Ni un pibe menos

 Así se llama la película que filmó y acaba de estrenar el cineasta italiano Antonio Manco sobre Kevin Molina, un niño de nueve años asesinado en Zavaleta, en medio de una zona liberada por fuerzas de seguridad. El grito de su Garganta Poderosa resonó en el Gaumont. Por Pablo Waisberg

Ni un pibe menos

 “¿¡Por qué no me morí yo!? A él le quedaba tanto por vivir…”. El que habla no es un adulto. Es uno de los hermanos de Kevin Molina, el niño de 9 años que murió cuando una bala entró por la ventana de su casa del barrio Zavaleta, en medio de una zona liberada por fuerzas de seguridad. Tiene tan sólo 16. Su voz se escucha apenas comienza el documental “Ni un pibe menos”, que filmó el cineasta italiano Antonio Manco. Esa frase es una de las que más resuena en la cabeza del “Tano”, como todos lo llaman en los pasillos de la Zavaleta, donde caminó durante los dos años y medio que le llevó terminar la película. Allí se habla sobre el gatillo, sobre la lucha de los vecinos por mejorar el barrio -abandonado por el Estado porteño y nacional-, sobre la solidaridad con la familia de otras víctimas de la violencia policial -como Luciano Arruga- y, sobre todo, de solidaridad popular.

“No podía creer, y hoy tampoco lo termino de creer, como actúa la policía y las fuerzas de seguridad. Eso me asustó mucho y me indignó mucho. Eso me hizo entregar todo lo que podía”, contó Manco a Sur Capitalino. La sorpresa de ese italiano nacido en Nápoles es genuina y no es la visión de un europeo que por primera vez conoce los márgenes despreciados por el Estado: vivió en la India, hizo películas sobre la inmigración africana en el Viejo Continente y se dedica a trabajar sobre problemáticas sociales desde que comenzó a filmar.

La muerte de Kevin fue el resultado del enfrentamiento entre dos bandas narcos. En la mañana del 7 de septiembre de 2013, los vecinos llamaron varias veces al 911 para denunciar el tiroteo. Ante cada llamado, los operadores del 911 le avisaban a la Prefectura, que opera en la zona, y sistemáticamente los prefectos respondían “negativo detonaciones”. Los vecinos no lo sabían, pero en esa mañana lluviosa, a menos de cien metros de dos destacamentos policiales, se estaban detonando 105 disparos.
 
Una de esas balas mató a Kevin, que se había escondido debajo de una mesa para intentar protegerse de los disparos. Lo mismo hicieron varios de sus hermanos, que se refugiaron en distintos lugares de la casa. Su padre había salido a trabajar, como cada mañana, muy temprano. Su madre lo encontró bañado en sangre. Los médicos intentaron reanimarlo durante casi una hora pero no aguantó.
 
El Tano había llegado dos semanas antes al barrio. Iba para hacer unas imágenes de La Poderosa, la organización política que venía creciendo en los barrios más pobres del país. “Había filmado los festejos por el Día del Niño y cuando pasó todo me pidieron que filmara la lucha por justicia. Sentí que mi presencia tenía algún sentido y durante los tres años siguientes pasé dos años y medio en Buenos Aires”, recordó Manco con un castellano casi perfecto y una cadencia que hace recordar a Luca Prodan.
 
Durante casi todos los 55 minutos que dura el documental aparecen los familiares y vecinos de Kevin. Recuerdan al niño, relatan cómo fue esa mañana de tiros y lluvia, y hablan sobre la violencia policial. También se muestra un retrato de la villa que está lejos de las estigmatizaciones y de los estereotipos de algunas películas comerciales: los que viven allí salen a trabajar todos los días, festejan los cumpleaños y se juntan a comer asados, como en todos lados.
 
El documental se estrenó a principio de noviembre en el cine Gaumont y en diciembre llegará al Festival de Nuevo Cine Latinoamericano, en Cuba. La presentación de la película fue un reclamo de Justicia en sí mismo: con la sala llena a más no poder, con banderas en la puerta del cine, los vecinos que dan vida a La Poderosa y luchan por la urbanización y radicación de las villas de todo el país denunciaron que el único procesado por el crimen, el prefecto Daniel Andrés Stofd, fue trasladado a Entre Ríos, donde sigue trabajando al servicio de la Prefectura.
 
“Creo que la familia de Kevin vio en mi la posibilidad de sacar esta historia fuera de los límites de la villa, pero yo me encontré haciendo el duelo junto con todos ellos”, analizó Manco, quien trabajó sin cobrar un peso para que la película pudiera verse en pantalla gigante. Lo mismo hicieron otras cuarenta personas que lo acompañaron en la investigación, filmación y post producción. Ahora -dice- espera que “este documental sirva para sensibilizar sobre la violencia institucional”.
 
Roxana, la mamá de Kevin, destacó la importancia de la película: “el Tano logró mostrar el día a día de nuestros barrios, sus necesidades y lo que somos nosotros como familia. Hoy, con un Gaumont repleto reflejamos todo lo que Zavaleta necesitaba visibilizar sobre el caso de mi hijo”.