Inseguridad alimentaria

El coronavirus encuentra en la mala y escasa alimentación una oportunidad inmejorable para hacer más daño al organismo. Trabajadores de la salud dedicados al área de nutrición denunciaron la “falta de atención por parte de los organismos con prestaciones insuficientes en calidad y cantidad”. 

 

Por Roly Villani

Inseguridad alimentaria

La Ciudad sigue la tendencia del país, donde según la “Cuarta Encuesta Nacional de Factores de riesgo”, seis de cada diez adultos presentan sobrepeso u obesidad, factores de riesgo para enfermedades graves como diabetes, hipertensión, cánceres y problemas cardiovasculares. Este panorama es un caldo de cultivo peligrosísimo en el actual contexto, en el que el estrés que supone el confinamiento y el distanciamiento social suele degradar los hábitos y acentuar el consumo de alimentos menos saludables. Estos problemas de salud, asociados a la mala o escasa alimentación, representan un riesgo aumentado de hospitalización en caso de infección con Covid, y de progreso hacia estadios críticos.

 

Cuando se declaró la cuarentena y se cancelaron las clases, lo primero que hizo el Gobierno fue empeorar la dieta de los alumnos. Por supuesto que hubo protestas de la comunidad educativa y de las familias, pero la gestión de la Ciudad recién modificó esa política alimentaria calamitosa a partir de una medida cautelar de la jueza porteña Romina Tesone –en respuesta a una presentación de la legisladora del FIT Myriam Bregman- que en abril ordenó al GCBA que garantice un almuerzo en todas las escuelas del nivel inicial, primario y secundario y asegure que “sea elaborado según los criterios establecidos en las pautas de alimentación saludable”.

 

A partir de entonces, se entrega cada 15 días la “Canasta Escolar Nutritiva (COVID-19)” que consiste básicamente en el alimento acumulado de lo que el chico no comió en la escuela. Solo para el alumno y sólo por los días hábiles. El documento firmado por los profesionales de la nutrición denuncia que “de acuerdo con los alimentos que la integran, se observa que el grupo de frutas y verduras no alcanza a cubrir las porciones diarias recomendadas por las Guías Alimentarias para la Población Argentina, la variedad es escasa y en algunas oportunidades tuvieron que ser desechadas por no ser aptas para su consumo”. Además, “el aporte de proteínas de alto valor biológico, vitaminas, minerales y fibra son insuficientes si consideramos la población a la que está dirigida”.

 

El documento también pone la lupa en la asistencia que brinda el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat, que manifiesta haber incrementado un 30% las raciones enviadas a los comedores comunitarios, número que aún resulta insuficiente teniendo en cuenta las estimaciones de aumento de la pobreza extrema. Este Ministerio ha implementado, también, la entrega de bolsones de productos alimentarios envasados a personas mayores de 65 años que residen en barrios vulnerables. “Los productos incluidos son en un 50% productos ultraprocesados, con un elevado contenido de grasas, azúcares agregados y sodio; los cuales son desaconsejados en una alimentación saludable y, más aún, en personas mayores, entre quienes las enfermedades crónicas tienen una alta prevalencia. En estos bolsones, no se entregan frutas ni verduras, alimentos que se consideran fundamentales en una alimentación completa y variada”, señalaron. 

 

“Nosotros cuestionamos -dice Andrea Graciano, nutricionista que trabaja en La Boca y firmante del documento- que, si el gobierno de la Ciudad tiene un operativo montado para repartir comida, no se aproveche para mejorar la alimentación de todo el grupo familiar en los barrios vulnerables, donde es obvio que los alimentos recibidos se reparten entre todos los miembros de la familia y no se destinan únicamente a alimentar a quien está escolarizado y recibe la canasta”.