Pintar el barrio

Pertenecen a tres generaciones distintas, pero tienen mucho en común. Son autores de los tres murales que dan la bienvenida y la despedida a la República de La Boca. Son artistas que, a su manera y con su estilo, entienden el arte como algo que trasciende lo individual. Sur Capitalino reunió a Omar Gasparini, Alejandra Fenochio y Lucho Galo para hablar de la identidad boquense, su historia y la construcción colectiva.

Pintar el barrio

Desde hace 24 años, lo primero que ve cualquier persona que llega a La Boca por la avenida Paseo Colón es su mural de bienvenida. Maradona, Troilo y ahora Messi, un bombero y un médico, una pareja de tango, una murga de antaño y la Bombonera, Quinquela Martín y Filiberto, inmigrantes en un barco y el puente transbordador. Y los conventillos, claro, con sus vecinas y vecinos chusmeando en el balcón. En realidad, es mucho más que un mural. Es casi una escenografía en la que cientos de turistas se fotografían a diario. Ninguno de esos viajeros o viajeras sabe quién es el autor de esa obra que, en 25 metros, sintetiza a todo un barrio. A su identidad, a su historia. Pero eso a Omar Gasparini no le quita el sueño. Lo importante, dice, es que “llega a doña Cata y don Filemón que era mi objetivo: llegar a la gente. Por eso es que me gusta tanto el arte callejero”. Sentados en un banco, a pasos del Parque Lezama y del Argerich, Alejandra Fenochio y Lucho Galo lo escuchan con atención. Gaspa tiene 76 años, la Fenochio 60 y Lucho 33. Pertenecen a tres generaciones distintas, pero tienen mucho en común. Son les autores de los tres murales que ahora dan la bienvenida y la despedida a la República de La Boca. Y son artistas que, cada une a su manera y con su estilo, entienden el arte como algo que trasciende lo individual. Sur Capitalino les reunió para hablar del barrio y del arte como herramienta de y para el pueblo.

 

-La historia de ese mural reúne la historia del barrio, no sólo por lo que está representado sino también por el material que usaste para hacerlo.

-Omar Gasparini: Este mural empezó en 1999 cuando la municipalidad me propuso hacer la historia de La Boca, inspirados en lo que había hecho en el galpón del Teatro Catalinas. El mural fue reparado tres veces. Una vez fue tirado abajo porque corrieron la vereda. Ahí tuvimos que reconstruir todo. Chapas, cenefas, puertas y ventanas tienen su identidad porque fueron rescatadas del Plan Recup Boca, la mayoría del conventillo de Brandsen 660. O sea que el mural también está hecho con patrimonio del barrio.

-¿Te imaginaste que se iba a volver tan popular, tan simbólico?

-OG: No, nunca. Cuando empezó a salir en postales o en tazas me di cuenta que había llegado, por lo menos, a doña Cata y don Filemón que era mi objetivo: llegar a la gente. Por eso me gusta tanto el arte callejero, la expresión en la calle. Si bien sigo pintando en el taller, no es lo mismo trabajar en soledad que trabajar en algo expuesto en público y con participación de la gente.

-Alejandra Fenochio: La experiencia comunitaria y extendida. Es como un regalo también, para los que trabajan con vos.

 

-Trabajar en el barrio, con la gente del barrio, para la gente del barrio…

-AF: Lo contrario a lo de “Pintó la isla” en la Maciel donde los que van a hacer los murales son todos de afuera, no hay nadie del barrio. Es como la degradación del mural para mí. Lo mismo que el cowboy en el caballo acá en La Boca.

-OG: Cuando mirás por la ventana de Catalinas hay un chino hablando por teléfono. ¡¿Qué carajos es esto?!

-AF: Es la invasión mural. Es muy fuerte.

 

-Y los murales de ustedes no creen que funcionan como una resistencia a todo eso?

-OG: Y… no al pedo es que a nosotros nos ningunean… no somos el arte sacro.

-AF: Yo no creo que haya un objetivo de ningunear. No hay compromiso con lo que se hace. El tipo que hace el proyecto no se preocupa por buscar y si lo hace, lo hace de una manera especulativa, no desde una manera genuina. Me parece que llaman a cualquiera, ni siquiera hay una intención. No es ideológico, es pragmático. Pensamiento corto.

