Cicatrices
El fuego volvió a devorarse otro conventillo boquense. Fue el domingo 7 de septiembre y se llevó la vida de dos hombres. Cinco familias perdieron todo y otras seis esperan volver a ingresar a la estructura de atrás que no fue alcanzada por el incendio. Crisis habitacional y más pérdida de viviendas en un barrio en el que las únicas políticas públicas benefician al mercado.

En el borde de una ventana que ya no existe, un gato negro y blanco se acurruca rodeado de maderas y chapas retorcidas, quemadas. “Esa era su camita, hace una semana que está ahí y no quiere salir ni con su dueña”, cuenta Ruth desde la vereda de enfrente. El olor es intenso. Aunque ya pasaron ocho días desde que el fuego consumió el conventillo de Villafañe 439, aún se huele desde la esquina. Fue la mañana del domingo 7 de septiembre, pasadas las 7.30. La mayoría dormía. De repente el humo y los gritos. Los vecinos dicen que fue intencional. Que escucharon a Ismael Ceballez, de 49 años, decir que prendería fuego el lugar. Vivía allí, en la planta baja, hacía más de 40 años. Desde hace un tiempo estaba en silla de ruedas. Había perdido una pierna por la diabetes y hacía unos días que había salido de una internación. “Estaba bastante deprimido”, coinciden quienes lo conocían. Murió en el lugar junto a su hermano, Daniel Conde, de 55 años. Murió mientras la crueldad del gobierno nacional recorta pensiones para personas con discapacidad y los pobres son cada vez más pobres. Y mientras en La Boca, el Estado porteño sólo está presente para beneficiar a un puñado de inversores. Algunos, incluso, del barrio.
En Villafañe 439 había dos estructuras con doce viviendas. La de adelante se quemó por completo. Salvo Ismael y Daniel, el resto de las personas pudieron salir a tiempo. Algunos debieron ser asistidos por la inhalación de humo y una de las vecinas, embarazada, fue llevada al Argerich. “Estábamos durmiendo, escuchamos gritos y salimos con lo puesto. Fue rapidísimo. Los bomberos llegaron rápido, pero sin agua. Mientras buscaban agua en la otra cuadra, el fuego se iba para arriba, es que la parte de adelante era solo de madera”, recuerda María sentada en una silla al borde de la vereda. Está con Ruth, su hija, y Zulma. Las tres vivían en la construcción del fondo del terreno, junto a otras tres familias. Sus viviendas se salvaron. Sin embargo, desde la mañana del incendio están allí, sentadas, esperando que se lleven los escombros, limpien el lugar y les permitan volver a entrar. Hay una policía de consigna, pero igual, decidieron quedarse en una especie de guardia las 24 horas del día. “Para proteger el lugar, nuestras cosas… nunca sabés”, dice Ruth y mira hacia su casa, en la que vive desde que nació. María, su mamá, cuenta que al ver que pasaban los días y nadie venía a limpiar fueron a la fiscalía. “El viernes nos dijeron que no llegó ningún informe ni de los bomberos ni de la policía, que no hay número de expediente y que entonces no pueden dar el ok para que la guardia de auxilio venga a sacar todo”.
Zulma, María y Ruth no son las únicas que están en la vereda del conventillo desde hace ocho días. La mayoría de las familias no quisieron ir a hoteles ni a paradores. Las que vivían atrás, porque esperan volver pronto a sus viviendas. Las de adelante, porque no tienen dónde ir.
“Estamos esperando para ver si conseguimos alquiler, hoy estamos en situación de calle. La Ciudad nos ofreció ir a hotel, pero solo por un mes, después hay que pagar. Pero cómo vamos a recuperar todo en un mes, es imposible. A nosotros se nos quemó todo… todo. Los ahorros, la mercadería que tenía para vender de mi emprendimiento, mi celular, los documentos, todo”, dice de un tirón Ricardina, apenas me acerco a charlar. Está sentada a metros de donde vivió los últimos 11 años. Su casa estaba en el conventillo de adelante, en el primer piso. Allí vivía con Miguel, su pareja, quien ahora la escucha en silencio. “Nosotros vivíamos en una pieza que le alquilábamos a Scotto, nunca le debimos nada. No es justo ir a un parador. Él dice que ahora va a ver un alquiler, por eso estamos esperando acá que nos consiga una pieza. No tenemos nada. Casi nos morimos, si no fuera por él que nos despertó”, sigue Ricardina y levanta la vista hacia su vecino, que asiente con la cabeza. Presión alta, 52 años, 14 en ese lugar. “Yo también perdí todo”, dice el hombre en voz baja.
Miguel se lamenta de no haber podido sacar nada de su casa. “Apenas empezó el fuego yo salí corriendo, bajé la escalera y me fui hasta los bomberos de Brandsen, que está creo que a cuatro cuadras. Cuando llegué, del susto no podía ni hablar. Entonces no llegué a sacar nada. Ni documento ni ahorros. Pensé que si venían los bomberos, íbamos a poder salvar todo. Fue muy rápido. En 10 minutos que fui y volví, el fuego ya estaba hasta arriba”.
Durante toda la semana, las familias recibieron donaciones que les trajeron vecinos y organizaciones del barrio. Desde ropa y calzado a elementos de limpieza, la solidaridad se multiplicó como en cada incendio en La Boca. Pero ya no tienen donde llevarla. Por eso, Ricardina dice que por ahora es mejor esperar hasta que tengan un techo donde vivir. El Gobierno de la Ciudad les ofreció un subsidio de 150 mil pesos y hoteles familiares por un mes. La mayoría no aceptó y ocho días después aún siguen en la vereda.
“Salí corriendo al cuartel de Brandsen. Cuando llegué, del susto no podía ni hablar. Pensé que si venían los bomberos íbamos a poder salvar todo. Por eso no llegué a sacar nada. Perdí todo”.
La propiedad del inmueble es de la familia Scotto aunque en el día a día está Fernando, uno de los hijos. En realidad fue su mamá quien lo adquirió hace más de 40 años. Otra parte de la familia, su hija y su cuñado, es dueña de SBI -Scotto Brokers Inmobiliarios-, que está a la vuelta del conventillo. Al cierre de esta nota, Fernando Scotto contó a Sur Capitalino que consiguió lugar para que se muden tres de las familias que vivían en el sector que se incendió, pero que aún falta vivienda para tres personas que viven solas. También dijo que estaba a la firma el contrato con una empresa de demoliciones que, una vez que la guardia de auxilio levante la clausura, podrá ingresar a limpiar y sacar los escombros para que el resto de las personas regresen a sus casas del fondo.
Sobre el origen del fuego, Scotto señaló que aún no hay una conclusión oficial pero que, según el testimonio de los vecinos, todo indica que lo habría iniciado Ismael, a quien esa madrugada lo escucharon amenazar con hacerlo. Hay una posibilidad mínima de que se haya tratado de un cortocircuito dentro de la habitación donde dormían los hermanos, producto de una estufa eléctrica. Diez días después, los resultados de las pericias no se conocen. Las consecuencias del fuego, sí.
Y si alguna vez pasaste por la calle Wenceslao Villafañe doblando desde la avenida Brown hacia la cancha de Boca, seguro que miraste ese conventillo, con ese balconcito único en el primer piso y el techo a dos aguas. Pegado a la escuela primaria N°2, desde hace un siglo se levantaba con su chapa acanalada unos metros más atrás que el resto. Hoy no queda nada. Su hueco es una más de las tantas cicatrices que marcan el barrio.