La verdadera grieta

La Ciudad de Buenos Aires está partida en dos. Un norte con trabajo formal, salarios más altos, hogares con agua y electricidad de red, acceso a la salud privada y a la conectividad. Un sur que lo triplica en pobreza y lo duplica en desocupación, donde la tasa de informalidad laboral entre les jóvenes trepa al 61% y casi la mitad de les pibis no tienen computadora. Números de una tremenda desigualdad que año a año se profundiza por la ausencia de políticas públicas destinadas a mejorar las condiciones de vida de aquellos que peor la pasan.

La verdadera grieta

Año tras año, esta nota se repite en las páginas de Sur Capitalino. El título va a la tapa y es casi idéntico. Los manuales de periodismo suelen enseñarnos que no hay noticia en la repetición. Que para qué publicar siempre lo mismo. Otros dicen que cuando contás una y otra vez algo que no cambia, las personas ya ni lo leen. Sin embargo, desde este medio de comunicación popular elegimos no acostumbrarnos a la mala. Creemos que la única manera de despabilar sobre las injusticias es mostrándolas. Y la desigualdad en la ciudad más rica del país es una de ellas. Quienes vivimos en la Comuna 4 lo sabemos muy bien. Por eso, lectores, aquí vamos de nuevo. Pasen y lean y si pueden, también, difundan. La brecha entre el norte y el sur porteño es cada vez más profunda. Y eso aplica en todas las dimensiones. La pobreza (al igual que la riqueza) es multidimensional: va desde el salario a la salud, pasando por la educación y la vivienda. ¿Y saben una cosa más? Las últimas de esa pirámide son las mujeres jóvenes que viven en nuestra comuna y en la 8. Las del borde.

Como decíamos, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires es el centro urbano con mayores niveles de desarrollo económico del país. Sin embargo, su riqueza no derrama a todos sus habitantes por igual. Gobernado desde hace casi 15 años por el macrismo, el Estado porteño se encarga, a través de las políticas que implementa, de que esta desigualdad no cese. O, incluso, de que empeore.

En junio, el Centro de Estudios Metropolitanos publicó su informe “Las desigualdades en la Ciudad de Buenos Aires” en el que puso bajo la lupa los datos que de manera trimestral elabora la Dirección General de Estadística y Censos que depende del Ministerio de Hacienda y Finanzas del GCBA. El CEM es un consorcio de cooperación conformado por la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo y las universidades nacionales Arturo Jauretche y la de Hurlingham. Desde allí, especialistas de distintas disciplinas suelen elaborar trabajos que buscan visibilizar lo que ocurre en territorio porteño.

Este año, como cada vez que se publica, el análisis del CEM permite ver con claridad las diferencias significativas entre la zona sur y la zona norte. La novedad de esta edición es la inclusión del indicador de pobreza multidimensional que desde el 2019 realiza el Gobierno porteño. Este indicador aborda el análisis de la pobreza desde distintos ejes: alimentación, salud, vivienda y servicios, equipamiento del hogar y educación. Se considera pobre multidimensional al hogar que tiene carencias en al menos dos de esas dimensiones. Según los datos del último trimestre de 2021, el 15,6% de los hogares de la Ciudad son pobres. Estos 209 mil hogares no están distribuidos de igual manera por todo el territorio: la zona sur, donde ubicamos barrios como La Boca, Barracas, Soldati y Lugano, trepa al 28,5%, mientras que en el norte los hogares pobres son el 10,7%.

Algo que resulta aún más grave es el porcentaje de hogares en situación de indigencia, es decir cuyos ingresos no alcanzan para cubrir los costos de la Canasta Básica Alimentaria. El porcentaje en toda la ciudad es de 4,1% (186 mil personas) un número que casi se duplica cuando la misma medición la hacemos en las comunas del sur (7,6%). Estos niveles de indigencia son similares al del conurbano bonaerense, que es el área geográfica que presenta los números más altos de indigencia de todo el país con el 8%. 

El 7,5% de la población de la Ciudad habita en villas. ¿Dónde están estas villas? Sí, adivinaste. En el sur. En la Comuna 8, el 31% de su población vive en asentamientos. En la 4, llega al 24%.

Como decíamos más arriba, la pobreza también discrimina según el género. Los hogares encabezados por mujeres la pasan peor. En esas familias, la incidencia de la pobreza es del 19%, frente al 12,2% con jefe varón. Si tienen niños de menos de 14 años el número se eleva al 26,3%. Esto tiene una explicación: las mujeres ocupadas en la Ciudad cobran, en promedio, salarios un 21% más bajos que los varones.

Techo y piso

Una dimensión fundamental para abordar la desigualdad tiene que ver con las condiciones habitacionales de la población. Dentro de la Ciudad, estas diferencias son más que visibles con sólo caminar por sus barrios. Aunque los anuncios oficiales se repiten hasta el asco en carteles y publicidades, la transformación sigue sin llegar a la mayoría de las villas y asentamientos. Tampoco a las barriadas populares del sur. A 6 años de su anuncio, los procesos de urbanización avanzan más lento que una tortuga y a los lugares que llegó, deja mucho que desear. Viviendas de pésima calidad, con muchísimos problemas de infraestructura, construidas sin pensar en la conformación de las familias que serían trasladadas. El resto, igual: sin acceso a los servicios más básicos y elementales.
Veamos los números que refleja el informe. El 7,5% de la población de la Ciudad (230 mil personas) habita en villas. ¿Dónde están estas villas? Sí, adivinaste. En el sur. En la Comuna 8, el 31% de su población vive en asentamientos. En la 4, ese porcentaje llega al 24%. Es decir, 1 de cada 4 personas en La Boca, Barracas, Parque Patricios y Pompeya vive en una villa. El 77% no está conectado a la red pública de electricidad ni a la red cloacal. El 91% no está conectado a la red pública de agua corriente. A toda esta población, hay que sumarle quienes habitan en viviendas multifamiliares, más conocidas como conventillos, que abarcan buena parte de La Boca: pésimas condiciones de infraestructura –frío, humedad, conexiones eléctricas irregulares- y hacinamiento.