-OG: Yo he visto elegir murales porque el color les pegaba con el piso, estamos al horno.

-AF: Y tampoco sé si hay algo ideológico cuando hago un mural. Es desde el sentimiento, de lo que sos vos genuinamente. Más que pensar “voy a hacer gente del barrio” es que no se me ocurriría hacer otra cosa.

-Lucho Galo: Creo que es esto de que hay un vínculo con el otre, que te ponés a hacer un mural y sí o sí van a caer les niñes a querer pintar o el vecino de enfrente. Cuando pegamos las gráficas, el San Quinquela o algunos grabados, varies vecines más antiguos nos han dicho "esto es como algo que había antes en las paredes de La Boca". Recordaban, en su imaginario poético, las pegatinas que hacía el grupo de los artistas del pueblo o Quinquela. Es esa tradición de la apropiación del espacio público, como lo que pasa con las piletas en la vereda.

 

-¿Y qué les pasa cuando la excusa para dejar avanzar al mercado inmobiliario en el barrio es el Distrito de las Artes? ¿No hay una apropiación ahí?

-AF: Es el nombre de la batalla. Usan dos palabras -distrito y arte- que son contradictorias. Yo no pertenezco a eso. El arte es una cosa y el distrito es otra.

 

-El distrito es una cosa y avanza, mientras los murales de ustedes comunican lo que realmente pasa en el barrio… Como en aquella muraleada que cada artista pintó un mural sobre derechos vulnerados.

-AF: En ese momento yo había pintado una boca que hablaba de una Boca sin dientes. Porque ir caminando por la calle y ver que tiraron abajo un conventillo es muy parecido a ver una boca sin dientes.

-LG: Es que la identidad del barrio es tan fuerte, que esas nuevas construcciones o el distrito o que venga alguien muy de afuera a querer implementar algo, queda descolgado. Todavía está muy latente toda la historia, la tradición. Para mí es lo mismo que hizo que hayan habilitado a volver a hacer el mural de Bienvenidos a La Boca, o que me hayan convocado a mí también. Como que hay algo que se les impone, no pueden evitarlo.

-AF: O que les conviene.

-OG: A Caminito lo están haciendo mierda como a propósito: el turismo acá viene a ver tango y conventillos, y ninguna de las dos cosas se les ofrece ahí. Además de que lo que venden es todo igual, lo traen en contenedores.

-AF: Mientras tanto hay un montón de doñas que quieren producir cosas, más allá del arte. ¿Por qué no poder hacer algo desde la doña del barrio que produce e instalarlo ahí, nosotros como comunidad?

-OG: Yo dejé de hacer muñecos para Caminito desde que agarraron a un tipo de afuera que me los restauró y los hizo mierda, los pintó arriba. Porque claro, el concepto de ellos es esto es mío, lo pagué, hago lo que quiera.

 

-¿Lucho vos cómo llegaste a pintar el mural que se sumó al de Gaspa en la entrada al barrio?

-LG: Medio de casualidad. En realidad, ahí iban a pintar unas letras que dijeran La Boca y dentro de cada letra estaba la cara de Tévez, la Bombonera, Caminito. Algo parecido a uno que está sobre Pedro de Mendoza, es una productora con la que trabaja Ciudad. Yo presenté el proyecto por distintos lados, por la Comuna, por Cultura y, finalmente, el que se encargaba de elegir los bocetos me llamó y me dijo que a él no le gustaba el mío, pero entendía que había que respetar a los vecinos y a los artistas del barrio y que eso tenía que ver con la identidad. Y me pidió un nuevo boceto.

Lucho Galo: “Para mí el barrio es un lienzo. Hoy el arte tiene que salir de ese lugar de comodidad del taller para para poder compartirlo con otres”

-¿Qué habías pensado en el primero, el que no fue?

