Corazón negro

Una gran cantidad de afrodescendientes habita los barrios del sur porteño. Como un puente que abraza el sueño de una sociedad con mayor equidad, la agrupación Xangó realiza diferentes actividades para fomentar y fortalecer el respeto de los derechos humanos de su comunidad. Por Facundo Baños

Corazón negro

Carlos Álvarez mira por la ventana y el Parque Lezama parece una maqueta, ahí nomás, al alcance de su mano. Vive en un departamento sencillo pero esa vista y la claridad de la mañana son bienes de lujo para él. La mesa es un festín de módulos y apuntes: está por acabar la carrera de Sociología en la Universidad de San Martín. Es, también, un tenaz defensor de la diversidad: entiende que el mundo será mejor cuanto más formas y colores tenga. Su agrupación, Xangó, es un espacio de encuentro para la comunidad afrodescendiente de la ciudad. Un refugio de libertad e intercambio cultural que promueve la vida comunitaria y abraza la idea de que todos somos iguales en nuestra desigualdad.

Xangó es un dios mitológico que gobierna las energías del fuego. La Justicia es uno de sus atributos y se cree que castiga a los ladrones y a los mentirosos. Sus brasas dormidas se avivan en las palmas que golpean los parches. Su calor ancestral se trepa a los vestidos llenándolos de colores.

Pero estas mujeres de colores y estos hombres de tambores no responden con violencia. Conocen de memoria el calvario de sus antepasados y padecen las penas de hoy, sin embargo se congregan, celebran y convidan sus maneras de ver, sus bailes y cantos. Sin olvidar sus raíces. Sin gambetear el perfume de su tierra. En un pasaje de la charla Carlos se pregunta por qué los afrodescendientes ocupan siempre los sectores más empobrecidos de la sociedad. Él mismo ensaya la respuesta: “Venimos arrastrando las consecuencias del colonialismo, de la trata esclavista, y no existe aún un modelo que nos permita generar niveles de equidad. Por eso tenemos un desafío muy grande por delante”.

La defensa de la diversidad va a contrapelo del discurso reinante. Las personas y los pueblos que no se ajustan a la norma son a menudo despreciados. Asistimos al parto de un mañana gris, de un mundo monocromático. Xangó recoge el guante y se apresta a resistir. Carlos explica que intentan llamar a la reflexión sobre ciertas prácticas enquistadas en la psiquis social. Pone un ejemplo claro: el uso erróneo de la palabra “quilombo”. Un término que originariamente aludía a la comunidad autónoma que formaban los esclavos cuando se liberaban de sus amos y se auto organizaban. Eran espacios de libertad cultural. A la hora de hablar de racismo y prácticas discriminatorias, no duda en endilgar responsabilidad a los medios de comunicación masiva. “Mezclan creencias y religiones con secuestros, narcotráfico y violación de niños, y esos discursos son estigmatizadores. Por eso si hablamos del rol de los comunicadores la ignorancia ya no puede ser una excusa”.

Xangó forma ámbitos de trabajo y reflexión en distintas universidades y, de esa forma, genera un contacto directo con los hombres y mujeres que mañana ocuparán espacios en los medios. Carlos rescata a las universidades que se han creado en esta década como alternativas válidas a la UBA. Entiende que descomprimen la hegemonía del saber académico e incorporan otra mirada: “Tenemos que romper con esa idea de que somos todos blanquitos y bajados de barcos europeos. Hay, aún, bastiones de ideología racista y eurocentrista que es necesario combatir”. La academia, dice, tiene la mala costumbre de hablar en nombre de otros. “Nosotros estamos medio cansados de que se nos interprete. Hay que abrir bien los ojos para ver qué fines persigue cada una de esas interpretaciones”.

Esta agrupación produjo también materiales pedagógicos para que cada docente pueda aplicar en su escuela. Saben bien cuáles son los casilleros que no deben dejar de ocupar en esta batalla sin cuarteles contra la discriminación y el racismo. Tienen claro, también, que son parte de una causa todavía mayor: “Debemos transversalizar las luchas, porque uno no puede ser defensor de los Derechos Humanos y al mismo tiempo machista u homofóbico. Hay que construir conceptos como el de ‘minoría’, que suelen ser ambiguos y engañosos: visto al revés, somos todos componentes de una gran mayoría desplazada”.

El hostigamiento a los senegaleses

Xangó acompaña codo a codo la lucha organizada de sus hermanos senegaleses, que son presa de una suerte de cacería que viene desatando la Policía Metropolitana del PRO. Explica Carlos que no es otra cosa que la práctica concreta de una persecución racista a cargo del gobierno de la Ciudad: “Llevan mucho tiempo hostigándolos en la calle, mientras trabajan, pero en cierto momento comenzaron a entrar a sus hogares y eso fue una alarma muy clara para nosotros. Entran con una orden judicial y les roban celulares, computadoras, dinero en efectivo. Por eso nos organizamos y pusimos el cuerpo en la calle”.

Muchos senegaleses tienen tecnicaturas relacionadas a la electrónica, otros optan por las relaciones internacionales. La mayoría habla tres lenguas. “No es un lumpen proletariado que llega para quitarnos el trabajo a los argentinos, como muchos se empeñan en pensar. Es gente formada que recurre a la venta ambulante como un espacio rápido de supervivencia, producto del racismo y la falta de oportunidades”.