Ellos están

Días atrás, vecinos de Mataderos, Liniers y Villa Luro que conforman la Comisión por la Memoria, la Verdad y la Justicia organizaron un encuentro para recordar a los desaparecidos y asesinados de la zona.
Ellos están

Quiero compartir con ustedes estas imágenes de la jornada. Fue en la Plaza de Isidora, en Caaguazú y Larrazábal, del barrio de Mataderos.

En estos días un ejército de improvisados pintores de brocha gorda tomaron la plaza para cumplir con su tarea de pintar, una vez más, la memoria en ese muro.

Los 71 desaparecidos y asesinados de Mataderos, Liniers y Villa Luro que la Comisión por la Memoria, la Verdad y la Justicia pudo relevar hasta hoy están ahí.

Madres, hijos, amigos, compañeros de esos desaparecidos, desfilaban adelante del mural
cumpliendo con los varios pasos del ritual que fue inventado para la ocasión.

El primero: treparse a una escalera para ubicar el lugar donde vivió o trabajó su ser querido y dejar la huella de su paso con un gran punto de color en el mapa del barrio.

Hubiera querido compartir la foto que me perdí, no una, sino varias veces. Cuando aquel que estaba trepado a la escalera no podía encontrar en el mapa el lugar requerido varios brazos en alto señalaban: -ahí, ahí, no, más acá, no, ahí, sí.

Éramos muchos los testigos mudos de la escena que parecía querer quebrar el hechizo de la desaparición y todos reaccionaban ansiosos para colaborar con el encuentro... y me
tapaban la foto.

Después del punto (que no era final) unas ventanitas blancas esperaban los nombres, los apodos de los desaparecidos; habían sido pensadas para eso, pero las ganas de familiares y amigos pudieron más y dejaron sus mensajes: "hasta la victoria", "negrito, villero y
montonero, te llevo conmigo", "tío, te queremos".

Madres con hijos sosteniendo el mismo marcador, familias en fila que escribían una letra cada uno.

-¿Podemos poner a mi hermana y a mi cuñado juntos?- preguntó alguien.

"Santiago y Norma", "Silvana y Ricardo" compartieron el espacio desafiando los prolijos preparativos que habían dispuesto 71 ventanitas blancas.

Pude tomar esa foto de los Arias (a pesar de saberme invadiendo la intimidad familiar) cuidadosamente dispuestos alrededor de la ventana que decía "Carlitos Arias" y con mucho cuidado de no taparlo.

Tomé muchas fotos más, elegí estas, y me acordé de esa idea de los indios de que las fotos se roban el alma.

Me parece que me traje varios pedacitos de alma en estas imágenes, pero no me preocupa, porque estas madres, estos hijos, estos compañeros parecen dejar el alma en cada lucha, en cada homenaje desde hace ya muchos años.

Por Eugenia Otero