Del Riachuelo al Paraná

La Boca es, desde su origen, un borde donde se encuentran culturas. Su identidad se construyó y se sigue construyendo en esa mixtura. Y entre esas memorias hay huellas del chamamé, el gualambao y las guaranias. Esa Boca litoraleña baja por el río en los Encuentros Chamameceros, una movida que crece en el barrio y que cerrará el año el domingo 14 de diciembre en el mítico salón de Bomberos.     

Del Riachuelo al Paraná

“Quiero en mi tumba una escritura en guaraní”, sonaba desde la entrada del Espacio Utaki, sobre la calle Garibaldi al 1600. Llovía, a pocas cuadras el Xeneize se enfrentaba a Argentinos Jrs por el Torneo Clausura. La tarde en La Boca se volvía un poco más colorida con “Misionero y Guaraní”, la canción del posadeño Alcibíades Alarcón. Adentro, una santa rita fucsia, florecida, recibía a todo aquel que se acercaba al “8vo Encuentro Chamamecero, del Riachuelo al Paraná”. Fernet va, sopa paraguaya viene, y de repente… ¡Goool! El 1 a 0 debajo de una llovizna tranquila. Ya conocen los típicos colores que brillan en el barrio aún cuando todo el cielo está nublado. Esta vez, de la mano del músico Pablo Fidel Broide, conocimos el costado litoraleño que se esconde -y no tanto- en los conventillos: “El río es fundamental para comprender cuán implicado está La Boca con la cultura del litoral argentino. Esas aguas que vienen del Paraguay, del Paraná, del Uruguay desembocan acá en los puertos del Río de La Plata. Es un caudal que llega con sedimentos de su gente, sus historias y su música también”.

Hace ocho años, a finales de 2017, tuve el honor de entrevistar al músico, pintor y poeta Ramón Ayala. Lo recuerdo mojando su factura de azúcar negra en una taza de barro con el estampado: “90 años”. Me contó que de mitaí, de niño, le robaba la guitarra a su primo y huía al monte para practicar en las siestas misioneras. Luego, a sus 14 años, se mudó a Buenos Aires: “Andaba por ahí, era un gorrión callejero y repartía programas de cine para ganar unos pesos”. Lo veo haciendo silencio mirando la nada, como recordando: "Luego laburé en un frigorífico cerca del Riachuelo, hacia La Boca. Era gordito y fuerte, por eso me pusieron en un puesto duro y debía llevar unas hordas como de mil kilos con otros chicos".

La propuesta es no imitar lo que ya ocurre en las provincias o el conurbano, sino visibilizar lo chamamecero de la Ciudad.

Esta anécdota la menciono porque Pablo Broide empezó a enumerar una gran cantidad de grandes artistas litoraleños que tenían puntos de contacto con La Boca, y por tanto sus ritmos: las guaranias, el gualambao y el chamamé. Como integrante de La Delio Valdez, Pablo contó que un día estaba investigando sobre la canción "Granja San Antonio", cuya versión la hicieron con el Chango Spasiuk, y a su autor original Ángel Guardia: "Buscando en la página de 'Memorias del Chamamé' me entero que él era boquense, hijo de entrerrianos. Ángel es uno de los pioneros del chamamé, incluso antes de Cocomarola, en los años '30 o '40. Por supuesto que, como bandoneonista, también tocaba tango", dijo.

Como Ramón Ayala, podemos mencionar el paso de Raúl Barboza y de Mauricio Valenzuela. "Me tocó ir al litoral y cuando digo que vivo en La Boca muchos me dicen '¡Ah, ahí está el Salón Verdi!', muy conocido como 'el salón de oro del chamamé'. Incluso hay historias de orquestas enteras de ese ritmo dirigidos por grandes músicos del noreste argentino en sus escenarios", contó Pablo. Y si uno rasca un poco más en el presente, muchos jóvenes que vienen como integrantes de la Prefectura Naval son oriundos de Chaco, Corrientes, Misiones o Santa Fe. Hay una conexión irrefutable: "Conocí gente mayor que vino de Goya, Corrientes, para triunfar en el tango pero que terminó trabajando cargando bolsas en el puerto para sobrevivir y no pudo seguir cantando".

