Los rostros del puente

 Los hombres y las mujeres que trabajaron en la recuperación del puente Nicolás Avellaneda se convirtieron en musas inspiradoras. La artista Alejandra Fenochio los retrató para homenajearlos. Sus 50 rostros pintados se exhiben en Proa, a metros del puente que une La Boca con Isla Maciel. Por Luciana Rosende

Los rostros del puente

“¡Ahí está papá!”. “¿Aquella es la Negra?”. “Tal tenía el pelo más corto”. “Aquel estaba con más barba”. Como en una partida del juego ¿Quién es quién?, todos se suman al desafío de buscarse y buscar a sus pares entre los cincuenta rostros pintados y exhibidos sobre una pared verde en el último piso de la Fundación Proa. Son las caras de los trabajadores del puente Nicolás Avellaneda, retratados por la artista y vecina Alejandra Fenochio. Cada retratado posa sonriente junto a su retrato y convierte el momento en selfie, mientras la imagen del puente que une La Boca con Dock Sud -recuperado y restaurado por obra de estos trabajadores retratados- se cuela por la ventana.

 
La exhibición “El puente”, en el Espacio Contemporáneo de Fundación Proa en La Boca, forma parte de la muestra Viceversa, “vecina, turista, profesional y errante”, que se inauguró el 19 de marzo y continuará hasta junio. “El proyecto Viceversa se basa en el rol de los artistas como mediadores entre público e institución”, se lee en el texto curatorial del grupo Etcétera.
En este juego de roles, los trabajadores del puente Nicolás Avellaneda, rescatado del abandono por iniciativa de vecinos y organizaciones sociales, se convierten en musas inspiradoras para una artista que decide retratarlos. “Esto empezó cuando me enteré que reabría el puente. Lo que más me llamó la atención fue el nivel de preparación política de los trabajadores. El Pulga me empezó a hablar de política, me empezó a contar sobre la recuperación del puente… yo quería hacer algo por ellos”, cuenta Fenochio. “La muestra no está pensada para estar acá: es para el puente”, aclara sobre el destino de sus 50 retratos.
 
“Yo vengo de la parte baja de la provincia. Verme acá me encanta, ¡sobresalís!”, dice orgulloso el Pulga, o Eduardo Fernández, con 56 años y un pañuelo de Madres de Plaza de Mayo y una silueta del Che tatuados en el brazo. Trabaja en el puente desde que reabrió y visita la muestra junto a su mujer y una de sus once hijos. No había visto su retrato antes. “Lo que me gusta es que esto fue hecho por nosotros. Pero nos supera a nosotros, es algo que logramos un grupo de loquitos”, dice sobre la recuperación del puente.
 
“Nos juntamos desempleados y desocupados crónicos, que nunca habían trabajado en relación de dependencia. Muchos no conocían las vacaciones, los beneficios de tener agremiación. Hay que mostrar esta idea de un conjunto de vecinos y organizaciones que decidió recuperar un área del Estado. Es algo extraño, en general se recuperan empresas”, compara Manu, o Héctor Álvarez, vecino de Avellaneda y trabajador del puente, que depende de Vialidad Nacional.
 
Mientras los visitantes que pasan por la coqueta confitería de Proa desfilan junto a la pared verde observando a los trabajadores retratados, el documental “Más allá del puente” se proyecta en otra de las paredes del Espacio Contemporáneo. Reúne testimonios de muchos de los retratados, contando esa historia que los tiene como orgullosos protagonistas. “Trabajo desde 2005 y estábamos sin luz ni agua, estaba abandonado. Soy de ATE (Asociación de Trabajadores del Estado) y desde ahí hicimos el llamado a las organizaciones. Primero logramos recuperar el puente y luego que entren 80 compañeros a trabajar, que fue lo más valioso”, destaca Rubén Fanesi. Pese a los logros, advierte que en el último tiempo hay fallas que no se reparan, como escaleras mecánicas que no funcionan bien: “Vialidad tiene todo tercerizado; se le está pagando por el mantenimiento a una empresa pero las escaleras siguen así”.
 
Las anécdotas sobre el puente surgen ante cada retrato. Uno recuerda a los boteros que permitían el cruce cuando las pasarelas del puente eran tierra de nadie. Otro acota que muchos de esos boteros se convirtieron en trabajadores. Uno describe los riesgos que implicaba cruzar el puente de noche antes de la restauración. Otro contrasta con las cámaras de vigilancia y la modernidad de estos días. Todos destacan el esfuerzo colectivo de limpiar, restaurar y recuperar el puente, en 2010. “¡Sacábamos volquetes llenos de materia fecal!”, grafica el Pulga.
 
La Negra dice que nadie la conoce por su nombre, María del Carmen, y que fue una de las pioneras del trabajo en el puente. “¡Ahí estoy yo!”, se busca y se encuentra, emocionada, entre los retratos pintados por Alejandra Fenochio. Aunque ahora es vecina de La Boca, se crió en Isla Maciel. “Tengo a toda mi familia en la isla, tenía que hacer algo para recuperar el puente”, dice sobre los motivos por los que se sumó a la iniciativa colectiva de restaurar las pasarelas del Nicolás Avellaneda. Afuera de Proa anochece y el puente se ilumina.
 

Más Viceversa

Además de los retratos de los obreros del puente Nicolás Avellaneda, forman parte de la muestra Viceversa los trabajos de Elisa O’farrell, Eduardo Molinari y Gian Paolo Minelli. O’farrell aporta la mirada del turista con su proyecto “Epígrafes ilustrados”, una serie de acuarelas inspiradas en las audio-guías de Proa. Molinari, artista, docente e historiador, propone una instalación temporaria con archivos, fotos, collages y mobiliario. Minelli, por su parte, presenta un recorrido fotográfico por distintos escenarios de La Boca, reflejando el proceso de gentrificación del barrio: los sectores de menos recursos se alejan porque la vida es cada vez más cara, dando paso a sectores de más alto poder adquisitivo.