Poesía en el Transbordador

El puerto, sus laburantes. Quinquela, el arte y el río. El relato de la boca del Riachuelo, con sus historias y sus identidades, se volvió poemas, música e imágenes durante un encuentro orillero que homenajeó a la vida en medio de la pandemia.

Poesía en el Transbordador

La poesía es un gran género literario y quizá el más libre en cuanto a cualidades estéticas, esas que la hacen exquisita. Pero cuando esa exquisitez que porta se relaciona con lo orillero, con lo industrial, con el trabajo y con el Riachuelo, la poesía se vuelve áspera, a veces incómoda, por momentos irónica.

Hace unas semanas, desde Cultura y Patrimonio de ACUMAR y junto a Vialidad Nacional, acompañamos la iniciativa del Concurso de Poesías del Riachuelo y de Arrojas Poesías, dos colectivos que vienen hace un tiempo impulsando el vínculo entre el río y la poesía, en el barrio de La Boca. Lo hicimos con un gran encuentro presencial, al pie del Transbordador.

Y allí estuvimos, munidos de tapa bocas, protocolos, alcohol en gel y esa sensación de distancia incómoda pero necesaria, disfrutando de un momento mágico.

La apertura oficial del encuentro estuvo a cargo de Antolín Magallanes, director de Gestión Política y Social de ACUMAR, quien resaltó que: “La poesía vino a estas orillas en afán de recuperar el río”.

Carlos Godoy, mentor del Concurso, presentó a Alicia Fermani, la ganadora de la categoría de fotoensayo con su serie “Una mirada reflejada en Riachuelo” y pudimos ver proyectadas sus imágenes en blanco y negro, de gran contenido poético y escuchar a su autora emocionarse al contar el proceso creativo que la condujo hasta allí.

Seguidamente, el ganador de la categoría de poesía, Guillermo Pelegrini, leyó su obra “Vive, el Riachuelo”, cargada de contenido épico e histórico, donde no faltaron las referencias a Quinquela Martín, a La Boca y a su pasado portuario.

Para ese entonces las ondulantes sombras del transbordador reflejadas sobre las aguas del Riachuelo comenzaban a engrosarse. Fue el momento de Arrojas Poesía, de la mano de Marta Sacco quien invitó al público a una mesa desbordante de escenas poéticas: Sara Mamani y Rodolfo Edwards leyeron en vivo; Zulma Ducca, María Neder, Alicia Genovese y Paloma del Cerro participaron con sus mágicas piezas en formato virtual y ya para el final, amenizado el escenario con una muestra de grabados de la artista local, Alejandra Fenochio, el escultor, Carlos Pelella anunciaba con su brasero que el Solsticio de Verano estaba cerca. En una especie de ritual pagano, invitaba a que quememos las penas y a que resurjamos de nuestras cenizas.

Cuando el anochecer empezaba a despuntar, mientras íbamos desarmando el mobiliario, recordé a Juana Bignozzi, una gran poeta fallecida en 2015 quien dejó escrito cada detalle de cómo quería que se procediera con ella y con todas sus cosas cuando falleciera. Lo hizo aludiendo a que no quería que la muerte tuviera la última palabra.

Pienso que eso mismo homenajeamos en el Festival de Poesías en el Transbordador, que la muerte no había tenido la última palabra porque allí estábamos, escuchando la más maravillosa música, la de Pedro Conde y su guitarra y la del trajinar de la barquilla cruzando de una orilla a la otra, para decirnos que el Transbordador es más que un montículo de chatarra y que está vivo.

(*) Lorena Suárez es Coordinadora de Cultura y Patrimonio de ACUMAR