Héroes con casco

Hace 130 años, un grupo de vecinos de La Boca decidió ponerle fin a tantos incendios. Así, en el barrio de los conventillos de madera, nació a pulmón Bomberos Voluntarios de La Boca, el cuartel más antiguo del país. Homenaje a quienes ponen el cuerpo para salvar vidas. Por Carla Perelló.

Héroes con casco

En 1884 un incendio alertó a un grupo de vecinos en el barrio de La Boca. Entonces, las calles eran de tierra y la carreta era el medio de transporte que llevaba la bomba de agua. Tomás y Orestes Liberti (padre e hijo) pusieron manos a la obra y para el 2 de junio de ese año convocaron a una reunión. El resultado fue la creación de la Sociedad Italiana de Bomberos Voluntarios. “Pasaron muchas cosas desde aquel momento. Y nosotros siempre estuvimos: las 24 horas del día, los 365 días del año”, precisa y se queda en silencio un instante Carlos Milanesi, presidente del cuartel boquense. A 130 años de su fundación recordaron a los compañeros fallecidos en Barracas y reivindicaron sus derechos.

El primer cuartel estuvo en Necochea entre Lamadrid y la Avenida Pedro de Mendoza. Cuentan que al frente tenía escrita la consigna “Volere e Potere” que significa “Querer es Poder”. Para 1900 inauguraron el actual Cuartel Nº1, en Brandsen 567. “Bienvenido a casa”, invita ahora un cartel luminoso sobre la pared derecha. Faltan dos días para el aniversario. Unos repasan con pintura las letras doradas del coche bomba para el desfile, otros practican la marcha. “Hay que limpiar los muebles, ¿viste? Tenemos invitados en casa”, dice Milanesi.

En la oficina donde atienden, la gente entra, sale, hace mate, café o deja un par de facturas. Al ratito, algunos bomberos terminan las prácticas, pero ninguno se va. Se quedan charlando, se sientan a mirar la tele en Casino –lugar de estar– y se escucha a algunos niños que corren y juegan.

Jésica Salcedo, una de las primeras bomberas de la tropa ofrece a Sur Capitalino un viaje a través de la historia. El lugar es un museo. “El Casino es el mismo, es el lugar de guardia y de descanso”, dice. Pero, el transporte y los artefactos contra incendios no son iguales. Los caballos que tiraban las carretas descansaban donde ahora estacionan los coches bomba y la bacha ubicada en la esquina izquierda era donde los animales tomaban agua.

“Antes los bomberos tenían que vivir frente al cuartel y en la puerta de la casa tenían una chapita que indicaba el oficio. No podían vivir más lejos porque para avisar el sereno tenía que tocar una campana que estaba conectada con un hilo a las casas”, reseñó Jésica. Hay una rueda de una de las primeras carretas y, en el medio del cuartel, está la primera bomba manual que tuvieron. Es grande, se la percibe pesada, y brilla.

La modernidad no sólo alcanzó a los aparatos. La historia le permite a Jésica reivindicar el rol de la mujer: “Dicen que esta lanza –manguera– la hicieron las esposas de los hombres que venían acá, así que la mujer siempre estuvo, sólo que no la dejaban participar”.

En 2006 los Bomberos Voluntarios de La Boca comenzaron a incorporar mujeres. Hoy ya suman 16. “Fue difícil, porque ellos tuvieron que acostumbrarse a que también estábamos para mirar la tele en el descanso o cambiarnos la ropa”, dice la joven. Tenían que golpear la puerta del Casino y esconderse por las dudas de que algún hombre se estuviera cambiando.

Chapa y madera

Para convocar a los vecinos en aquel 1884, los Liberti escribieron en su genovés natal: “Ciudadanos. Una chispa podría desarrollar un voraz incendio que reduciría a cenizas nuestras humildes viviendas de madera. Tenemos necesidad de una Sociedad de Bomberos que salven nuestros bienes y nuestras familias”. Casi un siglo y medio después, la problemática aqueja al barrio de la misma manera. La falta de políticas públicas y el nulo mantenimiento provocó que aquellos conventillos pintorescos, estén cada vez en mayor riesgo. Una chispa –por un calentador en invierno, o un cortocircuito en verano- desencadena una tragedia en pocos minutos. Y las principales víctimas suelen ser los niños que no salen a tiempo. Por eso, cada vez que se escucha la sirena sostenida y potente, el barrio entero se altera. Y los bomberos voluntarios vuelven a salir.

Bomberos rescatando bomberos

El 4 de febrero por la mañana sonaron fuerte las sirenas de los destacamentos de Barracas y de La Boca. El depósito de archivos de la empresa Iron Mountain, ubicado en la calle Azara, ardía en fuego y se derrumbaba poco a poco. Hubo diez víctimas fatales entre bomberos y rescatistas. “Eran bomberos rescatando bomberos. Uno se prepara para ver una escena y actuar sobre ella, pero no para rescatar a un compañero”, confiesa Milanesi.

En el cuartel de La Boca los principales ingresos provienen de convenios con clubes, privados y empresas. La Ciudad, en tanto, cuenta con la ley 1240 que determina subvenciones a familiares de heridos y fallecidos, vivienda y obra social a los bomberos voluntarios. Pero jamás la implementó.

En tanto, el Consejo Nacional de Bomberos propuso cambios para la ley 25.054. Al cierre de esta edición, las comisiones de diputados de Asuntos Cooperativos, Mutuales y ONG, Economía y Presupuesto habían dado el visto bueno a la propuesta: establecieron que la tarea sea considerada “carga pública” y que sus instituciones cuenten con un presupuesto ampliado y obligatorio para capacitación permanente. También prevé que reciban una ayuda económica inmediata en caso de accidente o muerte en ocasión del siniestro, y que puedan llevar adelante el recupero legal ante terceros civilmente responsables por daños y lesiones, entre otros beneficios.

En otro escenario

En La Boca hay 82 los bomberos de servicio y 28 de reserva. Ellos y ellas trabajan, estudian, tienen hijos, padres, familia y amigos. Hay ingenieros, colectiveros y empleados públicos. “Pero cuando suena la alarma somos todos iguales”, sostiene Milanesi. La dinámica del lugar lo demuestra: cuando entra el recién incorporado José “Pepe” Monje saluda a su jefe como cualquier otro integrante de la tropa, nadie se sobre salta ni admira cholulo.

La vocación de actor lo acercó al lugar que contemplaba de pequeño desde su casa en el barrio de Barracas. “Quería insertarme en el mundo, ver más de cerca de qué se trataba el oficio. Hasta que hace poco decidí hacer la formación. Me preparé y pasé de observar a ser protagonista”, cuenta a Sur Capitalino al finalizar su práctica para el día en que recibirá su diploma de bombero.

Monje coincide con el planteo de Milanesi, sobre la igualdad entre los integrantes. “¿Cómo vas a hacer con la actuación?’, me preguntan algunos y yo les respondo que haré igual que mis compañeros. Acá trabajan todos y tienen que adaptar sus horarios a lo que requiere el cuartel. Prepotentemente nos nivelamos todos, ninguno es más que el otro y todos actuamos en grupo”.