Atrás del slogan

Muy lejos de las necesidades de quienes viven en La Boca, la “transformación” de Larreta llegó al barrio de la mano del Metrobús del Bajo. La obra millonaria disminuirá tres minutos el tiempo de viaje entre el Parque Lezama y Villafañe. ¿Pero a costa de qué? Consecuencias de un marketing que vende progreso para unos pocos y será devastación para la mayoría.

Atrás del slogan

Casi 750 millones de pesos para ahorrar tres minutos en ocho cuadras. Las obras de la segunda etapa del Metrobús del Bajo costarán 744 millones de pesos. Los carriles exclusivos para colectivos se extenderán 19 cuadras, 8 de ellas en La Boca. Según los cálculos del Gobierno porteño, el metrobús disminuirá unos 3 minutos el tiempo de viaje en el tramo que va desde el Parque Lezama hasta Almirante Brown y Villafañe. 750 millones de pesos, más de un año de obras, tres minutos. Algo de la ecuación no cierra. Al menos si nos paramos desde una mirada que contemple los derechos vulnerados de les vecines del borde sur. Pero veamos.

¿Cuáles son las consecuencias para el barrio de la “transformación” que el jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta publicita con enormes carteles cada dos metros? En principio, lo primero que podemos decir, para dimensionar los números, es que los millones que usará la Ciudad para construir el metrobús es casi un tercio del presupuesto previsto para todo el año para infraestructura escolar (nuevas obras, ampliaciones y readecuaciones de escuelas en todo el territorio porteño).

Si comparamos el costo del metrobús con algo aún más cercano como el Programa Rehabilitación La Boca del Instituto de la Vivienda (IVC), también podremos percibir las prioridades de la gestión porteña: el programa que debe dar respuesta a los problemas habitacionales de quienes viven en los conventillos del barrio cuenta, para todo 2022, con un presupuesto de 99 millones de pesos, y de ellos, poco más de 21 millones están destinados a construcción.

Busquemos otro ejemplo sobre vivienda, que es sin duda la problemática principal de La Boca: el presupuesto para este año para otorgar créditos de la ley 341 – que dispone fideicomisos y créditos para que cooperativas construyan viviendas- alcanza los 246 millones de pesos, un tercio de lo que se destinará a construir los carriles para colectivos.

El derrame

“Con este proyecto ganan los barrios del sur de la Ciudad, que estarán mejor iluminados, más integrados y conectados”, afirmó Juan José Méndez, secretario de Transporte y Obras Públicas de la Ciudad, cuando presentaron las obras. “Tres nuevos barrios revitalizados: San Telmo, Barracas y La Boca”, enumera la gestión de Larreta entre los “beneficios” de la llegada del metrobús.

Los funcionarios que gobernaron y gobiernan la Ciudad en los últimos 15 años suelen usar la teoría del derrame para argumentar sobre los beneficios que traen obras como la del metrobús en barrios postergados como La Boca. El Estado interviene con infraestructura y gracias a esto, la zona “mejora”. Esa “transformación”, como les gusta llamar ahora, queda en manos del mercado que, claro, no suele tener en cuenta los derechos de los ciudadanes sino la maximización de sus ganancias. El mercado, en este caso, es el inmobiliario, uno de los sectores más beneficiados por las últimas gestiones porteñas. Porque cuando se habla de “derrame” se incluye, por ejemplo, la construcción de nuevas viviendas, más modernas, más altas, más caras. Para levantar edificios, hay que demoler casas y conventillos. Y para este último paso, hay que expulsar a sus habitantes. Los mecanismos: aumento del precio de la tierra y, por ende, del alquiler de viviendas o piezas; más desalojos.

El proceso de “transformación” de La Boca con la llegada del metrobús podría equipararse a la que vivió la avenida Patricios con su elevación años atrás. Según relevamos en Sur Capitalino a fines de 2019, en sus primeras diez cuadras había nueve edificios en construcción que, cuando se terminen, alcanzarán hasta los 11 pisos. Además, el aumento de alquileres y ventas provocó el cierre de históricos comercios y la mudanza de muchas familias que ya no pudieron seguir pagando en la zona. El proceso se observa a simple vista y avanza a paso firme. Modernización y transformación, maquillan algunos. Gentrificación y un barrio “transformado” para unos pocos otros, decimos nosotres. De integración e inclusión, cero.

En la avenida Almirante Brown los cambios ya comienzan a verse. En menos de una cuadra, a la altura de la calle Pinzón, se proyectaron dos museos: uno de Arte Contemporáneo llamado MARCO, que ya está abierto en Brown 1031, y otro, de Ilustración Gráfica (MIG), que aún está en obra, en el edificio patrimonio histórico de Brown 999. Ambos fueron creados por la Fundación Tres Pinos y cuentan con el mecenazgo de la Fundación Santander. Tanto el banco como Tres Pinos son beneficiarios de las exenciones impositivas que el Distrito de las Artes impulsa a estos “desarrolladores”. En el edificio donde funcionará el Museo de la Ilustración Gráfica, en el barrio con mayor déficit habitacional, también habrá viviendas destinadas a artistas.

