanización o integración urbana, como plantean los curas villeros. La idea no es parecerse a los otros barrios sino que cada zona aporte lo suyo. Que no sea, como dicen los medios, refugio o aguantadero de delincuentes traficantes”, advierte Marcelo Bagnati, antropólogo y miembro del Instituto de Relaciones Ecuménicas, una de las entidades que integra la Mesa por la Urbanización Participativa del barrio.
 
Vecinos y organizaciones que conforman la Mesa presentaron en septiembre un proyecto de urbanización en la Legislatura porteña. Tomaron como modelo lo hecho por la Villa 31, que cuenta con una ley ya aprobada, aunque nunca implementada. “La diferencia con la 31 es que en nuestro caso se trata de una iniciativa de los vecinos, no hay una ley. La mesa está formada por organizaciones del barrio, el Bachillerato Popular, el Instituto de Relaciones Ecuménicas, el Frente Darío Santillán, y muchos otros. Hay como 60 organizaciones”, cuenta Bagnati, con 17 años de trabajo en la villa.
 
El arquitecto Javier Fernández Castro, quien llevó adelante el proyecto de urbanización para la Villa 31, colaboró también con los vecinos de Barracas. “La villa tiene algunas cosas en común con la 31, pero otras diferentes como la contaminación que provoca el Riachuelo, y no hay tantos espacios libres como para reubicar. Y si no se avanza con algún proceso de urbanización, la villa sigue creciendo”, alerta. De hecho, la población aumentó mucho en el último lustro. Una de las alternativas para relocalizar viviendas ante la necesidad de abrir calles es utilizar terrenos de zonas fabriles al norte, sur y del otro lado del río, en Avellaneda. “Es un espacio vacante, pero se tendrían que poner de acuerdo dos jurisdicciones”, se preocupa Bagnati. Utilizar estos terrenos permitiría una relocalización cercana de algunos vecinos, conservando el ámbito de pertenencia y mejorando la infraestructura existente en la mayor parte de los casos.
 
En tanto, la falta de presencia estatal, el hacinamiento y la precariedad ponen en riesgo a las más de 55 mil personas que habitan estas 60 hectáreas de Barracas. Semanas atrás, la Cámara de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo y Tributario ordenó al gobierno de la Ciudad proteger a los vecinos del peligro eléctrico, a partir de una demanda iniciada por la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ) y la Defensoría General de la Ciudad. “No existe ningún servicio que pueda considerarse satisfecho con niveles mínimos de calidad o dignidad. En algunos casos –agua, cloacas- los propios vecinos elaboran ‘soluciones’ informales que atenúan las deficiencias, pero ello resulta imposible en otros casos –acceso seguro a servicio eléctrico e higiene urbana y recolección de residuos-  y allí las condiciones y riesgos para la salud y la calidad de vida son extremos”, advierte Luciana Bercovich, de ACIJ.
 
A la espera de que las autoridades nacionales y porteñas tomen cartas en el asunto, los vecinos buscan intensificar su organización. “Nos empezamos a plantear qué era urbanizar. Armamos un video de diez minutos para contarle al vecino de qué se trata. Es muy difícil enganchar a la gente. La mayor parte de los integrantes de la Mesa viene de otra organización. El que se acerca lo hace con dudas porque hubo planes que terminaron en fracaso. A la gente le cuesta creer”, comenta Hugo Sanabria, estudiante del Bachillerato Popular, nacido y criado en la Villa 21-24. Pese a las dificultades, se acercó a la Mesa por la Urbanización y empezó a trabajar para convocar a más y más vecinos. El tema comienza a estar cada día más presente. Como las aguas sucias que inundan los pasillos cada vez que llueve.