“Ni una bala más ni un pibe menos”

Con esa consigna y bronca en las gargantas, vecinos, maestros y militantes sociales organizaron una caravana por la niñez. La muerte de Cinthia Ayala de 8 años en medio de un tiroteo en villa 21 es una nueva demostración del abandono y la violencia a la que están expuestos los pibes del cordón sur de la Ciudad. Por Lucrecia Raimondi

“Ni una bala más ni un pibe menos”

En Barracas dos plazas llevan el nombre de niños muertos. En Zavaleta, Plaza Kevin. En Montesquieu y California, los vecinos construyeron Plaza Cinthia durante el verano y la pintaron de violeta, el color preferido de Cinthia Ayala. Ella cumplía 9 años el 15 de marzo a no ser por la violencia cotidiana que afecta, sobre todo, a los niños y jóvenes que tienen menos oportunidades en los barrios vulnerables. Una noche de esas que nadie se aguanta estar dentro, el pasado 28 de diciembre -día de los inocentes-, una pelea entre vecinos terminó a los tiros y le quitó la vida a Cinthia. Una bala perdida le dio en el estómago. Su muerte tuvo nula difusión en los medios masivos. El asesino se encuentra en libertad, camina tranquilo por Zavaleta y amenaza a la familia. La impunidad continúa y aplasta. Por eso, una vez más, los vecinos, docentes y organizaciones sociales debieron movilizarse para exigir “ni una bala más ni un pibe menos”. Los maestros, que la contuvieron y vieron crecer en la Escuela Nº 11 DE 5, organizaron una Caravana por la niñez y cubrieron las calles de la 21 con mil grullas en su homenaje. La columna empezó en la Casa de la Cultura y terminó frente a la primaria, donde pintaron un colorido mural. “Ilustra a una niña volando sobre una grulla como deseo de larga vida y felicidad plena para nuestros chicos”, expresó una de sus maestras.

En la primera parada de la caravana Martina, la mama de Cinthia, tomó la palabra y frente al dolor de la pérdida, exclamó: “Yo no quiero que a nadie le pase lo que le pasó a mi nena”. María Casilda, tía de Cinthia, confesó que viven con miedo: “Me crucé con el tipo donde vivo, en Pavimento Alegre, Zavaleta. Me amenazó de muerte porque lo denunciamos e hicimos un corte en Vélez Sarsfield”.
Los maestros y familiares de Cinthia la recuerdan cariñosa, que se llevaba bien con todos. “Era una niña tímida que recién en agosto del año pasado se animó a levantar la mano y dar su opinión. Cada vez jugaba más en el patio y se atrevía a hacer travesuras con sus amigos”, describe Joaquín, su maestro de primer grado. Lucy cuenta que Cinthia y su hija Fabiola fueron compañeras y a fin del año pasado se sacaron unas fotos abrazadas y sonrientes. “Cada vez que Fabiola ve la foto se pone muy triste y me pregunta ¿por qué el tiro no le pegó a un árbol?”. Según transmiten los maestros, los compañeros de Cinthia no hablan del tema. “La violencia en la niñez está naturalizada por ser cotidiana. Por más dolor y tristeza que sienten, los chicos expresan desapego porque conviven con ella”, explica Joaquín. Y, decidido, afirma: “No podemos permitir que nos arrebaten más pibes”.
 
La Escuela Primaria Nº11 inició sus clases con una silla vacía en 4ºD. “Nos ocurre seguido que los pibes de nuestras escuelas no vienen más por estas causas y decidimos tomar como eje central de los Proyecto Escuela los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes”, difunde Martina, otra maestra. De este modo, en cada una de las aulas de Barracas, los docentes trabajarán para no silenciar ni reproducir la violencia sobre la niñez.
 
Sueños arrebatados
 
De agosto de 2014 a febrero de 2015, en tan sólo seis meses, ocho pibes fueron víctimas del gatillo fácil, la violencia narco y el abandono estatal al sur de la Ciudad de Buenos Aires: Juan Pablo, Lucas y Maximiliano (Bajo Flores), Gonzalo (La Boca), Cinthia (Barracas), Gastón (Rodrigo Bueno), Jonathan y Brian (Lugano). Les arrebataron sus sueños, como a muchos chicos que mueren y por villeros no salen en las noticias.
Esto habla de la sistemática violación de derechos a nuestros niños y jóvenes en los barrios donde los conflictos se resuelven a punta de pistola y el Estado mete a las fuerzas de seguridad para aislarlos, pero no se hace presente con políticas que les permita combatir la violencia y acceder a un presente con oportunidades de futuro.
 
La Boca resiste y propone 
 
Cansados del abandono del que son víctimas los habitantes de La Boca, vecinos, trabajadores y organizaciones sociales, culturales y políticas del barrio comenzaron a reunirse. Así fue que bajo la consigna “La Boca resiste y propone. Basta de pibes y pibas muertos en el barrio. Por un presente con inclusión, para un futuro digno”, el 4 de diciembre de 2014 salieron a la calle para exigir al Gobierno porteño que termine con su política de exclusión y expulsión de quienes pueblan un barrio donde desalojos, incendios, pibes muertos en forma violenta, cierre de programas sociales, falta de espacios de recreación y deportivos, son ya moneda corriente.
Además de la movilización, en los últimos meses encontraron en los murales otra forma de expresarse, resistiéndose a “esa expresión estética que intenta imponer el Distrito de las Artes” y proponiendo una “que represente los intereses de los sectores populares”.
 
Los murales que gritarán desde las paredes de La Boca son siete y toman como ejes el petitorio que surgió de aquella marcha. Ya pintaron tres: en Brandsen y Garibaldi, a metros del Club Boca, Freddy Filete Fernández y los Fileteadores del Conurbano plantearon el reclamo por espacios deportivos para adolescentes y el rechazo a la construcción de un estadio shopping en los terrenos de Casa Amarilla. En el segundo mural el artista Lucas Quinto pintó el reclamo por el derecho a una vivienda digna, por el fin de desalojos e incendios productos de la especulación inmobiliaria. El paredón elegido fue el de Brin y Pedro de Mendoza, detrás del cual se levanta la Cooperativa de Vivienda Los Pibes. El tercero fue obra de Omar Gasparini y está en California y Pedro de Mendoza, a metros de donde apuñalaron a Gonzalo Reynoso, de sólo 16 años, en octubre pasado.