Al ritmo del Yopará Guazú

Todavía en casa, en el seno de una familia paraguaya en la Villa 21-24 de Barracas, cada 1 de octubre nos preparamos para recibir al "Karai Octubre", "Señor Octubre", una especie de espíritu que se asocia a la escasez, con raíces guaraníticas, que va de casa en casa para ver cómo las familias se enfrentarán a los meses duros que siguen. Es común que ese día se cocine en una olla una mezcla de todas las sobras que hay: porotos, locros, verduras, arroz, fideos, maíz y diferentes tipos de carnes. ¡Todo junto! Las abuelas nos enseñaron que sirve para espantar las miserias. Ese plato es lo que conocemos como "Jopara".

Pablo y Gastón Mayol se conocieron en la Escuela de Música Popular de Avellaneda cuando él estudiaba jazz. Gastón integró un cuarteto llamado "Yacaré Valija" que retoma gualambaos y guaranias del Paraguay y Misiones; y fue ahí que Pablo comenzó a construir sonidos con el saxofón para acompañar esos ritmos. "Me sumé a ese cuarteto, aprendí mucho, me fascinó. Hacia 2016 por diferentes motivos de la vida solo quedamos Gastón y yo, y comenzamos a tocar en diferentes causas como la lucha del Cesac que está sobre la calle Necochea, fiestas del Día del Niño, los reclamos contra gatillo fácil y eventos similares", recordó el músico.

A este dúo lo bautizaron, justamente, como "Yopará Guazú". Bajando con el río, el guaraní tiene diferentes tonalidades en el habla y en la escritura. Por eso muchos escriben "jopara" con J y otros con Y. Su esencia, como expliqué anteriormente, se remonta a la comida: "Yopará Guazú significa 'una gran mezcla' y tiene raíces con la leyenda del Karai Octubre de Paraguay. Es una forma de combatir la miseria con la abundancia de lo que haya a mano. Las comunidades del litoral arman ollas para compartir lo que hay y lo mismo buscamos hacer con la música. Tiramos todos los ritmos a una olla, hacemos una gran mezcla, y la compartimos", resumió Pablo.

Sin embargo, las huellas chamameceras en La Boca y el dúo de Pablo con Gastón no alcanzaron para tejer lo que en verdad sigue creciendo en los rincones de este barrio porteño. Hace algo más de un año, en Misiones, el dúo Yopará Guazú conversó sobre la idea de generar encuentros chamameceros en La Boca. "Un día hablé con el acordeonista de Paso de los Libres, Homero Chiaverino, un gran amigo, y justo me dijo que vendría a vivir para Buenos Aires. Él es un gran activador de eventos culturales en Rosario y para mí fue la señal de que estos encuentros debían suceder. Antes de que ellos vinieran para acá lo comencé solo y se fue tejiendo de manera mágica con muchísimos artistas", recordó Pablo.

Pablo se acercó con una tapa de asado al espacio Barquero de La Boca, sobre la calle Lamadrid, y mensajeando a la gente amiga se empezó a construir la mística de las guitarreadas, con bebidas y comidas a precios populares, pero con la esencia de lo urbano. La propuesta era justamente no imitar lo que ya ocurre en las provincias o el conurbano, sino visibilizar lo chamamecero de la Ciudad. Pronto se armó una comunidad con, por ejemplo, Danzas del Río, un grupo coordinado por Sol Pérez, una bailarina misionera y docente de la UNA. "Justamente en el 'encuentro' está la propuesta. Estamos pasando unos años de mierda donde no hay un mango y todo el tiempo le están pegando, literal, a lo que más valoramos y riegan incertidumbre. Entonces, estos ciclos de chamamé nos ayudan a despojarnos de todo eso y buscar unirnos con un poco de alegría y la magia de nuestro litoral".

El 14 de diciembre, en el salón de los Bomberos Voluntarios de La Boca, se hará el 9no y último encuentro chamamecero del año. Justamente la esencia de lo autogestivo, producto de la organización comunitaria, va a abrigar a diferentes artistas que ya están confirmados, como los hermanos Camacho de Baigorria, Santa Fe. De 14 a 20hs, a la gorra y llueva o truene, "Del Riachuelo al Paraná" nos invita a pegar un gran sapukai como forma de resistencia y alegría. Como forma de hacer memoria cultural, aún en tiempos difíciles.