El Distrito del Arte (de desalojar)

Según relevó el Grupo de Vivienda y Hábitat de La Boca, durante el último año fueron desalojadas 1106 personas del barrio. Para denunciarlo y visibilizar un proceso acelerado por la mano del Estado, realizaron una acción sorpresa en Caminito. Crónica de una tarde para despabilar. Por Martina Noailles

El Distrito del Arte (de desalojar)

 Av. Patricios 919, 10 familias desalojadas.

Irala 1100, 11 familias desalojadas.
Av. Almirante Brown 1051, 17 familias desalojadas.
Alvar Núñez 46, 2 familias desalojadas.
California 1151, 1 familia desalojada.
Garibaldi 1576, 10 familias desalojadas.
Suárez 955, 7 familias desalojadas.
Villafañe 1181, 1 familia desalojada.
Palacios 810, 8 familias van a la calle.
Lamadrid 935, 2 familias van a la calle.
Coronel Salvadores 918, 1 familia será desalojada.
Vespucio 65, 22 familias van a la calle.
 
La lista parece no tener fin. Los carteles blancos sobre los cuerpos negros gritan el presente de un barrio estrujado por el negocio inmobiliario. La especulación, junto a su Gobierno cómplice y su Justicia ciega, expulsó a más de mil personas el último año. Exactamente 1106. Hombres, mujeres, ancianos, bebés, personas con discapacidad, enfermos. El mercado no distingue. Avanza.
 
Pero el grito resuena contra las chapas de colores. En fila, y luego en ronda, un grupo de vecinos camina entre el turismo propio y ajeno. Todos se detienen. Escuchan. Filman. Fotografían. Los versos de la canción escupen la imagen que Caminito esconde entre sus pliegos. “No estamos todos, señores, ya echaron 1106”. La consola del moderno PROA sube el volumen. Quien quiera oír que oiga, dice uno entre otros que intentan disfrutar del “desfile exclusivo” que abre “la semana de Diseño BA”. Modelos enfundadas en diseños de Malevich, maestro del suprematismo. El Distrito de las Artes en todo su esplendor. Lejos, años luz de los marginados del sistema que comparten un baño entre 10 familias mientras sus pulmones absorben la humedad que chorrea por las paredes acanaladas. Esos que sueñan pesadillas de fuego.
 
El cruce entre el desfile exclusivo y la denuncia de los expulsados fue casual. Espontáneo. Nada de escrache, todo de realidad; mucho de ese contraste que hace más brutal lo brutal. Todos los días, mientras cientos pasan efímeros por uno de los sitios de la Ciudad más visitados por los turistas, otros tantos se quedan sin techo.
 
Pero también muchos resisten. Y la acción que el sábado 22 de octubre zamarreó por algunos minutos la tarde boquense, buscó eso. Mostrar. Visibilizar. Denunciar. Contar que, silenciosos, hay quienes se organizan en el barrio para resistir que sus vecinos y, ellos mismos, sean desalojados. Es el Grupo de Vivienda y Hábitat, hombres y mujeres que desde hace seis años se reúnen alrededor de la problemática más profunda del barrio: una crisis habitacional que en el último tiempo, según sus números, según su experiencia cotidiana, se acelera de la mano de juicios records donde el único derecho que prevalece es el de la propiedad. Expedientes donde muy pocas veces los desalojados pueden defenderse y, prácticamente, nunca su voz es oída.
 
Mientras, unos pocos se van quedando con todo por poco.
 
La ronda se cierra. En fila, los de negro deshacen el camino que los trajo al centro turístico del barrio. “Este gobierno corrupto del barrio nos quiere correr”, siguen sonando entre camisetas de Boca, sombrillas y ojos grandes. “Y a este gobierno de mierda decimos, de acá no nos van a mover”. Las gargantas se inflan, la bronca se hace canción. Y acción.