Volvió la feria de La Boca, pero…
Tras un año de pelea, las y los artesanos de Vuelta de Rocha acordaron la relocalización transitoria de los puestos sobre la ribera que va desde Rocha al Museo Quinquela. Pero una parte no podrá funcionar por ahora, porque la Ciudad no pidió autorización a la Dirección de Puertos. La plaza de los bomberos quedó liberada para los vecinos.

En la madrugada del 11 de septiembre de 2024, el gobierno porteño desalojó la Feria Artesanal de Vuelta de Rocha y trasladó sus puestos a la plazoleta de los Bomberos Voluntarios, en Lamadrid y Garibaldi. Los trabajadores rechazaron la relocalización inconsulta y comenzaron una lucha para regresar al lugar donde funcionaron durante más de 30 años. Por once meses, las artesanas y los artesanos se quedaron sin su fuente laboral y los vecinos de La Boca, sin la plaza donde se juntaban a tomar mate, tocar candombe o armar un partidito. Finalmente, tras decenas de marchas y reuniones con funcionarios, llegaron a un acuerdo temporal: una prueba piloto que consiste en rearmar la feria, pero en la ribera del Riachuelo. Sin embargo, el día en que debían colocar los puestos se encontraron con que la Dirección de Ferias de la Ciudad -que encabeza Pedro Comín- no había tramitado el permiso con la Dirección General de Puertos, que tiene jurisdicción sobre la primera franja del borde del río. Así que las 28 estructuras que, según el plano acordado, debían armarse en la vereda de arriba, aún no pudieron hacerlo. Las otras 42 se ubicaron sobre la vereda de Pedro de Mendoza entre Rocha y el Museo Quinquela. Queda un sabor amargo: se recuperó la plaza de los bomberos para el barrio, pero los feriantes no lograron regresar a su emplazamiento histórico.
“Quedó demostrado que lo que les molestaba era feria, porque no podían llevar adelante todos sus negocios privados, tal como lo venimos denunciando desde el inicio del conflicto”
“En todas las reuniones, frente a legisladores, a Defensoría del Pueblo, a la presidenta de la Comuna 4, absolutamente siempre dijeron que ya había un acuerdo con la Dirección de Puertos para la colocación de los puestos en la rambla. Pues bien, cuando nosotros fuimos a colocarlos, desde Puertos nos dijeron que no se podía porque había ningún permiso”, explica Pablo Canobio, delegado de la Feria con enojo: “el balance es negativo: después de un año sin trabajar, cuando finalmente aceptamos lo que Ferias y Espacio Público nos impusieron, ellos ni siquiera habían hecho los trámites para pedir la autorización…”.
Además de esta situación, que una semana después seguía sin resolverse, lo que les genera más bronca es que -como advirtieron desde el mismo momento del desalojo- los argumentos de la Ciudad eran falsos: en el espacio a donde funcionaba la feria hoy se despliega una enorme plataforma con mesas del bar La Perla, en esa vereda también se realizan espectáculos callejeros, al igual que en el cruce de Iberlucea y Magallanes, mientras que la callecita donde está la plazoleta de los suspiros se usa como estacionamiento, cuando habían planteado que debía ser paso de vehículos de emergencias. “Quedó demostrado que lo que les molestaba era feria, porque no podían llevar adelante todos estos negocios privados, tal como lo venimos denunciando desde el inicio del conflicto”, subrayó Canobio.
El acuerdo al que arribaron los artesanos y el gobierno es una prueba piloto. El temor principal es que en el nuevo emplazamiento los turistas no recorran como antes la feria y los trabajadores vendan menos, lo que empeoraría una situación de crisis que ya existe en toda la zona de Caminito debido al tipo de cambio y los precios comparativamente caros para los extranjeros.