Microteclados, macro resistencia

Desde junio, 42 trabajadores ocupan la planta de una empresa que está en Barracas. Con clientes y pedidos sin entregar, el dueño dejó de pagar los sueldos en marzo pero se niega a abandonar la fábrica para que la gestionen los trabajadores. Ellos ya armaron una cooperativa y esperan la quiebra para volver a producir. Por Lucrecia Raimondi

Microteclados, macro resistencia

La fachada del edificio anuncia “fábrica ocupada”. El cartel muestra al barrio de Barracas que los 42 trabajadores de Microteclados SRL se resisten a perder su fuente laboral. En Isabel La Católica 1382 se producen teclados de membrana para colectivos, microondas o nebulizadores, y frentes, etiquetas y paneles para equipos industriales. Sus productos abastecen al mercado argentino y al internacional. La empresa está catalogada como la N°1 del país en su rubro. Sin embargo, desde hace años que sus trabajadores padecen irregularidades en el pago de sus salarios y cargas sociales. La situación tocó fondo en marzo: desde entonces el dueño Luis Wald ni siquiera paga un peso de sueldos. “Nos debe más de 2 millones de pesos. Estamos en una situación dramática, vemos en riesgo los alquileres y las deudas de créditos se acumulan porque no se pueden pagar”, cuenta Héctor Kozache, trabajador de Microteclados desde que abrió la compañía, hace 25 años.

 

Sin sueldos, aguinaldos, obra social ni aportes jubilatorios, los trabajadores decidieron paralizar la producción y evitar que este empresario continuara su gran estafa. “Queremos salvaguardar los puestos de trabajo y preservar las máquinas, que son las herramientas que tenemos los trabajadores. Decidimos ocupar la empresa porque nosotros ansiamos seguir trabajando”, asevera Kozache, delegado de la Unión Obrera Metalúrgica desde hace nueve años.
 
Pero en la planta no sólo están los trabajadores que hacen guardia las 24 horas del día. También está Wald, este empresario de 84 años que cuando llaman los clientes, no quiere dar la cara. A veces atiende y él mismo al teléfono dice que no se encuentra. O si está presente y atienden los trabajadores, les pide que digan que no está. Luego desaparece de la fábrica por 15 días y al volver merodea los pasillos impartiendo puteadas. Así convive, desde junio, con sus 25 ex empleados que aguantan los 7 días de la semana, más otros 18 que rotan en grupos y en turnos de 5 horas. En total, son 42 hombres y mujeres que se resisten a quedar en la calle. Tienen, en promedio, 12 años en la empresa. 
 
Pero hace dos, Microteclados entró en convocatoria de acreedores. Y a fin del año pasado hubo mediaciones en el Ministerio de Trabajo, donde se concensuó un plan de pagos que la empresa incumplió. En la última reunión, se le pidió a Luis Wald que se retire y deje a los trabajadores gestionar la empresa. El empresario se opone, los trabajadores resisten. Por eso decidieron quedarse. Si el dueño cambiase la cerradura, ellos no podrían volver a tomar la fábrica porque estarían violando la propiedad privada.
A algunos les conviene dormir durante la semana porque viven lejos y no pueden estar gastando en el pasaje de colectivo, entonces se quedan tres días y vuelven dentro de otros tres. Lo van acordando en el momento, también, según las changas de electricista que van consiguiendo para zafar unos mangos.
 
No es sencillo. La situación generó conflictos internos en las familias: roces, peleas y varios hasta perdieron su matrimonio. “Mejor estar acá con los compañeros que en casa con los problemas porque no llevamos plata o solo, pensando en que perdí todo”, afirma uno de los trabajadores.
 
Y no están solos. La Cámpora y la UOM les llevaron 40 toneladas de alimentos, 5 colchones y frazadas que acomodaron en distintas oficinas. Armaron un espacio donde colocaron una cocina a garrafa, que un compañero trajo de su casa. Durante el día hacen ollas populares, juegan a las cartas o atienden el teléfono para explicar la situación. “Aunque estamos sin actividad productiva, nos aconsejaron que abramos las líneas telefónicas a los clientes. Ellos nos preguntan si el dueño ya se fue porque saben que al trabajo lo hacen los trabajadores”.
 
Es que algunos clientes han invertido, por adelantado, sumas de 100 mil pesos por producciones que Wald no concretó. “Nosotros entendemos que los clientes estén enojados, pero nosotros no los cagamos. Tienen que entendernos a nosotros también que desde marzo no cobramos”, explica Daniel Juárez, otro de los trabajadores, y subraya: “Lo peor de todo es que no pagan por la mala administración, no porque no hay trabajo, ya que todos los días hay pedidos para entregar”.
 
Una salida cooperativa
 
Los muchachos de la Gráfica nos prestaron un espacio para las reuniones porque acá está el dueño y nosotros no queríamos decidir nada en su presencia”, relata Juárez. La “Gráfica” es la Cooperativa Gráfica Patricios, una imprenta recuperada por sus trabajadores hace una década y que está a pocas cuadras de Microteclados. Allí elaboraron el acta, eligieron las autoridades, el tesorero y el consejo administrativo de “Los trabajadores de Microteclados”, la incipiente cooperativa que gestionaron con el Ministerio de Trabajo.
 
La cooperativa ya está conformada, tiene aprobación del INAES, un CUIL propio y sus miembros quieren empezar a facturar ellos mismos. Pero no pueden instrumentar esta modalidad hasta que la empresa de Wald se declare en quiebra.
 
Para reactivar la producción cuentan con un subsidio del Ministerio de Desarrollo Social y del Ministerio de Trabajo nacionales. Esperanzados esperan pronto comprar la materia prima, hacer dos o tres pedidos y arrancar la rueda productiva. “Nos quedaremos acá hasta que todo salga adelante. La cerradura la cambian los trabajadores”, finaliza Kozache rodeado de sus compañeros.