“Mika quiere decir basta”

Tras el femicidio de Micaela Gaona en la Villa 21-24, mujeres del barrio conformaron la Cooperativa Mika, un emprendimiento de peluquería, manicuría y maquillaje que es a la vez lugar de encuentro y salida laboral. Lidia, mamá de la joven asesinada, también es parte de la iniciativa. Por Luciana Rosende

 

“Mika quiere decir basta”

“Ponés una peluquería, a la mujer le gusta. Y la peluquera es como el segundo psicólogo. Si nosotras nos estamos capacitando en violencia de género y montamos eso, entramos en confianza con mujeres y les podemos recomendar herramientas. Es lo mejor que podemos haber pensado”. Así de orgullosa está Vanesa Roberto del proyecto que integra. Es la Cooperativa Mika, en la Villa 21-24, nacida del dolor y la lucha por justicia tras el femicidio de Micaela Gaona, asesinada por su pareja el 23 de julio pasado.

“Mika quiere decir basta. Ya no otra más. No somos indefensas, acá tenemos otra mirada”, define Norma Ramírez, presidenta de la Cooperativa y vecina de la 21-24 desde siempre. El femicidio de Micaela movilizó al barrio, sobre todo a las mujeres, que comenzaron a reunirse para acompañar a Lidia Gaona, mamá de la joven asesinada. Así surgió un taller sobre violencia de género que funciona todos los lunes en la Casa de la Cultura de la villa. Fue en uno de esos encuentros, de los que participan muchas madres solas y sin trabajo, donde una de ellas lanzó “¿y si hacemos algo?”. La pregunta fue el disparador del emprendimiento de maquillaje, manicuría y peluquería que ya está en marcha, en su etapa de capacitación.

“Hablamos con Gaby (Gabriela Carpineti), parte del grupo y abogada de la mamá de Micaela. Ella nos escucha. Lo presentamos en el Ministerio de Desarrollo Social y fue aceptado. Ahora tienen que aprobar la matrícula. Son seis meses de capacitación y el año que viene, peluquería. Ya estamos en plena tarea de maquillaje: artístico y social. ¡Es hermoso!”, se entusiasma Norma, madre de tres hijas y abuela de cinco nietos.

Florencia Orlando es la maquilladora a cargo de las capacitaciones, todos los martes también en la Casa de la Cultura. “Va a haber peluquería, masajes, todo lo que pueda englobar algo que está muy estereotipado de la mujer, que es como un lujo, pero que al mismo tiempo es como un mimo entre ellas y genera una relación, una intimidad que para la mujer es importante”, dice Florencia. Las clases comienzan con un poco de teoría, demostraciones sobre combinaciones de colores y técnicas. Después llega el momento de la práctica, y el maquillaje mutuo entre las cooperativistas es la mejor herramienta. “Es un trabajo que al ser un oficio depende de uno mismo. La idea es empezar a partir de las capacitaciones ir haciendo estos servicios no sólo dentro del barrio. La idea es también salir y entrar en ese mercado que si bien uno a veces se pelea, está bueno formar parte y no dependiendo de patrones y marcas”, resalta la capacitadora.

Lidia Gaona, mamá de Micaela, también participa del proyecto. “Me hace sentir muy bien, porque lleva el nombre de mi hija, por tener un trabajo”, dice. Mantiene sola a cuatro hijos y un nietito de dos años, a cargo de su abuela desde que su papá fue preso por matar a su mamá en la piecita de la villa donde vivían. “Ahora estoy sin trabajo, por mi nieto, porque mis otros chicos se van al colegio y no tengo con quién dejarlo. Y en este momento no quiero dejarlo con otra persona, él necesita mucho cariño”, comenta Lidia con la voz entrecortada (y refleja la necesidad de que se avance con la llamada Ley Brisa, para garantizar sustento económico a los hijos menores de las víctimas de femicidio). “Una ayuda me vendría bien. Yo vivo en alquiler. Tengo algo de trabajo en casa: lavo ropa y plancho, pero no me alcanza. No tiene que faltar leche, pan, pañales”, enumera.

Empuñando brochas, pinceles y delineadores, las chicas de la Cooperativa Mika mantienen vigente el reclamo de justicia y la formación para el empoderamiento de las mujeres. “Estamos luchando para que no haya ni una más como Micaela en el barrio. Es una chica que la vimos crecer, amiga de la gente del barrio. Toda la alegría, toda la vida por delante”, dice Norma. “El barrio se movilizó bastante por lo de Micaela, gente que yo no conocía se acercó, me ayudaron mucho”, agrega la mamá de la joven asesinada, y resalta que entre marzo y abril del año que viene comenzaría el juicio al femicida.

“Sufrí violencia durante diez años. Pude zafar. Primero estás enamorada; te dice ‘ay perdoname’, lo aguantás. Segundo, pasás al miedo, no sabés qué hacer. Después, la tercera etapa fue no tenerle miedo, enfrentarlo, le hice miles de denuncias, nunca lo llamaron ni lo citaron”, cuenta Vanesa su propia historia. Como miembro de los talleres sobre violencia de género e integrante de la Cooperativa Mika, remata: “Una persona que sufrió violencia se siente vulnerable a todo. Tener una contención te da fuerzas de seguir participando y ayudando a otros en esa situación”.