Triste adiós a Lito Discioscia

Hoy murió otro de esos vecinos boquenses de ley. Su oficio era la tapicería; su sueño, recuperar el Riachuelo. Fue hielero y repartidor de verduras, y presidió la Asociación de Fomento y Cultura. Hace 8 años, recuperamos su historia en el barrio. Aquí les dejamos aquella nota publicada en octubre de 2013 en Sur Capitalino.  

Triste adiós a Lito Discioscia

“Este es un barrio de marineros, un barrio de trabajo”, define Lito Discioscia, tapicero de oficio que, como muchos de los chicos que se criaron con los barcos atracando en Vuelta de Rocha y vecinas tejiendo redes en los patios de los conventillos, comenzó a trabajar antes de cumplir diez años. Empezó, como varios de sus compañeros de colegio, con el reparto en una verdulería, en Suárez al fondo. Y en el verano se convertía en hielero: “Éramos una banda de siete u ocho pibes. El viejo de uno de ellos cortaba la barra de hielo y la llevábamos en una chatita tirada por dos caballos”, cuenta e intenta marcar un número en su teléfono celular para consultar un dato, para buscar una precisión, pero le sobra dedo y hace un pequeño malabar para embocar en las teclas.

Lito, que esquiva la pregunta sobre su edad, fue compañero del fotógrafo Horacio Marinó, en la escuela primaria Agustín Rafael Caffarena, sobre Necochea. Ahí terminó y ya no siguió estudiando porque “había que trabajar”. De hielero pasó a cuidarle la mercadería a un vendedor ambulante que traía ropa del Once, en un “mateo hermoso”, hizo el reparto de la heladería “El Aeroplano” –que estaba en Brandsen y Almirante Brown- y armó cigarrillos en “Camberos”, una fábrica que funcionaba en Necochea y General Gregorio Aráoz de Lamadrid. Poco después entró en Petrolini Hermanos, una fábrica que estaba en Rivadavia y Quintino Bocayuva, donde aprendió el oficio de tapicero.

Al poco tiempo se puso a reparar muebles de los vecinos en una pieza que el padre de un amigo le prestó en un conventillo, en Pedro de Mendoza 2271. De aquel tallercito donde comenzó a convertirse en cuentapropistas -después pasó a otro en Suárez 486, donde trabaja hasta hoy-, Lito tiene un recuerdo muy cariñoso y la primera foto que le viene a la memoria es una que lo liga a Vittorio Gassman y Nino Manfredi. Fue en 1965, cuando ellos habían llegado a Buenos Aires para actuar en Un italiano en la Argentina, la película que filmó Dino Risi. Una de las locaciones elegidas fue ese taller de Lito: Gassman, que interpretaba a un agente de prensa llamado Marco, se reunía ahí con Manfredi (que era Stefano en la ficción) quien le terminó mostrando otra cara de la inmigración italiana.

La historia de Lito parece enhebrar ese barrio de trabajo con el burbujeo constante de las organizaciones sociales (y políticas) que dan vida a La Boca. Su padre era marinero de cabotaje y trabajó en el remolcador de puerto  “El Tigre”. Lito intentó dejar una marca de él en el barrio y, al mismo tiempo, ligar el comercio con la costa del río: su sueño era poner ese remolcador en una plaza, la idea terminó de crecerle cuando se había convertido en presidente de la Unión Comerciantes de La Boca. Lo buscó durante muchos años hasta que le contaron que ya estaba hundido. “Era uno color celeste, chiquitito”, dice y se le iluminan los ojos y la boca se le pone como en una sonrisa.

Pero “El Tigre” fondeado no alcanzó para desalentarlo y buscó otro remolcador. “Es que este es un barrio de marineros”, insiste y, para reafirmar lo que dice, recuerda que el Almirante Brown “construyó la flota en la Vuelta de Rocha”. O habla de cuando entraban los barcos de gran porte al puerto boquense y el Astillero Alianza construía naves de 25 mil toneladas que se sacaban en pedazos y se terminaban de armar en Tandanor (Talleres Navales Dársena Norte). Y así fue como encontró un remolcador que estaba detrás del “Ciudad del Rosario”, un barco enorme que estaba anclado en el puerto boquense y funcionaba como salón de fiestas porque tenía serios problemas de navegación.

“El remolcador estaba ahí, sin motor. Estábamos haciendo los trámites para poder sacarlo del agua, buscando al dueño. Pero un día vino una bajante muy fuerte y el remolcadorcito quedó debajo del timón del Ciudad del Rosario y cuando volvió a subir el agua quedó atrapado ahí y la presión lo rompió todo. Hubiese sido lindo tener uno de esos en el barrio, en una plaza”, sonríe.

No logró poner un remolcador en una plaza pero eso no le impidió seguir trabajando por y para el barrio: preside la Asociación de Fomento y Cultura de La Boca y es secretario de la Fundación x La Boca. Desde allí impulsó el proyecto para recuperar el Puente Viejo y reclamó la realización de las obras para evitar las inundaciones en el barrio. “Pero sigue el tránsito pesado pasando por nuestras calles y eso las destruye. Necesitamos reanudar la navegación del Riachuelo para completar el sistema de transporte”, propone.