La Asamblea de Parque Chacabuco dice

Los vecinos aprobaron el texto que está a continuación dirigido al resto de las asambleas barriales. El documento abre una nueva discusión sobre el proyecto político de las agrupaciones que surgieron el 19 de diciembre de 2001.
La Asamblea de Parque Chacabuco dice

EL NACIMIENTO DE LAS ASAMBLEAS
Las asambleas nacen de un hecho político: el argentinazo del 19 y 20 de diciembre de 2001, que reflejó (aunque sea transitoriamente) la profunda desconfianza de la población en la casta de políticos del sistema. Las asambleas son organizaciones políticas surgidas de esa lucha. Mientras el fascista diario La Nación advertía a su buen lector que las asambleas eran gérmenes de soviets, muchas personas hacían su primera experiencia política.

QUÉ NOS PASÓ EN EL 2002
Obviamente hemos tenido un reflujo en cuanto a la cantidad de integrantes y además no hemos logrado articularnos como movimiento. Por supuesto que han influido otros factores, pero se puede decir que las dos fallas principales de las asambleas fueron: la falta de organización y la carencia de un objetivo político.

¿Se piensa acaso que los que volvieron a sus casas lo hicieron por la politización extrema de las asambleas?. Si bien no puede descontarse el papel nocivo que tuvo la falta de unidad de la izquierda y sus consecuentes peleas por espacios de poder, el elemento fundamental
que influyó para el desánimo fue que la posibilidad de unidad tras un objetivo político propio (que debía partir del “que se vayan todos”) se tornó cada vez más lejana, y que la inexperiencia de los militantes asamblearios conspiró contra la posibilidad de frenar en debates democráticos los manijazos y los oportunismos.

LA DESVENTAJA DE CARECER DE UN OBJETIVO COMÚN
Por no tener nosotros definiciones políticas, se las dejamos a los que sí las tienen. De esta manera, les hacemos el juego porque a ellos no les conviene que tengamos nuestras propias definiciones políticas, así imponen las de ellos. Si las tuviéramos, les resultaría mucho más difícil incidir en nuestras políticas para su propio beneficio. Fue justamente nuestra falta de experiencia organizativa y política lo que facilitó las intervenciones mezquinas de otras
fuerzas en nuestro movimiento.

Tener una definición política no es útil por dos razones. Primero para tener una coherencia hacia el exterior (el resto de la sociedad) y saber hacia donde queremos llegar. Algunos compañeros dirán que el camino ya está más o menos marcado por nuestras propias acciones (apoyo a los piqueteros, a las fábricas recuperadas, a los cartoneros, a los
trabajadores de la salud, manifestaciones contra la guerra, contra los tarifazos, contra el ALCA, etc.). Eso es en parte verdad, pero no basta. Saber lo que no queremos es el primer paso, ahora debemos saber lo que sí queremos.

A menos que queramos pasear, debemos establecer un punto de llegada, un objetivo. ¿A dónde queremos llegar? ¿Dejaremos siempre librado a la espontaneidad el camino a recorrer, o es mejor tratar de planificarlo y adecuarlo según la coyuntura? ¿Dejaremos que se repita la pregunta del “después qué” del QSVT?

La segunda razón para tener un proyecto político propio es para partir desde una posición de fortaleza en nuestra articulación con otras fuerzas del campo popular. La no conformación de un proyecto político propio es lo que no termina de conformar la identidad
política de las asambleas, lo cual no es una virtud, sino una debilidad que puede ser (y fue) explotada por el sistema.

¿A quién le conviene que las asambleas no tengamos un proyecto político propio?
En primer lugar, al sistema. Las personas, cuanto más despolitizadas están, son más fáciles de engañar y manipular. Esto explica la “primavera” de ciertas organizaciones con el gobierno de Kirchner y el repudio cada vez más fuerte a los piqueteros y trabajadores en lucha por parte de la clase media.

En segundo lugar, la ausencia de un proyecto político propio beneficia a todo grupo político que vea a las asambleas como “semillero” para llevar agua para su propio molino.

En tercer lugar, la ausencia de un proyecto político común les viene bien a los individuos que valoran muchísimo mas el “yo hago lo que se me canta” en vez de las decisiones del colectivo.

LOS PREJUICIOS SON UNA DEBILIDAD
Algunos asambleístas temen a la uniformidad del pensamiento, a la jerarquización de las discusiones, a la imposición de las ideas “desde arriba”. Yo les pregunto: ¿cuál es el arriba del movimiento asambleario? ¿Hay un arriba, hay un abajo? ¿Desde cuando el movimiento asambleario renunció a la democracia como método de funcionamiento? Si logramos democráticamente un proyecto político común y mantenemos la democracia organizativa, de ninguna manera podrán imponerse ideas que no sean realmente comprendidas y deseadas por la mayoría.

