Es hora de atacar la desigualdad con gestión

Sin tapujos y con mucho trabajo social, el delegado de la manzana 29 de la villa 21 se acaba de transformar en director de la Casa de la Cultura. Desde allí promete asumir el desafío de ampliar la inclusión para romper con las barreras culturales y la estigmatización. Por Lucrecia Raimondi

Es hora de atacar la desigualdad con gestión

La primera vez que vine a Buenos Aires fue de pendejo, escapándome para ver a Perón. Vinimos gratis en tren y de Retiro fuimos para Ezeiza, pero no pudimos llegar por el tiroteo”. En aquel convulsionado 1972, Mario Gómez aún vivía en su Jujuy natal. Su papá tenía una Unidad Básica en el Ingenio Río Grande, La Mendieta, y su madre formoseña era sobreviviente del Octubre Pilagá, la masacre indígena en el paraje Rincón Bomba. Pocos años después, con trabajo y sin terminar la secundaria, cambió la puna por la ciudad.

Primero vivió en un conventillo donde la mayoría era jujeña y, después, de la mano de su futura esposa, se mudó a villa 21 donde vive hasta hoy.

Este verano, y luego de 27 años de trabajo en Rentas porteño, el Ministerio de Cultura de la Nación le propuso hacerse cargo de la “nave espacial”. A los 57 años, delegado de su manzana en la Causa Riachuelo, el nuevo director de la Casa de la Cultura de Villa 21 admite que le está costando estar al frente porque todavía no le encuentra la vuelta. “No sé si soy yo o si es el sistema”, se pregunta asumiéndose espontáneo, genuino y hasta algo inocente.
 
- ¿Cómo te ofrecieron el cargo de director?
- Querían una figura del barrio que no estuviera salpicado de la interna y viniera a apaciguar. Me buscaron en mi casa gente del Ministerio por medio de una amiga, Zunilda. Me costó aceptar pero lo tomé como un desafío de ver si podemos generar una estructura y llenarla de contenido.
 
- ¿Por qué a vos y no a otro delegado?
- Yo soy referente y no hago política partidaria. Adhiero al proyecto nacional y popular pero no integro ninguna picadora de carne. Tengo una mirada profunda sobre el barrio con un perfil de militancia de muchos años de trabajo social, no es sólo la Sirga. Tendí cableado de luz, instalamos cloacas y entre los vecinos trabajamos sobre la mística con la necesidad misma.
 
- ¿En qué condiciones encontraste la Casa de la Cultura?
- Acá hubo una serie de inconvenientes muy serios y engañaron la reivindicación del humilde. Instalaron una mirada sobre la política que generó más estigmatización del barrio y una confrontación que produjo mucho daño. Esto lo convirtieron en un botín de guerra, acá depredaron. Los talleres de fotografía y de guitarra no los podemos dar porque no hay cámaras de fotos ni guitarras; se las llevaron.
 
- ¿Qué pasa con los contratos laborales a los vecinos del barrio?
- Yo soy un defensor del puesto laboral. La dotación que estaba es la que labura y se queda. Acá hay gente trabajadora en limpieza, seguridad y mantenimiento que tienen arraigado la cultura de la pertenencia.
 
- ¿Qué importancia tiene para los niños y jóvenes esta Casa dentro del barrio?
- Lo que se vive con el narcotráfico es muy grave y hay una mirada instalada sobre la villa 21-24 como el refugio de los delincuentes. Espacios como éste comprometen al Estado a ser generador de más oportunidades. Acá tenemos a los chicos Arrieta, que reflejan lo más genuino de nuestra cultura. La ciudad tiene que aprender a empoderarse de estos chicos porque el talento no está oculto, está ahí para que no haya más barreras culturales entre los que viven en la villa y los que viven en el asfalto.
 
-En algunas entrevistas dijo que en esta nueva etapa tiene que haber una explosión cultural, ¿a qué se refiere y cómo piensa lograrlo?
- Yo tengo como meta llevar la Casa tierra adentro. Me gustaría que la cultura genere oportunidades y de los cursos puedan salir con un título serio que les permita trabajar. Por eso camino por todos lados para ver qué se está haciendo, qué se necesita. En el despacho me siento prisionero.
 
- ¿Con qué limitaciones se enfrenta?
- Tenemos muchos impedimentos e intereses y hay una desconfianza adentro del barrio en la política estructural de la Casa. Desde mi perspectiva me es difícil interactuar con eso porque tengo una mirada para adentro de la villa, no sectaria ni excluyente. Conmigo está todo el mundo bien, pero pareciera que el que no piensa igual no puede acceder al beneficio de la cultura. Estoy aprendiendo lo que es gestionar, pero los aparatos traban mucho y eso me genera impotencia cuando pienso en una perspectiva a futuro.
 
- ¿Qué falta para mejorar?
- Si tuviéramos las herramientas necesarias y verdaderas generaríamos más alegría.Con una formación adulta y comprometida lograríamos hacer palpable la igualdad para que las palabras estigmatización y discriminación desaparezcan. Nosotros que estamos acá no tenemos que jugar con la victimización ni porque vivimos en la villa, estar a la defensiva. Es hora de que todos como sociedad nos pongamos los pantalones largos y ataquemos la desigualdad con gestión.
 

De Coscia a Parodi

 
El 9 de septiembre de 2013 la presidenta Cristina Fernández pisó el barro para inaugurar la Casa de la Cultura Villa 21 Barracas: el primer espacio artístico estatal, construido en un barrio marginado, con aulas y tecnología de punta para el auditorio y los talleres. Por entonces, la Secretaría de Cultura de la Nación estaba a cargo del cineasta Jorge Coscia, quien mudó su despacho del paquete barrio Recoleta a Av. Iriarte 3500. Al frente de la Casa asumió Nidia Zarza, una vecina del barrio y militante de Patria Grande, el movimiento de Víctor Ramos. Pero un año después, su gestión quedó en la mira acusada de facturar millones de pesos indiscriminadamente.
En mayo de 2014, la Secretaría elevó su rango a Ministerio. Cristina pidió a Coscia su renuncia y designó a la cantante Teresa Parodi como ministra de la Nación. Esto repercutió en la Casa de Barracas: se creó el Programa Nacional de Fortalecimiento de la Cultura Popular y su nombre pasó a Casa Central de la Cultura Popular. Esta sede impulsará todas las políticas del programa, con Julieta Chinchilla como coordinadora general. A Mario Gómez, delegado de la Manzana 29, lo convocaron en enero para reemplazar a Zarza en la dirección y darle a la Casa de la Cultura un cambio de aire.