A quienes viven en villas y barrios populares, por lo general, les cuesta mucho más conseguir trabajo. Ni hablar del trabajo registrado, en blanco. Por eso, la desocupación en el sur más que duplica a la del norte (12% contra 4,7). Por estos pagos orilleros lo que predomina es la informalidad laboral. El 35% de la población del sur viven de changas, cartoneo, venta ambulante, trabajo en casas particulares no registrado. Si contabilizás a les jóvenes entre 18 y 24 años las cifras impactan: en las comunas 8, 4 y 9 la tasa de informalidad laboral supera el 61%.

Por estas mismas razones, la brecha que existe entre los hogares de mayores y menores ingresos es muy alta. Los hogares más ricos de la Ciudad perciben, en promedio, 19,2 veces más ingresos que los más pobres. Esta grieta se viene ensanchando a lo largo de los últimos años, lo que expresa un aumento de la desigualdad: en el año 2015 los hogares de zona norte, ubicados en los barrios de Recoleta, Belgrano y Palermo, percibían ingresos 1,50 veces mayores que los del sur. En 2021 la diferencia asciende a 1,73.

Salud y educación

El acceso a la salud es otra dimensión que habla de las condiciones de vida de una familia. Y si bien, en promedio, en la Ciudad de Buenos Aires la mayoría tiene obra social o medicina prepaga, el 19% se atiende en el sistema público. Pero, claro, si en el sur un tercio de las personas tiene trabajo informal y salarios por debajo de la canasta básica, es casi una obviedad que el lugar a donde irán a atenderse será el hospital público y sus centros de salud barriales. Por eso, aquel 19% trepa al 37% en la comuna 4 y al 49% en la comuna 8. Otro dato a tener en cuenta es la tasa de mortalidad infantil (fallecimiento de niñes menores de 1 año). En el año 2015 la tasa en la Ciudad fue de 6 por mil y en 2019 ascendió a 7,1. Y aunque en 2020 la tasa total descendió al 4,5 por mil, la comuna 4 mostró números muy elevados (8,7 niñes cada mil nacides).

No los quiero aburrir, pero si tomamos el nivel educativo la fórmula se repite. Mientras que en los barrios del norte sólo el 6% de la población mayor de 25 años no terminó el secundario, en nuestra comuna 4 el porcentaje llega al 35%.

Por otro lado, una dimensión que adquirió especial relevancia a partir de la pandemia fue la posibilidad de les niñes y adolescentes de poder conectarse a internet. La falta de acceso a dispositivos y conectividad relegó a les estudiantes más pobres a una situación que no hizo más que acentuar las desventajas preexistentes, condicionando los procesos de aprendizaje e incrementando así las brechas de desigualdad. Un estudio de la UCA mostró que mientras en en la Ciudad hay un 12% de hogares que no cuentan con computadora y un 8,6% que no tiene conexión a internet de ningún tipo, en la zona sur llega al 27,3% los hogares sin computadora y a un 28,8% (más del triple del promedio porteño) sin internet. Las villas vuelven a mostrar la peor situación: el 43,8% no tiene computadora y el 45,9% no tiene acceso a internet.

Creo que los números no dejan lugar a dudas. Las estadísticas de todas las dimensiones analizadas muestran la enorme distancia entre quienes viven en el norte de la ciudad más rica del país, y quienes habitan los barrios que orillas con el Riachuelo. Y esta desigualdad no es producto de la naturaleza ni del esfuerzo de unos por sobre otros. Es el resultado de la falta de políticas públicas enfocadas a mejorar las condiciones de vida de aquellos que peor la pasan. Y no vamos a dejar de mostrarlo.

 

La Ciudad en números

La Ciudad de Buenos Aires puede ser analizada a partir de un criterio geográfico de zonificación en tres regiones: Zona Norte (Comunas 2, 13, 14), Centro (Comunas 1, 3, 5, 6, 7, 11, 12 y 15) y Sur (Comunas 4, 8, 9 y 10). En estas zonas viven el 20%, 54% y 26% de la población total de la Ciudad respectivamente. La CABA tiene un total de 3.078.815 habitantes, de los cuales el 53% son mujeres y el 47% son varones. En cuanto a la edad, el 22% de la población de la Ciudad son jóvenes y adolescentes menores de 17 años, el 18% son jóvenes de entre 18 y 30 años, el 45% adultos de entre 31 y 65 años y el 15% adultos mayores de 65 años o más.

 

Sobre llovido, mojado

Una forma de ver cuánto hace el Estado por disminuir estas desigualdades es analizar cuánto ejecuta del presupuesto, especialmente en las áreas sociales. Por citar algunos ejemplos: El Ministerio de Desarrollo Social y Hábitat porteño presenta una ejecución para el primer trimestre de 2022 del 14% del presupuesto. Programas que están bajo su ámbito, como Ciudadanía Porteña (destinado a asistir a familias en situación de vulnerabilidad social) utilizó durante los primeros tres meses del año apenas el 15%.

En cuanto a las políticas Reintegración y Transformación de villas -destinado a atender una problemática como la de la vivienda digna- solo se gastó el 9% del presupuesto anual. Otra área que debería aplicar políticas que mejoren la situación habitacional de los más vulnerados es el Instituto Para la Vivienda: lleva ejecutado apenas un 13% del total anual en el primer trimestre.