Estudiar en el horno

La ola de calor histórica de marzo volvió a poner de relieve las deficiencias estructurales de las escuelas porteñas. El fenómeno se potencia en el sur: ventiladores que no andan y ventanas que no abren en aulas saturadas, a lo que se sumó la orden del Gobierno de la Ciudad de no instalar nuevos equipos eléctricos.

Estudiar en el horno

Si había un lugar donde resultaba tedioso, desgastante y hasta dañino para la salud atravesar esta ola de calor sin precedentes para marzo, fue en las escuelas públicas de la Ciudad de Buenos Aires. Las temperaturas extremas en el inicio del ciclo lectivo volvieron a poner de relieve las deficiencias en infraestructura que los establecimientos presentan, en un fenómeno que como siempre, se potencia en los barrios del sur por la menor inversión.

Por eso, los sindicatos docentes iniciaron campañas y se movilizaron para visibilizar la situación, y contaron con el apoyo (no tan habitual de conseguir en reclamos gremiales) de gran parte de la comunidad de madres y padres. Hasta les pibes, entrevistados por la tele o abordados por familiares a la salida, supieron expresar con su simpleza lo que fue y es, hasta el cierre de esta nota, una cursada en el horno.

Los días consecutivos de 40 grados de sensación térmica encontraron a las escuelas del Distrito Escolar 4 con las condiciones de siempre. Ventiladores que tiraban un “cachito” de aire, directamente no andaban, o hasta tenían que ser apagados por moverse peligrosamente. Ventanas que no abrían y aulas superpobladas con una treintena de pibes completaron el cuadro. Por eso, ya desde las primeras jornadas, sindicatos como Ademys y las comunidades educativas buscaron visibilizar la situación.

“Las escuelas Primarias del Distrito 4, que incluye La Boca, Barracas y San Telmo, no tienen aires acondicionados. En mi institución, la Nº 11, hay 6 aires, que no se pueden colocar porque la instalación eléctrica es deficiente. Por eso, nos tenemos que arreglar con los ventiladores, que son obsoletos: o no funcionan o lo hacen, pero mal. En primer grado, por ejemplo, explotó uno. Y la ventilación no es cruzada, las aulas cuentan con unos ventiletes con unas rejas como aleros de chapa, y en el segundo piso te morís de calor”, detalla Kaia Pérez Coello, maestra en esa escuela situada en Brandsen 1057, en La Boca. La docente señala que, por el cemento, la temperatura en el patio superaba sin dudas los 50 grados (peor aún en aquellos edificios con tinglado de chapa), y en esas condiciones debían dictar las clases.

Ante esta realidad, los padres y madres mediante la Cooperadora, y les propios docentes juntando plata o donaciones, pudieron conseguir algunos equipos extra de ventilación o aires portátiles en varias escuelas. El problema fue que inmediatamente, desde el Ministerio de Educación de la Ciudad, se agarraron de una antigua normativa que hace responsables a las y los directivos de las instituciones de cualquier problema en la conexión eléctrica generado por la instalación de equipos externos.

Claro está que, con esto, no hacían más que reconocer que la instalación eléctrica está al límite por la falta de reparaciones, a pesar del presupuesto cada vez mayor del que dispone el distrito capitalino.

Las escuelas tuvieron en estos días un vínculo “muy tenso” con les supervisores del Ministerio. Así lo expresó en diálogo con Sur Capitalino Federico Puy, secretario de Prensa de Ademys y docente de la Escuela N° 5 de Barracas. “Ellos respondían a la indicación propia de los aprietes del Gobierno de que las clases continúan igual, y que si no tenés luz, tenés que esperar ahí que termine tu horario laboral, algo que es anti estatutario”, rememora.

Por eso, Federico plantea que en estos días de calor se dio clases en condiciones “precarias, insalubres y sofocantes”. “Era muy difícil enseñar y alfabetizar. Los chicos estaban con dolor de cabeza, sufrían desmayos, o sangrados de nariz, y hubo muchos casos de profesores que debieron ser asistidos en las escuelas”, describe. Esta situación anómala generó también otros problemas burocráticos, porque el SAME se negaba a acercarse a los establecimientos a atender al personal docente que se sentía mal, aduciendo que le correspondía a la ART. “Otra cuestión antirreglamentaria; no se hacían cargo”, denuncia el dirigente sindical.

Al calor extremo se sumaron las cuestiones estructurales que no son novedad especialmente en las escuelas del sur y que generaron un comienzo de ciclo lectivo bien complejo. En la Escuela Nº 11 DE 5, de Barracas, faltó durante varias jornadas la luz y el agua, debido a los cortes del servicio que afectaron a la zona. Por eso, su comunidad convocó a una movilización en Iriarte y Vélez Sarsfield, luego de la cual lograron el compromiso del envío de una cuadrilla urgente de la empresa a reparar el inconveniente. A su vez, reportaron problemas similares la Escuela Nº 12, la Nº 6 y la Nº 20, donde explotó un transformador.

En el medio de esto, la ministra Soledad Acuña volvió a utilizar el slogan de que “cada día cuenta” para oponerse a la suspensión de clases y recomendó “vestirse con ropa liviana”. La única decisión oficial fue la de lanzar un “operativo de distribución de aguas frías para promover la hidratación”. En la práctica, estaban muy lejos: las botellas no estaban frías y tenían que ser las propias familias las que enviaran a sus hijes sus botellas congeladas o con hielo, ante heladeras que no daban abasto por la cantidad de alumnes.

"En la escuela 11, de La Boca, hay 6 aires que no se pueden colocar porque la instalación eléctrica es deficiente. Por eso, nos tenemos que arreglar con los ventiladores, que son obsoletos: o no funcionan o lo hacen mal.

Por todo esto, las distintas comunidades educativas fueron movilizándose. En las puertas de las escuelas se colocaron carteles y pancartas, que decían: “Quién puede aprender con 40 grados de temperatura y 30 estudiantes”, “traen agua y nos sacan el yogur”, además de críticas a la ministra Acuña y otros pedidos relacionados a la infraestructura.

Este grado de movilización y activismo por parte de padres y madres de alumnes y docentes no agrupados, fue una novedad en este reclamo, a diferencia de otros que responden a derechos laborales o reivindicaciones salariales. “Fue una gran novedad y ayudó mucho a que esto se visibilice. Hicieron cortes, mucha campaña en redes, y pegaron carteles”, celebró Federico Puy. Desde lo gremial, el sindicato Ademys convocó a un paro para el martes 14 de marzo. Pero la falta de respuestas siguió como siempre. Lo único que les quedó esperar a docentes, trabajadores no docentes y alumnes, solos ante las temperaturas récord, fue esperar a que el calor ceda.