La “transformación” más veloz y evidente en la avenida es la que está sufriendo Brown y Olavarría: dos de sus cuatro esquinas fueron demolidas desde que empezó el año. En Olavarría 396/400 Almirante Brown 1302/1308/1310 Arenas Building SA construirá “Arenas XVII” un edificio de 13 pisos, con departamentos de 1 y 2 ambientes, salón de usos múltiples (SUM) con parrilla y cocina, terraza y laundry (lavadero con pileta, lavarropa y secarropa). La fecha de entrega, dicen en su página web, es diciembre de 2023. La desarrolladora y constructora de este edificio tiene como presidente a Pascual José Santoro, empresario dueño de la empresa Silos Areneros Buenos Aires, arenera con casi 70 años en La Boca y una de las mayores proveedoras de arena del mercado de la construcción.

En la otra esquina tampoco queda nada. Las topadoras demolieron en pocos días el edificio histórico de Almte. Brown 1309, ese que durante largos años lució en la ochava una pintada de “Menem presidente 1999” y que perteneció a Carlos Bello, dirigente radical del barrio. Allí, durante casi 30 años, vivió la familia O’Neil que fue desalojada apenas meses después de que su hijo Diego, bombero voluntario, se quitara la vida luego de la tragedia de Iron Mountain donde perdió a su amigo Facundo Ambrosi. La esquina que ahora es un hueco en el corazón de La Boca figura a nombre de Sergio Alberto Lepera, director de Clena una sociedad anónima que tiene como objeto el desarrollo de emprendimientos inmobiliarios por cuenta propia o de terceros. Sin embargo, a la obra se la vincula con José Augusto Randazzo, dueño del Bar Roma que está justo enfrente, muy vinculado al radicalismo y especialmente al ex presidente del Club Boca Juniors, Daniel Angelici, y a su entonces prosecretario, Carlos Aguas. Esas relaciones son las que en 2016 lo llevaron a ocupar un cargo como vocal en el directorio de la Agencia de Bienes Sociedad del Estado (ABSE), un organismo encargado de la administración y venta de inmuebles públicos de la Ciudad. Randazzo es también socio de Parking de las Artes, empresa que tiene la concesión de diferentes estacionamientos ubicados en terrenos de la Ciudad, como los que están bajo tierra o como el que administra bajo la autopista La Plata, frente a la Usina del Arte.   

Las pérdidas

Otros datos que también se deben tomar en cuenta al evaluar la “transformación” son las pérdidas del patrimonio edilicio y arbóreo. Para ampliar la avenida Paseo Colón y sumar un carril exclusivo, el Gobierno de la Ciudad tiró abajo varios edificios de gran valor histórico: el primero fue el edificio Marconetti, ubicado en Paseo Colón y Brasil, a fines de 2018; el último fue el inmueble donde funcionaba la Escuela Taller del Casco Histórico. El último vestigio arquitectónico en pie de los años 1900 en esas cuadras fue demolido en 2021.  

Este año, la Ciudad avanzó sobre los ejemplares del arbolado urbano. Si bien explican que se incorporarán nuevos árboles en el recorrido del metrobús, al menos 70 fresnos, jacarandás, plátanos y eucaliptos, en su mayoría añosos, fueron talados.

Siempre los mismos

La segunda etapa de construcción del Metrobús del Bajo, como dijimos, costará 744 millones de pesos. La licitación la ganó el año pasado una Unión Transitoria de Empresas conformada por Urbaser Argentina, Seob SA y Salvatori SA Parques y Jardines, viejas conocidas de la gestión porteña. Lo cierto es que las empresas vencedoras de las licitaciones en la Ciudad se reiteran desde que el macrismo gobierna la Ciudad.

Urbaser Argentina es una empresa de capitales españoles que se constituyó en Argentina en el año 1994. Hasta fines de 2016 era propiedad del grupo internacional ACS, constructora accionista de Autopistas del Sol donde era socia de SIDECO Americana, compañía de la familia Macri con participación mayoritaria en Ausol hasta 2017. Una de las actividades de Urbaser es el tratamiento de desechos, por eso es también una de las patas de la UT Urbasur que presta servicios de higiene urbana en las Comunas 3 y 4. También se encarga de podas, puesta en valor de plazas y recolección de residuos en la costa porteña.

Salvatori y Saob también son empresas con innumerables y millonarias contrataciones con el gobierno de la Ciudad. Saob, por ejemplo, recibió en 2018 dos millones y medio de pesos para limpiar, junto con Urbaser, la Plaza de Mayo luego de una marcha por Santiago Maldonado.

Las tres empresas están entre las que habitualmente ganan las licitaciones para hacer una y otra vez las veredas, mimadas entre las obras de la Ciudad.

La “transformación” es negocio para los mismos de siempre. Un puñado se quedará con el derrame del mentado progreso, otros pocos con las ganancias de la especulación inmobiliaria y las empresas amigas del poder con los millones que se gastarán en la obra.