El cumbión de La Valdez

Organizados en cooperativa, los músicos de la orquesta La Delio Valdez conquistan con su cumbia un nuevo circuito de fiestas alternativas que suenan hasta que sale el sol. Su primera vez sobre un escenario fue en La Boca, el mismo barrio que eligen para vivir varios de sus integrantes. Por Leticia Cappellotto.

 

El cumbión de La Valdez

La cumbia es una forma de compartir alegría desde la tristeza más profunda, porque sale del sufrimiento pero que devuelve alegría y baile”. Así define Pablo Broide el género que lo conquistó junto con los otros doce músicos que componen la Orquesta de cumbia La Delio Valdez (LDV) que, a cinco años de su creación, ya se instaló como referente del nuevo circuito porteño de fiestas alternativas, en las que además de ver a una banda en vivo, se baila hasta que salga el sol. Vecino de La Boca desde 2012, Broide comparte con sus colegas de LDV Santiago Aragón y Pablo Reyna su amor por el barrio. Aunque estos dos ya no viven allí, sí recuerdan con cariño el primer “cumbión” que hicieron en el Teatro Verdi (Av. Alte. Brown 736) dos años atrás.

Elegí vivir La Boca porque es uno de los pocos lugares con alma de barrio que quedan, me encantan sus colores y sus formas”, cuenta Aragón y señala que aquí: “Hay gran cantidad de actividades artísticas de toda índole y se respeta mucho a los artistas, eso en muchos otros barrios no pasa”.

LDV forma parte de un circuito más amplio dentro de la noche porteña que imagina un mundo sin horarios, donde se comienza a bailar a partir del recital pero después se pasa al DJ o a otras bandas amigas. Esto es lo que los miembros de la Orquesta han creado y llaman “cumbiones”, fiestas en los que uno no puede (ni debe) quedarse quieto.

El primero fue en La Boca, y de allí la banda se proyectó a todo el país con una gira que coronó el año pasado en Cosquín. Este circuito de la “nueva” cumbia porteña los tiene como integrantes privilegiados pero no únicos. Bandas como “La Maribel” u “Orquesta San Bomba” forman parte de esta modalidad de integrar el recital y el boliche todo en uno. Para Broide, esto no es casual: “Tiene que ver con una cuestión cultural de la época, donde se empezó a mirar mucho más en Latinoamérica y los ritmos latinoamericanos, donde se baila más, empezaron a tener más presencia”, contextualiza, pero también define la cuestión desde lo social: “La gente empezó a estar más feliz: hay más laburo, pasan más cosas culturalmente y hay más para festejar”. Los shows de LDV son parte de esta nueva alegría compartida que se da al bailar mirando al escenario, algo que en los recitales de rock es casi impensado.

En contraste con esto, Broide explica que su género preferido fue mutando a partir de la irrupción de la “cumbia villera” y señala que hoy forma parte de la cultura popular al mismo nivel que el rock. “La cumbia es un folklore más, se arraigó a tal punto que tiene producciones propias y por región: no es lo mismo la cumbia del litoral que en el noroeste”, diferencia.

Pero la especificidad de LDV dentro de esta escena tiene que ver con su funcionamiento como cooperativa. Broide explicita: “LDV no es una banda planteada desde un productor que dice esto es así o asá; en ese sentido sí es una banda de rock porque somos amigos que se ponen a tocar con esa concepción de independiente que no existía en la movida tropical tradicional”.

En relación a esta forma de construir el propio camino, queda claro el concepto de autogestión que rige la banda, que busca generar redes con otros colectivos para formar así entramados culturales alternativos. “Somos gestores de nuestro propio desarrollo”, es el mantra de la manager Soledad Helicópteros.

La impronta cooperativa se hace más intensa cuando son convocados para tocar en lugares no tradicionales como la Unidad 20 del Hospital Borda o el Centro Cerrado de Menores General San Martín. En ese sentido, Broide enfatiza el espíritu comunitario de la Orquesta: “Ir a tocar a una cárcel donde hay gente que la está pasando mal y poder llevar lo que nosotros hacemos con tanto amor es increíble, es casi un acto de egoísmo para nosotros, por la alegría que ellos nos dan”.

Trece músicos en escena, una manager, un sonidista y toda la cumbia del mundo desafían así desde 2009 las reglas de la quietud y la mera contemplación musical. Con shows de más de 1200 personas en circuitos tan diversos como Capital, Morón, La Plata y Bahía Blanca, LDV hace mover cielo y tierra en función de la alegría, la autogestión y la música. “La Delio es como una gran familia, todos le ponemos mucho corazón y garra y como no tenemos director vamos aprendiendo todos juntos a manejarnos tanto musical como humanamente”, explica Aragón pero rescata: “Casi nunca es fácil y esto lo hace más gratificante. Siempre tiramos para delante y con un sólo propósito: tocar cumbia para que la gente baile”.