Algunos asambleístas siguen temiendo a los aparateos y de alguna manera asumen que los que tienen ideas como las nuestras pertenecemos a la izquierda partidaria. Esos prejuicios que, supuestamente, protegen a las asambleas, no hacen más que debilitarlas. Acostumbrarse a los prejuicios es acostumbrarse a no hacer un análisis objetivo de la realidad.

Los prejuicios son una forma de debilidad intelectual, pues remplazan la fortaleza y la responsabilidad de un razonamiento objetivo por meros actos reflejos gatillados por ciertas palabras o actitudes. Entonces, en base a los prejuicios, se suele reaccionar irracionalmente. Pareciera que la mejor manera de proteger nuestra “autonomía” es rechazar de plano
todas las palabras o conceptos que suenen a pensamiento de izquierda para mantenernos “puros” y “seguros contra el aparateo”. Tal es el pensamiento de algunos compañeros, y ese pensamiento los lleva a posiciones reaccionarias, como a evaluar si van o no a una marcha antirrepresiva sólo porque convoca la izquierda. Para estos compañeros el “nos tocan a uno
nos tocan a todos” es sólo una frase para tranquilizar la conciencia.

POR QUÉ LOS PREJUICIOS NO VAN MAS
El deber de los asambleístas que siguen activos es superar críticamente las experiencias anteriores. Si a las malas experiencias se las estigmatiza y se las convierte en “cucos” permanentes (“Parque Centenario”, “los partidos”) no se las supera. Lo que se hace es
perpetuar el malestar, profundizar los rencores, dividir, desmovilizar y, por lo tanto, hacerle un gran servicio a la clase dominante.

La defensa de nuestro movimiento no pasa por etiquetar a las posiciones que vengan “del exterior” y aislar o romper para que esas posiciones “no ganen”. La defensa de nuestro movimiento pasa por plasmar nuestra política en un proyecto al que podamos defender
consecuentemente frente a cualquiera. Y, más importante, ofrecer ese proyecto a toda la población, para que se dé cuenta de que un cambio de raíz es posible y necesario. Y, por supuesto, ese proyecto no será monolítico ni eterno, sino que se irá contrastando con la realidad y con el aporte y la confrontación de ideas. Es esencial que las asambleas empiecen a discutir que sociedad quieren.

Si en el día de mañana las asambleas vuelven a convertirse en factores referentes para la gente en general y nosotros no hemos llegado algunas definiciones políticas, es muy probable que los vecinos armen nuevas asambleas al lado de las nuestras, o quizás reeditaremos los problemas que tuvimos en el 2002. Si en algo debemos aprovechar estos momentos de reflujo, es para aprender bien las lecciones, hacer autocrítica y tratar de no cometer los mismos errores en el futuro.

¿POR QUÉ HAY FRAGMENTACIÓN?
Ni la uniformidad impuesta “desde arriba” ni la exaltación reaccionaria del individuo son positivas. Los colectivos funcionan en base a acuerdos, no en base a las diferencias como pregonan los individualistas. Para que varios colectivos funcionen de manera unitaria debe haber un acuerdo básico entre todos ellos y que se permitan matices de diferencia.

En la actualidad nadie puede negar que existe una fragmentación en las asambleas. Pero se equivocan los que piensan que esa fragmentación se debe a diferencias meramente organizativas o a ostracismo: la fragmentación existe porque no hay unidad política.

Una organización es un conjunto de personas relacionada de cierta manera en pos de un objetivo común. El aglutinante de toda organización no es un método organizativo, sino un objetivo. El que dice que la horizontalidad (un método organizativo) es un objetivo estratégico está profundamente equivocado. Nuestro objetivo estratégico debe ser cambiar la sociedad para que no haya miseria, explotación, hambre, represión, injusticia y desigualdad. Los métodos organizativos que utilicemos deben corresponderse a la coyuntura, aferrarse siempre al mismo método organizativo es sectario. Una organización no puede manejarse de la misma manera cuando tiene 10 integrantes que cuando tiene 100 o 1.000.

Si fuera verdad que el aglutinante para la unidad de las asambleas es el método organizativo, no estaríamos fragmentados. Hay que abrir los ojos y reconocer que la fragmentación se debe a la falta de un objetivo político que nos identifique a todos.

Por todo esto recalcamos que no es suficiente juntarnos para temas puntuales. No es suficiente la solidaridad espontánea y a las apuradas. Para constituir un movimiento articulado debemos alcanzar unidad política en los temas fundamentales.

La situación defensiva en la que estamos no durará para siempre. Las asambleas se fortalecerán, o se extinguirán. En este momento es poco probable que las asambleas mejoren en cuanto a cantidad, por lo que debemos orientarnos a mejorar en calidad. Si mejoramos en calidad (objetivo político y coordinación) será más probable que mejoremos en cantidad en un futuro.

15 de febrero de 2004
ASAMBLEA POPULAR PARQUE CHACABUCO (GOYENA Y PUÁN)