De lazos y reencuentros

La cooperadora de la Escuela 8 de La Boca tiene nueva gestión. Convencidas de lo imprescindible de reconstruir redes y unir fuerzas, las familias convocaron a un festival con toda la comunidad.

De lazos y reencuentros

Juan Leale sentía un afecto por la escuela Della Penna del que no fue consciente hasta que llevó a su hijo al preescolar. Piensa su participación en la cooperadora como un acto militante y cree que, si bien la escuela tiene “miles de necesidades concretas”, espera que la actual comisión en la que acaba de asumir como presidente pueda delimitarse de la gestión de la carencia a las que las cooperadoras escolares están sujetas en la actualidad: “Esta cooperadora, históricamente, intenta no quedarse solamente en su función práctica, como recaudar la cuota social y manejar los subsidios. Primero, porque entendemos que en una situación ideal no sería necesario que la cooperadora se ocupe de los artículos escolares y de limpieza, y segundo, porque la función de la cooperadora es social, cultural y artística”, dice mientras recuerda que fue de esa misma cooperadora que surgió el Grupo de Teatro Catalinas Sur.

Son las tres de la tarde y el sol decidió acompañar la fecha después de haberse escondido toda la mañana. El locro ya se agotó, y en el anfiteatro de la Plaza Malvinas tocan folklore los tucumanos Nerio González y Claudio Sosa. Nerio es parte de la cooperadora y Claudio vino de invitado porque cree que hay que volver a construir redes: “La Peña del Encuentro” está en marcha desde el mediodía, y marca el regreso de la cooperadora de la Escuela Nº 8 de La Boca.

Desde hace casi un siglo, las cooperadoras cumplieron un rol activo en el aumento de la participación escolar. Pero como consecuencia de los distintos ajustes al sistema educativo, redujeron su función a la provisión de insumos materiales. Esta gestión de la carencia quedó de manifiesto durante 2021, cuando el Gobierno de la Ciudad se desentendió de la compra de los elementos de bioseguridad necesarios para afrontar el regreso a las aulas y la responsabilidad recayó en las cooperadoras. En el marco de una caída del porcentaje destinado a la educación del 26,6% en 2010 al 18,6% en 2020 en el ámbito porteño, las cooperadoras pasaron de ser el anclaje territorial-comunitario en las escuelas a bomberas que corren detrás de los incendios: ¿cuánto margen queda para pensar la vinculación de la escuela con su territorio y la comunidad, si en las aulas no hay tizas y el salón se cae a pedazos?

“Si bien la escuela tiene miles de necesidades concretas, la función de la cooperadora es social, cultural y artística”

Pero no todas las cooperadoras aceptan dócilmente este rol y algunas se cuestionan trabajar desde la urgencia. Prefieren trabajar desde la comunidad. Mónica Avolio es parte de la cooperadora hace diez años con intermitencias, dice. Recuerda que durante el 2020 fue la cooperadora la que se ocupó de entregar bolsones de comida a las familias que se quedaron sin empleo. Cree que desde algunos años el tejido social comenzó a desmembrarse y que ese proceso también se llevó puesto a la cooperadora, que durante 2021 estuvo sin funcionar por falta de autoridades: “Fue un cimbronazo, y empezamos a pensar qué hacer. La directora de la primaria empezó a pedirle a las familias desde hojas hasta papel higiénico, porque nosotros no podíamos funcionar y, de hecho, todavía estamos a medio camino, porque no estamos habilitados a usar el dinero”.

Pero elige no poner el foco en eso hoy. Para Mónica, el encuentro de Plaza Malvinas es un nuevo punto de partida después de la pandemia. “En lo personal, esta actividad de hoy es volver a generar lazos, este espacio que es nuestro y ser felices un rato, con la plena consciencia de que si no es colectivo no vamos a ningún lado. Los momentos felices son así, en comunidad”.