La verdadera historia de Juan Pablo Kukoc

¿Quién era el chico de 18 años fusilado por la espalda? Los abusos de su padrastro, la lucha de su mamá Ivone por mantener a sus hijos. Sur Capitalino estuvo en su casa del barrio de La Boca cuando el presidente Mauricio Macri recibió y felicitó al policía Luis Chocobar. Qué dice el expediente y qué dice la ley. Por Lucrecia Raimondi  
La verdadera historia de Juan Pablo Kukoc

Ivone se acostó con un alivio rancio cuando su hermana la llamó por teléfono para contarle que habían embargado por $400 mil a Luis Chocobar. Justo esa mañana la había pasado leyendo el expediente. Pensó sin entender: ¿La vida de mi hijo tiene un precio? Cuarenta y ocho horas más tarde, se enteró que el presidente de la Nación, Mauricio Macri, recibió en la Casa Rosada al Policía Local de Avellaneda. Fue una reunión armada por la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. Chocobar fue de estricto uniforme. “Estoy orgulloso de que haya un policía como vos”, le dijo Macri a quien mató por la espalda al adolescente de 18 años. En La Boca, Ivone no lo podía creer. Sur Capitalino fue testigo de la escena. La mujer le sacaba fotos a la tele, se las mandaba a sus familiares y a sus amigos salteños. Todos le contestaban enseguida. Ponían en pausa sus tareas, prendían la tele y le respondían lo mismo: cómo podía ser que hablaran así de Juan Pablo, cómo podía ser que el responsable de su muerte fuera reconocido y felicitado. “Por eso fui a que me escuche también. Tiene que saber las dos campanas. Que el policía no tenía por qué seguirlo si no vio lo que pasó”. Después de debatir con la familia, Ivone se acercó a la Casa Rosada, pidió hablar con el Presidente. Los policías del palacio de Gobierno la miraron y rieron. Ni la dejaron pisar la entrada. Le dijeron que hiciera una nota con sus datos y que pidiera una audiencia. Pero no se rindió. El martes 6 fue a dejar su pedido de audiencia. Bullrich tras reunirse con el policía y con Macri, aseguró ante los medios: “Lo vamos a ayudar en la defensa legal, tanto nosotros como la Provincia de Buenos Aires. Hemos tomado contacto con el juez para analizar los contactos”. Una periodista le preguntó: “¿Eso no es una presión del poder político sobre judicial?”. “No”, contestó la ministra. “Porque lo que vamos a dar es una defensa legal, que es poner abogados para que den un punto de vista alternativo al que tuvo el juez. Y también hay una cámara. Lo importante es que damos vuelta la realidad. Hemos dado vuelta lo que pasaba acá, los victimarios parecían las víctimas. Ya hemos revertido esto, tanto en las fuerzas como en la sociedad". Mientras los medios fomentaban la indignación por el embargo a Chocobar, una parte de la sociedad se preguntaba qué pasa con esa familia que perdió un hijo, un hermano, un sobrino, muerto por la espalda por un arma de fuego reglamentaria.

 
LOS HECHOS
El policía no conocía a Juan Pablo aunque vivían a cuatro cuadras. Sus familias se habían visto en Salta, provincia natal de los Kukoc y de los Chocobar. El 8 de diciembre pasado, Juan Pablo no estaba bien cuando se animó al robo. Su mamá reconoce que tenía problemas de drogas y de alcohol, aunque en el Instituto San Martín -donde dos meses antes estuvo detenido- le dijeron que no era tan grave como para someterlo a una rehabilitación. La noche anterior a su muerte, Juan Pablo había estado en su casa. A las ocho de la mañana un amigo lo pasó a buscar. Fueron a Caminito. En la esquina de las calles Garibaldi y Olavarría se toparon con el turista estadounidense. Rápidamente, Juan Pablo le quitó la cámara y salió corriendo. Un vecino, que vio a Juan Pablo y lo siguió con la moto, declaró en la causa: “Cuando le dije por segunda vez que se quede quieto me obedeció. No me quería dar la cámara y se la saqué de un tirón. En ningún momento nos mostró un arma ni tampoco vi que tuviera algo encima”. Cuando le quitó la cámara y le dijo que se fuera, escuchó a Chocobar decir “Alto policía” y efectuar tres tiros. Juan Pablo salió corriendo por Irala hacia Suárez. Otros testigos declararon que en todo momento el chico corrió mirando hacia adelante y que Chocobar siguió disparando. La misma escena muestran las cámaras de seguridad apostadas en esa cuadra. En el expediente, al que tuvo acceso Sur Capitalino, consta que Chocobar no vio el robo, que dio la voz en alto cuando observó la huida y la situación con los vecinos. Chocobar lo persiguió a los tiros. En Irala y Suárez, la esquina de la casa del adolescente, el policía volvió a disparar y acertó: un balazo en la pierna y otro, letal, en la espalda. En total, descargó siete vainas de su 9 mm reglamentaria. Ivone encontró a Juan Pablo tirado en la calle. Y a José, su otro hijo de 16 años, agarrándolo. Ella volvía de Plaza Matheu de despedir a los más chicos que se iban de viaje. José le gritaba que no se muera y Juan Pablo que no lo dejara morir. La ambulancia del Hospital Argerich tardó una hora en llegar. -En ese momento escuchaba que los policías en sus radios preguntaban por la ambulancia para el turista pero en ningún momento pidieron por mi hijo, lo dejaron tirado como un perro, dice Ivone con rabia. Juan Pablo y el turista estuvieron internados cuatro días en el mismo edificio. El estadounidense se recuperó pero el chico falleció el 12 de diciembre. “Los médicos nos trataron mal, no nos dejaron verlo”, dijo la mamá. “Creo que lo dejaron morir”.
 
