Maestra del puebloS

Hace cuatro años, en el profesorado Pueblos de América nació un sueño: formar docentes desde el propio territorio, con sentido crítico, libres, que quieran transformar la realidad de desigualdad que viven todos los días en la villa 21-24. Y el momento llegó. Sabrina Meza es la primera en tomar un cargo en una escuela del barrio donde nació, donde vive y donde estudia.

Maestra del puebloS

“Acá en el corazón de la villa 21 24 se gestó la hazaña más heroica de todos los tiempos en el barrio: nos hicieron un lugar mágico, único y maravilloso. Acá volvimos a renacer y a sentirnos parte de un proyecto común, nos dieron el derecho a la vida digna. Lo que un Estado ausente no nos dio. Nos hizo trabajadores, maestros, compañeros, militantes”. Es 9 de septiembre y la emoción se palpa en el aire del Pueblos de América. En ese rincón que crece al ritmo de los sueños de quienes lo construyen a diario, las semillas están dando sus primeros frutos. Por primera vez, una alumna del profesorado se enfundará en un guardapolvo blanco y se convertirá en maestra. Hace apenas dos días, Sabrina Meza tomó el cargo en segundo grado de la escuela 12, ubicada algunas manzanas más allá. Tiene 41 años, a los 29 terminó el secundario y en marzo del 2019 se anotó en el profesorado que, desde el pie, se levanta en la villa donde nació. Sabrina es parte de la primera camada de estudiantes que a fin de este año egresará con el título. Mide un metro y medio pero la noticia de que será “seño” le ensancha tanto el pecho que parece que no va a pasar por la puerta de colores del Pueblos. Pero allí va.  

-¿Qué es lo primero que sentiste?

-Lo sueño desde siempre. Siempre quise ser maestra. Amo esto. Muchas veces uno cree que no puede, que no va a poder y hoy me veo acá delante de 28 niños… Cuando recién empecé en el Pueblos, le conté a una compañera de trabajo, fui con toda la emoción a contarle y me dijo: ‘¿estás segura que es legal?’ Hoy la podría llamar y decirle ‘mirá, estoy trabajando en una escuela del barrio’. Estoy muy contenta y me siento orgullosa de haber dado el primer paso. Porque hay que darlo ese paso.

“El Pueblos es cómo están, necesitan algo, los teléfonos abiertos, la alacena comunitaria, los profesores, comunión, empatía, pensar en el otro, aprender uno de los otros”.

El camino no fue fácil. Ni antes, ni durante. Sabrina tiene siete hermanes. Fue mamá muy joven. Después de terminar el secundario en un CENS de adultos, intentó dos veces cursar en un profesorado. “Era fotocopia y arréglate. Acá es cómo están, necesitan algo, los teléfonos abiertos, la alacena comunitaria, los profesores, esa comunión que hay, esa empatía, pensar en el otro, aprender uno de los otros”.  Fueron también esos abrazos los que la alentaron a seguir estudiando cuando no encontraba de dónde sacar la fuerza: “El 7 de agosto de 2020 se murió de Covid mi papá del corazón. Tenía que acompañar a mi mamá, que está con mi hermano menor Gonzalo, con síndrome de Down. Tenía que arrancar el segundo cuatrimestre, muy difícil… pero ahí me llamaron todos los profes y seguí”. El ejemplo de su papá fue el otro empujón. A los 70 años, acababa de pasar a segundo año del secundario, en el mismo CENS donde lo terminó Sabrina. 

-¿Cómo es ser maestra en una escuela de la villa?

-Estoy en 2do grado y de 28 niños, hay 10 que no tienen lápiz. Alguna vez el profesor Daniel Ferro me dijo que hay que dejar huellas y no pisotones. Y eso hizo el Pueblos de América conmigo. Y ahora yo trataré de hacer lo mismo con los pibes. Sobre todo, en nuestros barrios que están al margen, tan cacheteados. Hay muchas necesidades, muchos chicos en la calle, el paco, es muy difícil. Eso que yo escuchaba que la maestra es maestra, psicóloga, trabajadora social, limpia mocos, a dos días de empezar, ya me pasó. Yo ya vi seño tengo mocos, seño no tengo lápiz, seño me das la manzana y el sánguche para poder llevarme a casa y almorzar. Yo hace 41 años nací acá, yo también pasé hambre, me ves gordita porque yo no tengo una dieta balanceada, yo tengo que comer lo que hay. Soy la cuarta docente que tienen en lo que va del año, no tienen rutina. El lunes cuando me fui al mediodía, Thiago me dijo ‘¿seño, vas a volver?’. Y Eliana me dijo al segundo día, ‘te amo seño’. ¿Cómo no me voy a quedar?

