Viviendas populares de Barracas: historia de un presente

La Junta de Estudios Históricos del barrio organizó un recorrido por los complejos construidos un siglo atrás. Las memorias colectivas hablan de proyectos fallidos y negociados, pero también de luchas obreras y de la actual resistencia por preservar su identidad. Por Fabiana Montenegro

 Viviendas populares de Barracas: historia de un presente

Hojeo la ciudad como fragmentos de una enciclopedia gigantesca, dice Ítalo Calvino. La ciudad como un palimpsesto de capas estratificadas, huellas históricas que se solapan y acumulan con el presente. La mirada recorre las calles como páginas escritas de un libro. Pero cómo es verdaderamente la ciudad bajo esta apretada envoltura de signos, qué contiene o esconde, qué calla Eso es lo que intentaremos descubrir en este recorrido a pie de casi veinticinco cuadras, que organiza la Junta de Estudios Históricos de Barracas, a partir de las voces de sus habitantes.

Salimos de California 1925, donde se encuentra el Archivo Histórico “Enrique H. Puccia”, guiados por Graciela Puccia, la hija del historiador -y actual presidenta de la Junta-,  y otros colaboradores. Apenas avanzamos un poco por la avenida, nos topamos con el emblemático edificio que fue la Compañía General de Fósforos y, luego, Fabril Financiera, que supo ser la imprenta más grande del país y un ícono de la resistencia obrera, y hoy se transformó en el complejo Central Park.
 
Camino al barrio Monseñor Espinoza, por avenida Iriarte, se puede ver el Sportivo Barracas, Los laureles –uno de los bares notables del barrio- y el Circuito Cultural Barracas. El boulevard, que fue el lugar donde los antiguos habitantes, inmigrantes en su gran mayoría, salían a vender los productos de sus huertas, se va angostando y doblamos por Perdriel.
 
Al llegar al barrio, situado en su esquina con California, nos recibe Cacho, un histórico vecino y autor del libro “Barrio querido” donde relata la historia desde su inauguración, allá por 1923. En sus inicios contaba con 64 casas, una despensa y un patio donde los chicos jugaban. Si bien la fachada mantiene el estilo original, se han ido realizando algunas reformas y en el transcurso del tiempo ha perdido parte de los terrenos como los que, en la actualidad, ocupa la editorial Perfil.
 
En el trayecto, Lucas Yáñez, estudiante de Historia y colaborador de la Junta, nos cuenta otros aspectos para entender mejor cuál fue el origen del barrio Espinoza. En 1919 habían ocurrido los hechos conocidos como la Semana Trágica, que conmocionaron al país. El conflicto se originó con una huelga prolongada en la fábrica metalúrgica Talleres Vasena, en reclamo de mejores condiciones laborales; y se fue radicalizando debido a la falta de respuestas de la patronal y por el accionar violento de rompehuelgas. Finalmente, se desató una represión abierta por grupos parapoliciales amparados por el gobierno de Hipólito Yrigoyen, la policía y el Ejército.
 
“Hacía poco tiempo había estallado la Revolución Rusa, y el gobierno y los sectores conservadores que habían perdido las elecciones temieron de que se estuviera gestando una revolución bolchevique en el país -explica Lucas-. A raíz de esto, una de las respuestas que encuentra la Iglesia junto con sectores del empresariado es realizar una colecta. Con ese dinero, Monseñor De Andrea mandó a construir la “Casa de la empleada” en la calle Sarmiento y otros complejos habitacionales. Sostenían que para descomprimir el conflicto había que entregar viviendas a los obreros, potenciales rebeldes, para que de esta manera tuvieran algo para defender y se ‘aburguesaran’. Por otro lado, estaban quienes buscaban otras alternativas, como los socialistas, que construyeron otro complejo en el barrio de Barracas: El Hogar obrero, en Martín García al 400, con prácticas diametralmente opuestas”.
 
Un proyecto trunco
La fisonomía actual del barrio va delineando la importancia de Barracas dentro del esquema ferroviario de la época para que se construya un barrio como Colonia Sola. En 1865 se inaugura la Estación Constitución, que formaba parte del Ferrocarril sur, y tenía como objetivo llegar a la ciudad de Ensenada, donde se construiría un puerto. De esta manera, el enclave ferroviario en Barracas cobraría una dimensión importante. Pero finalmente, la opción que toman las autoridades es construir lo que ahora se conoce como Puerto Madero. “Si se hubiera construido el Puerto de Ensenada -reflexiona Lucas- quizás tendríamos que estar hablando de una nueva localización del centro político, económico y financiero de la ciudad. Según algunos historiadores, Barracas podría haber sido esa zona central. De allí que, aunque el proyecto no se concretó, la vida ferroviaria está muy presente en la idiosincrasia del barrio”.
 
¿Desidia o negocio?
El segundo complejo que visitamos fue el Barrio Ferroviario Colonia Sola. Situado en avenida Australia, esquina Perdriel, se empezó a construir en el año 1890 para alojar a los obreros de los talleres Sola. El complejo, apuntalado por unos parantes de madera, fue declarado de valor patrimonial. Pero, según contaron los vecinos, el Gobierno no resguarda su conservación y esta falta de gestión, en el fondo, obedece a otros intereses. Frente a esta desidia se alzan comisiones de vecinos u organizaciones como Proteger Barracas, movilizados por el interés de preservar el patrimonio arquitectónico y evitar la destrucción de una parte de la historia barraquense.
 
“Uno de los motivos por los cuales nosotros queremos hacer estas visitas -comenta Graciela- no es solamente para contar la historia (para eso está el archivo, los libros de mi padre) sino para que sean disparadores para entender el presente”.
 
La historia de Barracas parece no tener fin, desborda en cada cuadra, en cada esquina, en cada casa: el loquero, los conventillos, la huelga de inquilinos… Barracas, como diría Calvino, es “una ciudad que quien la ha visto una vez, no puede olvidarla más”.