De Uruguay a La Boca

Todos los sábados, desde hace cinco años, la comparsa de candombe África Ruge recorre el barrio al ritmo de sus tambores. Son uruguayos que buscan mantener viva la memoria de esa danza de origen africano, símbolo de la resistencia. Por Pablo Waisberg 

De Uruguay a La Boca

 Cada noche de sábado se repite el mismo ritual: un grupo de hombres pone a tensar los cueros de sus tambores al calor de un fuego encendido con madera de pallets en las vías de Garibaldi, entre Olavarría y Lamadrid. Los tambores forman un semicírculo mientras el calor va logrando el tono adecuado. Los hombres conversan, se ríen, toman algo. Cerca de ellos algunas mujeres también conversan o ensayan unos pasos de candombe y un rato más tarde salen a recorrer el barrio al ritmo de los tambores. Son África Ruge, una comparsa de candombe, formada por uruguayos, que buscan mantener viva la memoria de ese ritmo y de ese baile, nacidos en los ratos libres que permitían los esclavistas y que desde hace años reivindican como espacios de libertad y resistencia.

 
La recorrida, que llena de música el barrio, es varias cosas a la vez: un espacio de encuentro, una forma de volver a las raíces, la defensa de una cultura y un entrenamiento para las Llamadas, que son los encuentros festivos que organizan las comparsas. En La Boca será el 23 de septiembre para festejar la llegada de la primavera, como ocurre desde hace cinco años, poco después de que Juan Carlos Prieto, al que todos llaman Candamia, había decidido formar la comparsa.
 
“Fue en una fiesta de navidad o año nuevo. Un sobrino mío me dijo ‘tenés que sacar una comparsa’. Y así fue, nos juntamos con Ricardo ‘Gauviyu’ García Montoro, Jorge Aire y Jimi Santos, y empezamos con esto”, dice Candamia y explica esa definición sin mayores complejidades. Aunque no lo dice, era una forma de honrar su tradición negra y la historia de su vida, que comenzó en Uruguay y continuó en Buenos Aires, a donde llegó corrido por la dictadura cívico militar que encabezó Juan María Bodaberry.
 
Buenos Aires. En Uruguay había cometido el pecado de violar el estado de sitio. Fue el primero de mayo de 1974, en el primer año de la dictadura que duraría doce años. “Había toque de queda y nosotros veníamos saliendo para todas las fiestas tradicionales. Así que nos empezamos a juntar como a las cuatro de la tarde, en Montevideo. Y estábamos viendo qué hacíamos: salir o no salir. Y decidimos salir pero el llegar a la plaza de Yaguarán y Flores nos estaban esperando con colectivos de la policía y nos llevaron a todos presos. Pasamos veinte días en el Cilindro (Estadio Dr. Héctor A. Grauert, que además de albergar deportes funcionó como cárcel improvisada de la dictadura)”, recuerda sentado en el patio de El Expreso Imaginario, en Olavarría al 600, que les cedió Jorge Pistocchi y que se convirtió en su base de operaciones.
 
Uno de los que fue a pedir por él fue el comisario de la seccional sexta. Dijo que se juntaban siempre a tocar y los soltaron pero antes los ficharon como “agitadores sociales”. Poco después lo detuvieron en una movilización por el aniversario de Liber Arce, el estudiante y militante político asesinado en agosto de 1968 por la policía durante una protesta. Ese día pasaba por allí de casualidad para nadie le creyó.
 
“El 8 de octubre de 1974 me vine a la Argentina. Tenía 32 años y tres hijos. Primero fui a un hotel en Córdoba y Florida, después a Caseros y finalmente a un hotel en Rivadavia 1525, que había sido abandonado por su dueño y nos quedamos ahí. Vivía en un altillo y allí había un montón de negros candomberos, que vivían en el barrio y nos empezamos a juntar”, recuerda. Ese lugar era conocido como “El Sheraton”, un conventillo en el corazón del barrio de Congreso, que albergó a exiliados de los barrios montevideanos Sur y Palemo, y allí se fue recreando la cultura de esa comunidad afrouruguaya.
 
La Boca. En la cuadra del “El Sheraton” fueron reuniéndose los forjadores de la fundación de AROJA (Asociación de Residentes Orientales José Artigas) y de la comparsa “Por la vuelta”, que fue la primera murga fuera del Uruguay, que fundó Hugo Ferreira, que todos conocían como Hueso. “Lo conocí por esos días y me invitó a salir con ellos y en el año ochenta salimos con ‘Hijos de morenada y fantasía’”, dice Candamia, que más tarde llegó a La Boca y parte de su familia se instaló en Zanchetti, donde empezaron con la cuerda de tambores Afrocandombe, que terminó tocando con Rubén Rada y otros artistas conocidos.
 
Varios años después, decidió armar un candombe en el barrio donde se crió parte de su familia. Muchos de sus hijos y sobrinos nacieron en La Boca pero luego terminaron viviendo en el conurbano pero regresan al barrio a tocar, a bailar, a recrear y transmitir su cultura. Una parte de ella se calienta alrededor de un fuego, que da espacio para conversar y preparar el cuerpo para la música.