Pedagogía de la esperanza

Este año, la escuela N° 10 Diego Zavaleta cumple 25 años. Desde allí, su director, Daniel Ferro, junto a lxs docentes, buscan transformar la injusta realidad de lxs pibes que asisten, construyendo posibilidades y luchando por sus derechos.

Pedagogía de la esperanza

“Tomo un cuento de Galeano, donde un señor contaba que iba recolectando pedacitos de sueños y con eso construía estandarte de colores. Siento que soy ese maestro, una esencia propia, pero con muchxs compañerxs que los llevo conmigo”. Daniel Ferro es director de la escuela N° 10 Dean Diego Estanislao de Zavaleta, ubicada en la villa 21-24, entre los pliegues de Barracas y Pompeya. Desde los 90, fue construyendo el maestro que quería ser, viendo a sus compañerxs y después de 20 años, decidió concursar para cargos directivos. Primero fue secretario en la escuela 11 del D.E.5, en la otra punta del barrio, y luego decidió que quería ser director, rindió el examen y eligió la escuela 10.

Para él, ser maestro o maestra villera es discutible. Algunxs sienten que es un orgullo reconocerse, pero Daniel reflexiona sobre auto referenciarse y que la comunidad lo exprese explícitamente: “Yo lo tomo pensando en los curas villeros, porque tengo una espiritualidad que en cierto aspecto lo entiendo por ahí. Más que nombrarse, es importante hacer y reconocerse en esa acción”.

Este año se cumplen 25 años de la escuela y 100 del nacimiento de Paulo Freire, pedagogo y filósofo brasileño, defensor de la pedagogía crítica. “Vincularse con esta escuela planteada por Freire (o Simón Rodríguez, antes) sería no vernos por fuera del barrio sino dentro de la comunidad. Laburamos para transformar algo: la forma de ver el mundo, ofrecer otras posibilidades. Más que ofrecer, es promover o animar. Esa es la esencia de la escuela, que tengas la posibilidad, no como favor sino como derecho”, considera Daniel quien se sumó hace 8 años a un colectivo docente que reivindica la mirada de Freire y la proyecta en las escuelas donde cada unx hace su recorrido: “La escuela está mirando hacia afuera del barrio, donde está la entrada. Nosotros tenemos ese desafío, como dice Freire, ‘ético y radical’ de dar vuelta la escuela y ponerla a mirar el barrio. Lo hemos ido construyendo y por lo que me dicen algunxs compañerxs eso se ve. También se percibe con las familias”. En ese sentido, habla de compañeras mamás y compañeros papás, no desde un lugar partidario sino de semejanza, poniendo énfasis en lo que significa hablar de la “comunidad escolar”.

El año pasado, durante la cuarentena, ese vínculo se fortaleció y remarca que no le gusta que una maestra diga “se le dio la oportunidad”, sino hacer lo posible para que lxs pibes estén en la escuela y las familias se sientan parte: “Yo no digo mi escuela, no sé si está tan bueno. Indica una pertenencia, pero también una posesión y yo no lo planteo en esos términos. Es una construcción pensar que ese nosotrxs sea con las familias”. Para ello, muchxs docentes compraron celulares o compus, a costa de varios sueldos, para no perder la conexión con sus estudiantes.

Hay gestos más íntimos, como ver un maestro de casi dos metros sentado en una sillita de jardín o ver una maestra en el piso acompañando la lectura, como tantas otras experiencias que se dan. No pasa desapercibido si unx pibe está o no en la escuela y si está, qué le pasa, cómo está: “A veces te llevas una piña que te deja en el aire y también te llevas una caricia. Freire en Pedagogía de la Autonomía lo plantea como un acto de esperanza, alegría, crítico, con la autenticidad que se necesita, pero con disfrute y felicidad. Ahí también agregaría de convencimiento”.

Uno de los aspectos a repensar es sacarse el chip de la neutralidad, teniendo en cuenta lo que plantea el pedagogo brasileño: con quién se enseña, a favor de quién, en contra de quién, teniendo en cuenta lo esencial: “Hacer más hincapié en ‘a favor de quién’. En Cartas a quien pretende Enseñar, una de las cuestiones es tomar consciencia de ello. Animarse a reconocerse como actor y sujeto político. No hay que temerle a la mirada política de la escuela. Se tergiversa pensando en lo partidario. Se trata de una forma de vida, de actuar, relacionarse. Creo que en todas las escuelas hay que trabajarlo”.

En el marco de la semana de la memoria, se generaron actividades en torno a la identidad y en luchar por un mundo mejor. Revisando sus días como maestro en una escuela de Boedo, rememoró: “En esa escuela, estudió Norberto Palermo, quien pasó a la lista de desaparecidxs por la dictadura. Su hermana, Silvia Palermo, causalmente fue directora de la 10. Con la familia colocamos una baldosa y se generó una transformación pedagógica y afectiva. Cuando descubrí esta experiencia, empecé a laburar con lxs pibes y lo puse en el registro. Cada vez que tomaba lista, al final nombraba a Norberto y lxs pibes decían ¡presente!”.