EL EXPEDIENTE
El Juzgado Nacional de Menores Nº1, a cargo del juez Enrique Velázquez, dictaminó el 24 de enero pasado que Luis Chocobar es “autor penalmente responsable del delito de homicidio agravado por su comisión con violencia contra las personas mediante la utilización de un arma de fuego, cometido con exceso en la legítima defensa”. No dio lugar a la prisión preventiva y embargó sus bienes por 400 mil pesos. Al menor implicado, el juez lo procesó por robo agravado por tentativa de homicidio y trabó embargo de sus bienes en la suma de un 1.000.000 de pesos. La querella que representa a la mamá de Juan Pablo Kukoc, asesinado por Chocobar, presentó el recurso de apelación porque “a criterio de esta parte la totalidad de prueba colectada demuestra que por ser Chocobar miembro de una fuerza de seguridad de un Estado, la Justicia debe investigar los hechos en el marco de de la violencia institucional. “Lo cierto es que escogió de entre todas las opciones que encontraba, el medio más gravoso. Y tal irracionalidad en su actuar derivó en una indignante desproporción entre el presunto mal que se pretendía evitar y el resultado muerte de un joven de 18 años”, sostuvo la querella. Chochobar declaró que disparó “en legítima defensa en zonas no vitales” aunque un proyectil impactó en la zona lumbar. Para la querella “intervino con conocimiento y voluntad de que dicha acción podía causar la muerte de Kukoc”. El juez sostuvo que el policía utilizó un medio que le provee el Estado y se excedió al no tomar los recaudos suficientes -por lo que cometió un delitopero que actuó en obligación de sus funciones frente a la agresión previa cometida contra el turista. El imputado declaró que disparó a siete metros de distancia y alegó que lo hizo la primera vez con la intención de proteger a los vecinos y la segunda porque no obedecía a sus órdenes y temió por su integridad física.
 
