El derecho a resistir

En abril de 1979, en plena dictadura, trabajadoras y trabajadores de la fábrica textil Alpargatas realizaron una huelga histórica en reclamo de mejoras salariales. Dos de sus protagonistas volvieron a Barracas para relatar su experiencia gremial ante vecines y estudiantes.

El derecho a resistir

El viernes 3 de diciembre se organizó en la Sociedad Luz un ejercicio de memoria. Allí, María Luisa Rodríguez y Sara Andino, activistas de la huelga de Alpargatas de 1979, participaron en la proyección de un fragmento de la película “Se va a acabar” de David “Coco” Blaustein y Andrés Cedrón. El documental, estrenado este año, recupera episodios de lucha y resistencia obrera durante la dictadura cívico-militar. Luego de la proyección del tramo relativo a la huelga en la fábrica de Barracas, Sara y María Luisa relataron aquella experiencia frente a un grupo de vecines, estudiantes y militantes del barrio. La actividad fue organizada por la Universidad Popular Sociedad Luz y por el Encuentro por la Memoria de La Boca y Barracas.

María Luisa Rodríguez tenía 21 años cuando entró a trabajar en Alpargatas 1971. “Cuando fui a presentarme pedían una determinada altura, que tuvieras todo tu cuerpo sano y que no tuvieras várices. No sabía coser, pero me enseñaron todo. Al año ya fui delegada, porque hice cursos de capacitación sindical en la UOM. Mi mandato se terminó justo antes del golpe”. En ese momento, María Luisa no tenía miedo. Como tantos otres, creía que “si no hacía nada malo” nada podría pasarle.

Sara tenía 19 años. Dice que por su papá fue peronista desde la cuna: “en mi casa entrabas y estaba la foto de Evita. Mi papá trabajaba socialmente en el barrio y yo empecé gracias a él. De grande, a los 51 años, me puse a estudiar en la UNLa y ahora soy trabajadora social. Pero -en aquella época- éramos muy jóvenes, muy inmaduras. Lo hacíamos desde el corazón, nunca pensamos en los riesgos”. En Alpargatas, Sara conoció a su marido Hugo, montonero. Fue él, hoy parte del sindicato de los gráficos bonaerenses, quien la puso en contacto con los directores de “Se va a acabar”. 

Fundada en 1885, Alpargatas fue una de las fábricas textiles más grandes del país. En sus mejores épocas, durante el pleno auge del modelo de industrialización por sustitución de importaciones, Alpargatas llegó a albergar a diez mil trabajadoras, en su mayoría mujeres. La planta de Barracas-La Boca contaba con tres fábricas sobre la avenida Patricios dedicadas a la producción de calzado, la indumentaria y a la confección de tejidos de limpieza; y a partir de la década del ’50 a la planta del sur porteño se suma una en Florencio Varela.

Las políticas macroeconómicas de la dictadura militar -como el corrimiento del Estado en favor del mercado, la conformación de grandes grupos económicos y la reforma financiera; en resumen, la sustitución de un modelo industrializador y desarrollista por uno aperturista y disciplinante- impactaron en el salario real de les trabajadores.

Fue entonces que estas mujeres se animaron y el 30 de marzo de 1979 iniciaron una huelga que duró hasta mediados de abril. En respuesta, desde el Ministerio de Trabajo recibieron una intimación en la cual se les recordaba la vigencia de la ley 21.400 que preveía la ilegalidad de toda medida de fuerza. Al día siguiente, el 2 de abril, Alpargatas anunció un lock-out que afectó a 4 mil trabajadores.

Gabriela Mitidieri, investigadora del CONICET, reconstruye el final del conflicto: “Los delegados gremiales encabezados por Pedro Goyeneche y los representantes de la empresa acordaron, en una reunión el día 11 de abril de 1979, que se les pagaría a los trabajadores los días durante los cuales la empresa estuvo cerrada y el bono por presentismo. También acordaron que un número indeterminado de trabajadores sería despedido”. María Luisa y Sara fueron parte de ese “número indeterminado” de trabajadoras despedidas: el disciplinamiento obrero en acción.

Después de Alpargatas, María Luisa fue vendedora, y con los años se convirtió en masajista. Su biografía es un ejemplo más entre tantos otros de las transformaciones ocupacionales de la clase obrera después de la dictadura: de la asalarización al cuentapropismo y la precarización. Sara, por su parte, tuvo que borrar su pasado: “De Alpargatas fui a la gráfica Della Penna. En la entrevista me preguntaron si había participado en la huelga y por qué me había retirado de Alpargatas. También me preguntaron qué diario leía. Yo leía Crónica, pero eso no lo dije. Le dije que vendía productos de Avon, traté de demostrar que no había tenido actividad sindical”. Con los años, Sara comenzó a trabajar en la Asamblea Permanente en los Derechos Humanos. Allí se enteró de todo aquello que desconocía: “en la fábrica de Varela hubo compañeros desaparecidos, pero el sindicato (la Asociación Obrera Textil) se ocupó de que no estuviéramos en contacto ambas plantas”. Y cuenta que fue el socialista Alfredo Bravo quien la ayudó a darle al valor a la gesta de la que había sido parte: “cuando me presentaba decía ‘ella es la que estuvo en la huelga de Alpargatas’”.

Aquel paro, que les costó el trabajo a Sara, a María Luisa y a tantos otres, fue una de las tantas acciones de resistencia que la clase obrera protagonizó durante aquel año de la dictadura, que terminó con la primera huelga general dentro del gobierno militar.