Un programa de ficción

 Los pibes del sur se convierten en realizadores y son artífices de sus propias películas gracias a CineZap, una iniciativa del Ministerio de Educación porteño que acerca el cine a las escuelas públicas. Una muestra de lo que el Estado debería ser. Por Facundo Baños

Un programa de ficción

 En 2014, alumnos de la Escuela 6 de la Villa 21-24 fueron reconocidos por el material que produjeron en el marco de CineZap, un proyecto social que parte del Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires e involucra a la Universidad del Cine y a colegios de Soldati, Lugano, Pompeya y Barracas, las barriadas viejas del sur.

 
En esa oportunidad, los pibes decidieron hacer un cortometraje sobre el Pomberito, un ser mitológico propio de la cultura guaraní y omnipresente en las leyendas rurales. La 21-24 está nutrida de familias paraguayas y sus costumbres se respetan y reproducen en los barrios que la integran. La Escuela Media N°6 evita esa pretensión de estandarización o normalización que muchas veces afecta el recorrido escolar de los chicos. Sus profes, en cambio, se esfuerzan por rescatar las costumbres que los alumnos traen de sus casas y huelen a su tierra lejana. Buscan la forma de incorporarlas a la tarea cotidiana del aprendizaje y así reafirman su valor.
 
Este año volvieron a participar de la propuesta y presentaron un corto que se llamó Lazos: es el producto del trabajo de todo el año y ya puede verse en la plataforma de cinezap. Este programa entiende al lenguaje audiovisual como un dispositivo pedagógico y una herramienta de intervención socioeducativa. Hace 17 años que se puso en marcha, siempre con el objetivo de mejorar la calidad educativa y ampliar la perspectiva de estas escuelas, cuyos alumnos sufren mayores dificultades. Liliana Mumeli es profe de Lengua y durante las horas de su clase los estudiantes se dedicaron al proyecto. Ella explica que los jóvenes se encargan de la producción del cortometraje en su totalidad, desde la escritura del guión hasta la edición final. En esta ocasión, le dieron forma a una idea que trajo Soraida Candia, la alumna que luego sería la directora del rodaje. Los chicos se reparten los roles desde el comienzo y durante sus visitas a la Universidad del Cine van aprendiendo los secretos del oficio.
 
Soraida había soñado una vez con un asesinato. Mejor dicho, con un suicidio que no salía y la llamada a un sicario para acabar con esa vida que no quería ser. Esta alumna de cuarto año suele ponerse a escribir, y las historias que salen de su pluma tienen un trasfondo de suspenso y terror. Cuando llegó la hora de pensar una historia junto a sus compañeros, ella recordó aquel sueño y lo compartió en el aula. Entre todos empezaron a aportar elementos y así fue como su ocurrencia fue tomando forma narrativa.
 
Roque Fusaro también fue maestro de los chicos y ellos lo eligieron para que interprete al adulto del cortometraje. No era fácil el papel que le tocó: un padre golpeador que azotaba a su hijo con un cinturón desde su más pequeña infancia. El paso del tiempo es tangible en la historia y se pone de manifiesto cómo esa conducta represiva se reproduce y se naturaliza, en vez de corregirse. El joven encuentra un oasis en el amor de una chica que lo entiende casi sin decir nada. Roque explica que el rodaje en sí llevó algunos días de trabajo pero que lo más interesante es todo lo que los chicos consiguieron habiendo empezado el proyecto desde cero, esa misma tarde que Soraida contó el sueño. A partir de ahí, fueron meses de laburo: “Me vinieron a buscar a mí pero también necesitaban cubrir el rol de un nene más chiquito, y armaron un casting en el colegio hasta que dieron con un alumnito de primer año que finalmente se sumó al rodaje”. Como Liliana, rescata el trabajo de grupo y la organización que ellos mismos se dan, imprescindibles en la realización de un cortometraje.
 
Seis mil estudiantes ya formaron parte de esta experiencia audiovisual que ofrece el programa, y sus sueños y miradas quedaron plasmados en los más de 100 cortometrajes que han sido escritos, producidos, dirigidos, actuados y filmados por ellos mismos. Entre los objetivos primordiales figura la inclusión de los alumnos de nivel secundario a partir de la promoción de las tecnologías de comunicación. Se busca disminuir la brecha del acceso a estos bienes y se intenta reforzar los procesos de aprendizaje en las escuelas públicas.
 
Soraida piensa en estudiar psicología para entender a las personas. Quizá quiera entender sus sueños también. Hoy siente gratitud por haber compartido con sus profes y compañeros este camino largo que fue la producción del cortometraje. No importa que ella quiera ser psicóloga o cineasta: lo bueno es que los pibes de los barrios siguen formándose después del secundario, y lo malo sería perder ese logro que tanto esfuerzo costó.