LA VIDA TE DA PALOS
“Jamás se me cruzó por la cabeza cobrarme su vida, no es una vida por otra. Creo en la justicia de Dios. Por eso no le tengo bronca pero sé que es el asesino de mi hijo”. Ivone es robusta y tiene una forma de hablar que la muestra como una mujer de hierro, capaz de afrontarlo todo. Sin embargo, se quiebra cuando escucha las noticias en la televisión. Su voz se afina al acordarse de su “Negro” y cuenta que los hijos más chicos preguntan dónde está su hermano. “Lo ensuciaron mal. No lo respetaron. Lo juzgó el policía y lo juzgaron los medios. Dijeron que fuimos a amenazar al policía y nada que ver, estábamos todos en el hospital y después atrás del velorio. Yo sé donde vive y nunca lo fui a molestar. Es mi vecino. Jamás se me cruzó por la cabeza cobrarme su vida, no es una vida por otra. Creo en la justicia de Dios. Por eso no le tengo bronca pero sé que es el asesino de mi hijo”. Las empanadas salteñas es el único sustento de la familia y los Kukoc salen todos los días por el barrio a venderlas. En el conventillo de Suárez al 1000 viven seis familias. En la casa de Ivone eran diez hasta que su hija mayor se fue, con su pareja y su bebé, a Salta. El 12 de diciembre, después del asesinato de Juan Pablo, quedaron seis: Ivone, su pareja y cuatro niños. Los Kukoc llegaron a La Boca en 2012 pero la ciudad no les gustaba porque venían de un pueblo de campesinos. La mamá de Ivone, que ya murió, fue quien los ayudó a adaptase. “Toda mi vida laburé y los chicos se hacían cargo de la casa cuando yo no estaba”. Ivone se refiere a Belén, la mayor, y a Juan Pablo, el primer varón. “Lo presioné para que se pusiera en el rol de padre. Era el hombre de la casa hasta hace dos años que me junté”. El chico sostenía a la familia vendiendo palta, naranja, pan casero, golosinas o masitas que cocinaba Ivone cuando no tenía trabajo. Los cuatro hermanos menores le hacían caso: Juan Pablo tenía autoridad. Nadie salía a la calle si él no lo permitía. “Se crió faltándole económicamente todo. Todos los problemas vienen de ahí”, cuenta Ivone. Él decía que era pobre porque le faltaban útiles, no tenían para comer y al colegio iban con las zapatillas rotas. Salieron adelante pero la vida no siempre los ayudó: cuando Juan Pablo tenía diez años, el padre de los dos hermanitos más chicos, abusaba de la hija mayor y obligaba al resto a mirar, bajo golpes y amenazas de muerte. - Juan Pablo sufrió mucho. Cuando lo metieron preso, cambió. Era un niño bueno y serio, y de golpe maduró. Se hizo un caparazón lleno de ira adentro y se la agarraba con la vida. Ivone cree que Juan Pablo sintió que tenía que defender a su familia. “Tuvo una decepción por eso que pasó con su hermana, que era lo más preciado para él. Se le veía en los ojos que no estaba bien por ese hecho. Lloraba y no se quería acordar de nada, no quería hablar del tema. Juan Pablo creía que todo era feo en la vida. Yo trataba de que empecemos de nuevo. Pero ahora estamos otra vez en el horno, con muy pocas herramientas y revivimos todo lo que nos pasó. Tenemos un trauma familiar muy grande” porque la muerte de Juan Pablo, su ausencia, asegura que es lo peor que les pasó. Ivone dice que no hubiera querido jamás sentir ese dolor inigualable. Muchos días no se quiere levantar pero lo hace por sus otros hijos. “¡Con lo que me costó criarlos! ¿Para qué hago las cosas si me los pueden matar? Mira si una madre va a permitir que su hijo robe y le dé de comer. Me dolieron mucho los comentarios. La gente me señala, me mira. Me dice descarada, garronera. Ni flores puedo sacar a la calle para llevarle, las tengo que comprar en otro lado”. Mientras Chocobar sale en la tele y recibe honores presidenciales, en la familia Kukoc todo es tristeza. “La estamos pasando muy mal en serio”.
 
JUAN PABLO
Le decían “Poblado”. Esperaba ansioso cumplir los 18 años para ir a bailar, pero un gatillo fácil no le dió tiempo. Amiguero, se hacía el lindo con las chicas que lo iban a buscar y que decían que eran sus novias. Después les pedía a las hermanas que las espantaran. Su familia lo extraña horrores y sus hermanitos hablan de él en presente. “Era la alegría de la casa, era como Ozuna por como bailaba y cantaba. Fiestero, escuchaba música ATR (a todo ritmo). Se enojaba conmigo cuando le ponía las reglas -Ivone se agarra la cabeza.- Me hacía doler porque nunca estaba quieto, le gustaba salir a la calle, iba para todos lados”. Aclara que no andaba en banda, que tenía amigos que no eran delincuentes. Lloró mucho el encierro en el Instituto de Menores. “Mamá sabes lo feo que es que apaguen las luces y no estés ahí para darme un beso”, le decía a Ivone. Del San Martín volvió distinto. Los de seguridad le pegaban pero no le podía contar a la psicóloga porque “lo agarraban peor”. A Ivone le llamaba la atención, cuando lo visitaba, que por momentos estaba callado y se comía mucho las uñas. “Era por cómo lo trataban. Acá siempre lo rodeó mucho cariño”. Todo el tiempo estaba atrás de él diciéndole que conteste el celular, que le cargaba crédito, que volviera a la casa si no tenía batería, que avisara o llevara el de ella. “Me arrepiento por no haber sido más firme. Él era duro y me chamullaba y así, un ‘no’ terminaba siendo un sí. Cuando pasó lo que pasó, empecé a tratarlo de igual a igual”. “Juan Pablo llevaba una vida de exposición como la de Ángel –asesinado por la policía bonaerense en 2015 tras una persecución que comenzó en La Boca y terminó en Dock Sud- y la de Cristian –hoy privado de la libertad-. Son pibes que van hacia lo inevitable”, se lamenta Fabricio Reyes, promotor de la Casa del Niño y el Adolescente de La Boca. Los trabajadores de ese programa estatal de asistencia a la niñez intentan, a través del juego, conectar a los adolescentes con otras realidades y expectativas posibles, desde el límite y la contención de las que a veces carecen en sus entornos familiares. “Era escurridizo y tenía muy buen humor”. Así describe Fabricio a Juan Pablo. Así lo vio dos días antes de que lo mataran. Ivone no tiene recursos. Pide que publiquen su número en las redes sociales para que la llamen los canales de televisión. Quiere hablar para que se dejen de opinar barbaridades. Quiere respeto por la memoria de Juan Pablo.