Osiris de los trabajadores

 
Desde hace cuatro meses, el último molino porteño está tomado por sus treinta empleados, organizados en cooperativa para no perder su fuente laboral. Sospechan de una maniobra especulativa por su ubicación estratégica en Parque Patricios, a una cuadra de las futuras oficinas de la Jefatura de la Ciudad. Por Carla Perelló

 

Osiris de los trabajadores

“Rafael Cicilino y María Lisanti, den la cara, dejaron 30 familias en la calle”. La denuncia está estampada en una bandera que cruza de lado a lado el portón bordó de la entrada al Molino Osiris, ubicado en Parque Patricios, área fabril de la zona sur porteña. Para conservar la fuente de trabajo, la Unión Obrera Molinera (Uoma) y una treintena de trabajadores toman pacíficamente la fábrica desde hace cuatro meses. Mientras esperan finalizar la instancia de conciliación obligatoria –a la que la empresa se presentó sólo una vez– adelantaron que denunciarán a los dueños e iniciaron los trámites para transformarla en una cooperativa de trabajo. “Suponemos que tiene que ver con la especulación inmobiliaria que generó el traslado de la Jefatura de Gobierno. ¿Quién quiere un Molino acá?”, apuntó ante Sur Capitalino Luis Pérez, uno de los delegados.

 
En ese punto de la Ciudad se cruzan dos variables que movieron el amperímetro de los valores de la tierra: la creación del “distrito tecnológico” y el traslado del Ejecutivo porteño junto a varios ministerios. Los empleados de Osiris cuentan que varias empresas de transporte se fueron y el barrio empezó a cambiar la cara. Allí, las condiciones del molino son casi excepcionales: ocupa media manzana y tiene salida por Iguazú y por Chutro, a una cuadra de las nuevas oficinas municipales.
 
El molino por el momento está parado, las instalaciones sucias y no tienen luz por una deuda de la firma con Edesur. “Esto brilla cuando está en funcionamiento”, cuenta José durante una recorrida. Para sumar al fondo de huelga todos los mediodías arman una parrilla y venden sánguches a precios populares. También, convocan a festivales junto con organizaciones militantes y se ponen al tanto de cómo funcionará la Cooperativa 31 de Octubre, que ya está inscripta.
 
Según indicó Pablo Brex, abogado de Uoma, los dueños de la firma en los últimos cinco años presentaron reiteradamente la solicitud de quiebra sin obtener respuesta, durante dos años pagaron sueldos atrasados y no realizaron los aportes a las cargas sociales. Sin embargo, “habían aumentado la producción”, aseveró Pérez. Así y todo, el 11 de septiembre les negaron el ingreso y el 31 de octubre recibieron telegrama de despido. Cuatro días después, los trabajadores comenzaron la toma.
 
“Es la única manera de garantizar la fuente laboral y el cobro del cien por ciento de la indemnización”, los defendió Brex, ya que con la excusa de la supuesta quiebra pretenden pagar sólo el 50 por ciento. Tampoco faltaron las amenazas de una patota que –según la denuncia de los trabajadores– les ordenó desalojar.
 
“Nosotros nos sentimos totalmente abandonados”, sostuvo Ramón Escalante, otro de los delegados de Uoma. “No queremos tirar todos los años de trabajo a la basura”, dice Daniel, que ya cuenta con 16 años en ese lugar. Todos tienen como mínimo diez años de antigüedad y la fábrica en sí misma es historia y emblema: tiene casi cien años y es el último molino porteño. Allí, producen harina y varios de sus derivados, como sémola y un subproducto que sirve para alimento balanceado para mascotas.
 
Sin perder la esperanza, Luis da por sentado que van a cumplir sus objetivos: “Vamos a funcionar mucho mejor. Cuando tenés un patrón quizá trabajás sin ganas. Ahora esto va a ser algo que nosotros mismos vamos a conseguir”.