“Al dolor lo transformé en arte”

Nació y se crió en la villa 21-24. Desde su identidad villera y feminista escribe poemas y relatos que ya llegaron a festivales internacionales. En sus versos pone en palabras el sinfín de goces y violencias del barrio del que se fue porque su pareja intentó matarla. Reportaje a Mara Oviedo.

“Al dolor lo transformé en arte”

Muchas veces, el momento y el lugar que encuentra Mara para escribir es en el celular sentada en el inodoro o a la madrugada cuando sus hijes duermen. La poesía surgió como un salvavidas para dejar plasmado en algún lado el dolor que la carcomía. Ese hartazgo hecho palabra llegó por redes sociales y tocó la fibra de otras vecinas que pasaban por lo mismo. Así, al año de que publicó en Facebook sus primeros textos, Mara se hizo conocida por relatar con sutil crudeza verdades en prosa villera. Traspasó las fronteras del barrio hasta ser convocada a leer e improvisar frente a un público que probablemente nunca pisó una villa. No tiene constancia para escribir. Depende de cómo se sienta, de lo que viva en ese momento. Le gustaría hacer un taller de escritura y estudiar Derecho, pero no le da el tiempo entre el trabajo, los chicos, la militancia, los quilombos cotidianos.

“A los villeros nos buscan porque matan a un pibe o alguien muere por riesgo eléctrico. No nos convocan porque hacemos arte o poesía”

Mara va de visita a la villa todos los días, pero desde hace un puñado de años no vive en la 21-24 porque tuvo que escapar de su femicida. “Soy villera primero, luego feminista, lesbiana, trabajadora, antipunitivista, militante del proyecto nacional y popular, anticarcelaria, antirracista, amiga, novia y mamá luchona de cuatro bendiciones”, se presentó en el Festival Internacional de Poesía de Rosario, en noviembre pasado. A los organizadores les gustó tanto que le pidieron que participe, sin haberse postulado, del Festival Poesía Ya que se realizará el 12 de febrero en el Centro Cultural Kirchner.

De niña, la maestra de primer grado le prestó un libro porque quería aprender a leer para contarle cuentos a sus dos hermanitos. No entendía ni una palabra de lo que decía, inventó toda la historia: se refugiaban a escucharla bajo una cama ortopédica prestada donde armaban una carpita, en la única habitación que compartían con su mamá y la pareja. Ese recuerdo es el primer contacto consciente con la literatura en su vida. Más de veinte años después, la poeta de la villa 21-24 descarga lo que vive en versos catárticos: el peligro de muerte por electrocución, los recuerdos hirientes de la violencia machista, el erotismo lésbico, los pasillos, el barro, las ganas de revolucionar y buscar el placer donde abundan las balas perdidas, la baranda a cloaca, la olla popular de rejuntes de la quema, el deseo y la calentura, las ganas de morir para apagar el dolor y el sinfín de etcéteras que Mara puede contar porque los lleva adentro.

-¿Qué te impulsó a escribir?

-En una reunión que tuve en Zabaleta vi que todavía estaba en la pared de ladrillo el agujero del golpe que me dio el papá de mis hijos cuando me quiso matar. Ese día sentí que hubo un montón de tiempo que tuve que esconder todo el sufrimiento que me pasaba, y la única manera de poder expresarlo, fue escribiendo. No tenía momentos para sentarme con un psicólogo, usé la escritura como mi terapia. Creo que empecé a escribir para saldar una deuda conmigo misma, la de no poder hablar. Y que el resto también sepa lo que me está pasando. Me permitió ver y reconocer toda una vida de naturalizar lo que vas transitando en este barrio, un montón de comportamientos patriarcales. Me violaron a los 4 años y no sé vivir sin dolor. No se va a saldar nunca, pero puedo aprender a vivir con eso, y una de las maneras es ponerlo en palabras.

-¿Cómo se dio el salto a hacerlo público?
-La primera vez que lo hice público fue porque también necesitaba contar lo que le estaba pasando a otras mujeres víctimas de violencia, mamás luchonas que están sobreviviendo constantemente a todo. Yo sobrevivo compulsivamente. Y sentía que el resto tenía que conocer lo que yo era, cómo lo estaba transitando. Todo ese dolor lo transformé en un arte que no sé cómo se volvió en arte. Siempre digo que no escribo relatos y poemas, yo escribo giladas que me van pasando. A la gente parece que le fue gustando, fue receptiva y empezó a circular. Me empezaron a convocar, seguí subiendo contenido y me siguieron convocando.

-¿Esperabas que se viralice?
-Yo no tuve esa intención, nunca. Sí que empaticen, que se mojen y se eroticen. A los villeros nos buscan porque matan a un pibe o a una vecina, o alguien muere por riesgo eléctrico. No nos convocan porque hacemos arte o poesía. Y la verdad es que de repente me están convocando porque les gusta lo que escribo o porque llegó el mensaje que yo quería que llegue y la gente pudo leer realmente lo que yo quería escribir. Y es un flash.

-¿Por qué crees que gustaron tus textos?
No sé si es por la manera guarra, si por los berretines, si es por el barrio, por las cloacas. No sé por qué, pero a la gente le encanta. Para mí es el fetiche de la poesía villera -se ríe-. Leo e improviso con lo que me sale, hablando un poco de mi historia, de dónde vengo. Muchas veces hablo de la violencia, de violaciones, de abortos con perchas, del consumo que vivo con mi hermana. Yo no tengo otra manera de escribir poesía. Son cosas que realmente me pasaron, que las atravesé en el barrio.

-¿Para quién escribís?
-Lo que quiero es que mi vecino o mi vecina lean lo que escribo. No me importa el resto. Yo no me quiero ni me voy a olvidar de dónde vengo. Soy villera antes que todo. No puedo hablar de poesía con palabras rebuscadas porque no sería yo, no estaría escribiendo para la gente que escribo. Algún día vamos a hacer un festival de poesía villera en la que los villeros seamos protagonistas.

-¿Qué le dirías a los chicos del barrio que quieren ser poetas?
-Que nunca dejen de inventar y de soñar, ni de ser ellos. Que crean en su propia historia. La verdad es que el arte te rescata de la calle, del laburo esclavo y de un montón de cosas, aunque lo tengas que vivir sí o sí.