“Contamos lo que pasa en los barrios, con belleza”

Apapacho nació en la Villa 21-24 de Barracas hace siete años y en abril, tocaron su folcklore junto a Verónica Condomí en Parque Centenario y lograron ser una revelación para muchas personas que desconocían las realidades del borde sur. Charlamos con Jorge “Maca” Torres, compositor y guitarrista, y Eugenia Encina, su cantante.

“Contamos lo que pasa en los barrios, con belleza”

- Las letras de Apapacho remiten automáticamente a la ribera del riachuelo ¿De dónde provienen sus raíces?

-Eugenia: Cuando tenía 10 años nos mudamos a barrio Espora (Nueva Pompeya). En el 97 se puso una panadería familiar. El negocio se desarrolló porque el barrio creció. La pana tiene 25 años. El nene que venía a pedir, hoy tiene 20, 22 años. Muchos están en situación de calle, que me gritan “ey panadera”. Muches no sabemos a dónde fueron a parar. Siempre damos lo que podemos, con un mate cocido.

-Maca: Nací en la 21. Antes no había tanta organización, sólo estaba la iglesia de Caacupé. Si quería estudiar tenía que salir del barrio. Después del 2001, empezaron las orgas a tomar otra puja. Hay muchas falencias, pero hay organización. Si un pibe quiere tocar el chelo, tiene para encontrar un lugar. Este barrio tiene vecinas y vecinos organizados, sea en cooperativa o en algún espacio. Yo tengo la militancia incorporada al cuerpo. Soy músico y fui llevando eso. Cuando empecé a escribir me interesaba contar estas historias. Apapacho es poder contar lo que pasa en los barrios, con belleza. Con una estética particular. Me encanta la cumbia, pero tengo estas herramientas.

“Apapacho significa abrazar con el alma. Es lo que intentamos cuando compartimos nuestra música”

-¿Cómo surgió este proyecto y qué significa el nombre?

-E: Arrancamos como dúo con Maca. Compartimos el barrio y la Escuela de Música Popular (EMPA) unos años. En 2016 empezamos haciendo repertorio de canciones de la escuela. Durante la pandemia, además de ensayar, nos sumamos a una olla popular en Orilleres, espacio cultural en la 21, donde se hace de todo, encuentro de mujeres, baile, vitraux, guitarra, composición. Apapacho significa abrazar con el alma. Es lo que intentamos cuando compartimos nuestra música. Generar un encuentro. Cuando se da esa posibilidad, sea en el Parque Centenario o en la terraza de Orilleres para 30 personas, detenerse para abrazarnos y estar. Para mí, eso es militar y hacer trinchera en esta vida. El grupo tiene una identidad muy fuerte con el barrio. 

-M: Me costó mucho cursar la EMPA. Creo que fui el primer villero en recibirse. Era un pibito que tenía que chocar con un montón de gente, porque escuchaba comentarios de la música popular y lo que yo escuchaba no entraba. Yo me ponía mal y defendía desde mi postura. Eran pibes y pibas progres. Pero yo ocupo el lugar del villero que sí puede llegar y puede tocar. El villero tiene que irse adaptando. Hay pibes que no quieren hablar del barrio. Yo digo que soy de la 21-24 de Barracas. Tiene sus cosas feas, pero yo me aferro a las cosas lindas.

-¿Cómo es la relación con el barrio?

-E: Tocamos en todos lados, siempre estamos a disposición, porque creemos que el arte es para compartir, si es para el barrio, vamos a contagiar a la gente la pasión por lo que hacemos y tal vez eso se contagia. Si puedo ir con lo que me gusta hacer para mostrar que hay otras cosas, para ver si pueden sentirse impulsados.

-M: En mi caso, comenzamos el proyecto Orilleres hace más de 15 años en una habitación. El nombre Orilleres cuadraba porque estaba al borde de la ciudad, a orillas del riachuelo, a orillas de la cultura popular. No dependemos de ningún partido. La palabra inclusión no la usamos porque el sistema te expulsa otra vez. Somos feministas y anticapitalistas, desde el arte. Acá la idea es que todo lo construyamos juntes. Es más difícil pero divertido. Tratamos de organizarlo de manera distinta. Para nosotros es importante que haya artistas comprometidos, comprometidas. Una de las cosas que surgieron fueron los proyectos productivos artísticos, para que las y los pibes puedan vivir de eso. Armamos una sala de grabación.

-¿Qué les genera hablar desde la villa?

-E: Es muy fuerte, tenemos mucho sentimiento de pertenencia, sobre todo siendo de los barrios del sur. El espectáculo en el Centenario lo arrancamos con una poesía de Maca que habla del riachuelo, porque sentimos que en las historias que contamos, el barrio aparece en las canciones y el riachuelo es un personaje principal. Todas las historias suceden cerca. Es testigo de todo lo que sucede, de lo lindo y lo no tan lindo. Suceden cosas tristes y a la vez muy hermosas. Cómo se organizan los pobres para que a nadie le falte nada, cómo se movilizan y empatizan entre sí. La gente es muy solidaria. El barrio tiene muchos colores. Maca trae sus canciones y yo las canto, no me son ajenas, vivo al frente y siento la necesidad de contar. El que no está cerca no se entera de lo que pasa. Me pongo la camiseta, aunque no viva adentro de la 21. Para mí es importante.

Maca: Si no tenemos poder de análisis es difícil de entender el contexto. No tenemos agua ni luz. Yo siento que no hace falta ser un superhombre, sino tener ganas. Siento que somos ejemplo para las y los pibes. Algo tiene que pasar. Imaginate dentro de 100 años. Acá hay un montón. Así como en La Boca hubo artistas que se comprometieron. Yo amo a Quinquela y a José Luis Mengui por eso.