Gregorio Traub, los ojos de un barrio
De familia Lituana, nació en Barracas hace 82 años y jamás se fue. Allí retrató a grandes personalidades del siglo XX, pero también a vecinos e instituciones. Con tristeza, registró la construcción de la autopista que expulsó a cientos de familias. Sus trabajos se pueden ver en el Café Notable La Flor de Barracas. Por Juan Manuel Castro
Ser fotógrafo ha sido su modo de ser vecino. La mayor parte de su vida Gregorio Traub achinó sus ojos celestes para eternizar estas calles. Hizo sus primeros trabajos, a los 11 años, en torno al Teatro Independiente de Barracas; registró las demoliciones hechas por la dictadura para levantar autopistas y hasta capturó la visita al barrio de grandes del tango y el arte. Fue fotógrafo personal de Benito Quinquela Martín, trabajó en el Café Tortoni y la Academia Nacional del Tango. Por si fuera poco, es ex Secretario de la República de Barracas e integró su Junta de Estudios Históricos.
La primaria la cursó en la escuela Fray Justo Santa María de Oro de la calle California, porque estaba cerca de su casa. En 1945, a los once años, cuando terminó la segunda guerra mundial, empezó a colaborar en un estudio fotográfico. Su maestro fue Adolfo Yusiff, a quien define como “un hombre generoso”. La galería donde sacaban fotos, fuera de horario laboral, se convertía en una sala de ensayo para obras del Teatro Independiente de Barracas (TIB), que también dirigía Yusiff. “En ese ambiente cultivé el gusto por el teatro y las artes”, evoca. En cuanto a su trabajo, recuerda la satisfacción de haber dado sus primeros pasos y, a la vez, haber tenido buena paga: “En épocas de carnaval o comunión llegué a ganar más que mis padres. Los domingos los grupos familiares se reunían para mandar fotos postales a parientes del extranjero”.
En paralelo, fue fotógrafo de Quinquela Martín en sus últimos años de vida. Lo retrató cuando en 1974 Juan Domingo Perón, durante su tercera presidencia y semanas antes de morir, fue a visitarlo. El pintor vivía en Suárez y Azara. Perón le dio una réplica del sable corvo de José de San Martín, el mismo que el Libertador había legado a Juan Manuel de Rosas. Quinquela le ofreció un cuadro suyo.
En Barracas, además fotografió a grandes valores del tango en el extinto Morfín. “Era el restorán privado de Raúl Andrade. Era una espléndida casa antigua reformada. En el frente estaba la empresa de construcción Mopin (en Montes de Oca y Pinzón, de ahí el nombre). Al fondo, estaba el restaurante Morfín. Ahí era un desfile de figuras. Yo llegaba a la noche, era el fotógrafo, iba con Elsa, mi compañera. Desfilaban políticos, gente de la cultura, pintores, escultores. Fotografié a Tito Reyes, Campore, a Pichuco (de ahí es la foto de la torta-bandoneón), Julián Centeya. Cuando celebraban el Día del Escritor iban Bernardo Verbitsky, César Tiempo, Escardó”, evoca Gregorio.
También la lente de Traub estuvo en los momentos negros del barrio. Cuenta que fotografió el antes y el después de la llegada de las autopistas, en años de dictadura. “La gente sufrió mucho, es uno de los recuerdos más dolorosos, muchos se tuvieron que ir del barrio donde vivieron toda su vida”, asegura y espera algún día poder montar una exposición con este contraste para generar conciencia sobre lo ocurrido.
Asegura que su tiempo lo dio al barrio y sus instituciones. Y que ése, es su “mayor orgullo”.