A los aplausos: el adiós a Jorgito

A los ocho años perdió una pierna bajo el tren carguero que atraviesa la villa 21. Salió adelante y se convirtió en campeón de natación paralímpica. Trabajador de la Casa de la Cultura, militante de la organización Grito de Corazón y de ATE, en pandemia se sumó a preparar ollas para calmar el hambre de su barrio. El 16 de mayo, Jorge Corvalán murió de Covid. Tenía 26 años.     

A los aplausos: el adiós a Jorgito

Si alguien en la Villa 21-24 no sabía quién era Jorge Corvalán, su despedida ofició como carta de presentación. El cortejo fúnebre pasó por los puntos del barrio que marcaron su vida. Vecinos y vecinas salieron a sus puertas para aplaudir. Para contar, a quien desconociera la historia, que ese era el chico del tren, el que había logrado ser campeón de natación sin una pierna, el que daba todo por el otro. El coronavirus cortó 26 años de vida dura e intensa, que dejaron huella y homenaje a su paso.

“Le gustaba el ruido, el quilombo, figurar. Y me parece que se lo merecía. Entonces intentamos con sus amigos y logramos que la casa velatoria nos dé el permiso de hacer un recorrido por el barrio”, contó Julieta Chinchilla. Conoció a Jorge trabajando en la Casa de la Cultura y habló sobre él sin dejar de llorar. Lo definió así: “Jorge era todo. Era un pendejo que nos cuidaba a todas. A todo su barrio. El año pasado cuando empezó el quilombo de la pandemia armamos cadenas de donaciones con gente de San Telmo y Barracas para la villa; él ya se había podido mudar, pero volvía por el barrio, por sus vecinos, con una pierna. Si la vida te puede demostrar que es injusta, es con cosas como esta: era un imprescindible”.

Cuando era chico, Jorge compartía con amigos un juego peligroso. Vivía a media cuadra de las vías, en Alvarado y Magaldi, y cuando pasaba el tren de carga lo corría para treparse. Hasta que una vez, cuando tenía ocho años, cayó en el intento. “¡A Jorgito lo pisó el tren!”, fue el grito desesperado que escuchó Jonathan Gómez, Jony, algunos años mayor. Corrió junto a otros vecinos para socorrer a ese nene que estaba sentado en la vía, sin llorar, queriendo acomodarse la pierna cortada para que su mamá no lo retara. Entre varios lo acostaron sobre una puerta a modo de camilla. Por entonces en la zona había un único vecino con auto. Pero no quería el tapizado ensangrentado, por lo que sólo ofreció su baúl. Los amigos de Jorge no se lo perdonaron nunca más.

La historia del nene y el tren fue conocida en todo el barrio. Antes del accidente ya tenía buen vínculo con Jony. Después, no se despegaron más. “A pesar del accidente, él seguía jugando como un chico normal: corría con las muletas, andaba en bici, atajaba. Siempre le puso el pecho a la vida”, resaltó su amigo. “Éramos casi como hermanos”.

Su pasión por la natación la descubrió por casualidad. Caminaba por la calle con sus muletas cuando una entrenadora lo paró para decirle que tenía un buen físico para esa disciplina. Con una sola pierna, comenzó a entrenar en Independiente y nadó hasta alcanzar una meta impensada: fue campeón nacional e integrante de la Selección Argentina Paralímpica Juvenil.  Sin embargo, sufrió desencantos en ese ámbito que lo dejaron fuera de nuevas competencias. “Cuando no nadó más, se dedicó a ayudar a la gente”, dijo Jony. El trabajo en la Casa de la Cultura, según cuentan, fue un empujón para levantar el ánimo y seguir adelante. Lo encaró sin descanso, tal como había hecho en el agua.

Allí encontró a su gran amor, Rosi. “Cuando la conoció a ella se metió más en la militancia. Es una piba con un carácter muy fuerte y un corazón más grande que todo el barrio. Y se juntaron: se alinearon los planetas, dos personas con muchas ganas de hacer cosas, que amaban al prójimo. Cuando se juntaron hicieron potencia. De ahí nació Zoe”, relató Zunilda Martínez, referenta de La Cámpora en la Villa 21-24.

“Es uno de mis mejores amigos. Es difícil hablar”, respondió a pocos días de la muerte de Jorge. Llegó a intercambiar algunos mensajes con él cuando estaba internado. Sin terminar de aceptar la pérdida, aún lo espera para otra charla catártica con Fernet. Esas en las que él solía repetir una frase: “Algún día van a ganar los buenos”.

Ser desplazado de la competición paralímpica no fue el único obstáculo que tuvo que enfrentar. También, las amenazas de desalojo en el barrio. “Fue un luchador de la vida”, dice Zunilda ya la definición se repite en cada persona que lo conoció. Entre sus amigas de militancia también eligen el término “mediador” para describirlo. “Es la persona más solidaria y mediadora en este mundo de la militancia, que no quiere que nadie se pelee, que entiende lo que es estar junto al otro”, lo describió una de ellas. Así, en tiempo presente.

Militante de la organización Grito de Corazón y miembro de ATE, Jorge estaba entre quienes preparaban ollas para calmar el hambre en plena pandemia. “Estaba dispuesto siempre a darlo todo por los demás. Yo le decía ‘Jorgito cuidate que el coronavirus no es joda, sos asmático’. Él me decía ‘la gente tiene hambre, tengo que ayudar’. Si sabía que había unos abuelos en algún lugar que no tenían para comer, él les llevaba. Murió en su ley, ayudando a los demás”, remarcó Jony. A él también le cuesta aceptar que su amigo ya no está: los aislamientos que anteceden a las despedidas por estos días sólo las vuelven más duras.

Jony tiene frescas las últimas conversaciones que compartieron: sobre todo una, sobre el sueño de Jorge de hacer un club para chicas y chicos discapacitados en el barrio. Las charlas no se cortaron durante la internación por covid, que duró unos 20 días. “Lo último que me dijo fue ‘cuidá a mi bebé’ –contó Jony- Yo le decía ‘dejate de joder, vos me vas a enterrar a mí’. Después cayó en terapia. Pero yo pensaba ‘lo pisó un tren y no lo paró, esto no lo va a parar’”. El virus coartó su futuro, pero no su legado.