-LG: Relataba lo que había pasado en la pandemia, la red de cooperación, los lazos solidarios, entregar bolsones, ir a visitar vecines, pintar en los momentos que se podía, pequeñas intervenciones que me tocaron mucho desde mi vivencia de vecino. Eso lo volví a representar en este mural, pero un poco más sintético. Las dos orillas, la Isla y La Boca, la unión entre un pibe del barrio y otra chica del otro lado, y ese lazo de los brazos que en Latinoamérica se usa para saludarse, más que nada en los pueblos originarios, como algo de cofradía y de hermandad. Y eso es lo que pasó en la pandemia acá, que nos volvimos a encontrar en esos lazos solidarios y a tejer una gran red. Porque por más que La Boca es súper pintoresca, hay emergencia habitacional, incendios, conventillos que se inundan, desalojos.

 

-Y ahí también se sumó después el San Quinquela de Alejandra…

-LG: Sí, no estaba en el boceto, pero hice una propuesta porque quedaba mal que mi mural pegara la vuelta, estéticamente se cortaba la imagen. Les dije: hay una artista en el barrio que hizo una imagen de San Quinquela, un santuario y estaría muy bueno que en la entrada del barrio te dé la bienvenida el mural de Gaspa y a la salida te despida San Quinquela.

-AF: Además teniendo un artista como Quinquela, que representa el exterior y además hizo semejante obra en el barrio, que significa todo lo que significa…

-LG: Esos lazos solidarios, su solidaridad… Y así como Quinquela tuvo que crear su propio museo, nosotres tenemos que pensar que, si queremos hacer nuestra propia imagen del barrio y defenderla, hay que habitarlo y proponer. Interceder. Decir acá hay un grupo de artistas para trabajar en el barrio, lleno de identidad. Porque nadie te va a venir a tocar la puerta.

 

-Ustedes tres tienen una relación muy fuerte entre el arte y lo popular, ¿cómo piensan, si es que lo piensan, ese vínculo?

-OG: El arte tiene que estar dedicado a la gente, la gente lo tiene que comprender. Hay muchos compañeros que pintan para ellos, que hacen su estética, que dicen “yo pinto así”, pero yo creo que el deber nuestro es comprometernos, en lo social y en lo político, sin llegar a ser panfletario. Tu premio, Ale, es un ejemplo claro de eso y es maravilloso, es el momento de miseria que se está viviendo y estéticamente es una belleza. Creo que ése es el camino de nuestro hacer plástico-popular. (NR: Se refiere al Premio Salón Nacional de Artes Visuales que ganó en 2021 Fenochio por su obra Pandenauta)

-LG: Para mí el barrio es un lienzo. Hoy el arte tiene que salir de ese lugar de comodidad del taller para poder compartirlo con otres: tenemos que construir una sociedad de artistas y no artistas individuales para una sociedad de consumo. La tradición de La Boca es que todos les niñes crecieron pintando algo, fueron a talleres, a movidas, pintaron la pared a la vuelta de su casa. Ese bagaje cultural es apropiación del espacio que es el barrio. Lo hizo Quinquela en su momento, lo hicieron les artistas del pueblo y eso es lo que tenemos que seguir transmitiendo: que se puede hacer y que las paredes de nuestro barrio están hechas para eso también.

-AF: Para mí, que soy menos muralista y más retratista, hay algo muy satisfactorio más allá del deber social, en trabajar con la gente del barrio. Por ejemplo, mi obra de los trabajadores del puente es una obra que en su momento dije qué lindo pintar esta gente, pero no lo tomé como algo que podía significar lo que significa hoy. Estoy hablando de lo personal. Ellos hablan más desde lo comunitario y me encanta, pero yo no puedo hablar desde el mismo lugar porque mi obra es otra. Sí siento, de todas maneras, que somos carne y uña con el barrio y que eso aparece en la obra.

-LG: Sí, y también cómo vos también te abrís para poner tu obra. Porque en el caso de San Quinquela, era un grabado tuyo que lo pasamos comunitariamente en gigante, la talló un montón de gente en tu muestra en Munar y después se pegó un montón de veces en las paredes, en la calle.

-AF: Sí, gracias a Marta Sacco que fue la ideóloga. Eso es impresionante. Yo hice la imagen del Quinquela con los tornillos, después todo el mundo la reprodujo. Es re loco hacer algo y que después lo veas reproducido. O cuando por ejemplo la gente de Vialidad corta la calle por una protesta y lleva los cuadros que vos hiciste. Muy fuerte.