-Estás a punto de recibirte ¿qué significa haber estudiado en el Pueblos?

-La mujer que vino el 25 de marzo de 2019 no es la misma que vos tenés hoy enfrente. Me tuve que deconstruir y volver a construir en muchos aspectos. Yo era de las minas que dicen que el paraguayo, el boliviano viene a sacarte el trabajo, el turno del hospital, la vacante en la escuela… tenía esa boluda concepción y la cambié. Siempre pongo el ejemplo de Reina y Yovana que son dos compañeras, una de nacionalidad peruana y otra boliviana. ¿Sabés las veces que me sentí una ignorante al escucharlas hablar? Pensar que yo discriminaba, rotulaba, estigmatizaba, menospreciaba, qué estúpida que fui. Y hoy tengo alumnos que me hablan en guaraní, tengo una nena venezolana. Aprendí que yo tengo que ver a un sujeto, a un niño, no a una nacionalidad, y eso hoy lo traslado a mis hijos, les puedo decir esto no se hace. Acá también aprendí que el niño es un sujeto que tiene derechos, deseos, es un ser humano, no una cosa. No es una alcancía que le metés y listo, pasá de grado. Hay que trabajar, construir, empatizar, desde la amorocidad, sin maltratos, porque los contextos de donde vienen no son los mejores. Hay que hacer redes con los Cesac, con la parroquia, los comedores, apoyarse en las compañeras.

Las compañeras, dice Sabrina, y se le dibuja una sonrisa en su cara redonda. “Acá tenemos desde la querubina de 22 hasta Marta de 60. Marta me conoce desde que tengo 10 años, es mi madre putativa, trabajaba en un comedor comunitario en los 90 con mi mamá. Con marta conocí el mar en San Clemente del Tuyú. Y ahora somos compañeras. Eso es el Pueblos de América”.

-¿Qué sentiste con la muerte de una niña del barrio de apenas 11 años hace algunas semanas?

- Causa dolor. Que una nena se muera. Uno sueña con que cambien las cosas: que un pibe pueda comprarse sus útiles escolares, que no tenga que faltar a la escuela por no tener zapatillas, que las familias no tengan que ir de comedor en comedor para poder almorzar o merendar, por manzana hay 3 comedores, los Cesac están saturados, no alcanzan, no hay especialistas, las familias tienen que estar pululando para ver quién puede atender a sus hijos.

-¿Por qué elegiste ser maestra?

-Porque quiero que el niño que tenga enfrente sepa que sí puede. Que sí puede. Que nadie le diga que no puede. Que su mundo no termina en Luna, en Alcorta o en Iriarte. Yo tenía vergüenza de decir que vivía en la villa. Hoy digo orgullosa que soy villera. Que todos los días aprendemos algo nuevo, que yo aprendo de ellos y ellos de mí. Que voy a hacer lo imposible porque empiecen a volar. Porque con respeto y con ganas se llega a cualquier lado, tengamos la edad que tengamos. Miráme a mí, con 41 años y acá empezando. 

Las semillas están dando sus frutos. Una semana después de que Sabrina se convirtió en maestra, a otres seis estudiantes del Pueblos de América les llamaron para un cargo. En unas horas, Vanesa Aramayo, Rocío Acuña, Andrea Alcaraz, Mario Peralta, Natalia Osorio y Roxana Ruiz también se enfundarán en su guardapolvo blanco, ese que les dan en el Pueblos cuando parten, ese que en el pecho, escrito en cursiva y cerquita del corazón, dice “Nuestras cabezas piensan, dónde nuestros pies caminan...”.