Se fue de carnaval

Culpa del Covid, el 12 de mayo La Boca se quedó sin el enorme corazón de Lito, vecino histórico, linyera y blusero. Su vida en el barrio, sus gambetas de potrero, su estadía quinqueleana, las comparsas de antaño y su infaltable zambomba bajo el brazo.

Se fue de carnaval

Desde el cielo suena su zambomba, aseguran muchas de las personas que lo conocieron y hoy no encuentran consuelo. Sencillez, humanidad y un corazón gigante. Las palabras se repiten en una despedida virtual, ese duelo que tuvimos que inventar a falta de abrazos en esta pandemia. Culpa del Covid, La Boca ahora se quedó sin Lito. Lito Linyera, el Lito del carnaval. El de las mil historias sobre el barrio. El Lito peroncho y blusero.

“Qué loco pensar La Boca sin Lito. Pareciera que parte de la materia, de los cimientos y los postes que sostienen las casitas de chapa y zinc descansaban en las espaldas del más imprescindible de los Linyeras. Que las calles se iban dibujando con el zumbido de la zambomba, esa que él se encargó de proteger como patrimonio y marca registrada personal”, dice José Luis Ramellini en un intento de ponerle palabras a la ausencia. Es 12 de mayo por la noche y la tristeza riega el muro de Facebook de Emilio Ángel Zone, el nombre con el que nació Lito un 28 de diciembre de hace 68 años.

Gallina en La Boca, Lito creció en Práctico Poliza 1026, entre el chaperío y el puerto de aquel barrio de inmigrantes italianos inmortalizado por el maestro Quinquela. Los que compartieron su infancia lo recuerdan por sus gambetas en el potrero de Suárez y la vía, uno de los tantos que, por entonces, se multiplicaban por las calles boquenses.

Y como La Boca es fútbol, pero también carnaval, Lito enseguida fue parte de una de esas comparsas que recorrían Olavarría y la Almirante Brown. “Yo salí en Los Nenes de Suárez y Gaboto en los comienzos de los ’80. Había 15, 16 comparsas, todos salíamos en alguna. Era otro carnaval, no era sólo la noche, era también el día, se jugaba al agua y antes del desfile se hacía un festival con los chicos, concursos de disfraces y al ganador le daban un regalo que había donado algún comerciante”, recuerda con aroma de nostalgia el propio Lito, en una charla por Instagram con Locura de Boedo, hace apenas un año atrás.

Y en esos años donde la dictadura por fin llegaba a su fin, Lito entró a trabajar al Hospital de Odontología Infantil, uno de los legados que Quinquela dejó a la comunidad. Y allí se quedó por los siguientes 31 años. En simultáneo, su compañera de vida, María del Carmen, se convertía en la casera del Museo de Bellas Artes Benito Quinquela Martín. Hace un puñado de años, Lito y María del Carmen volvieron a vivir a la casa de Poliza que lo vio crecer. Ahí Lito, el papá de Nati y Nico, se volvió el mejor de los abuelos.  

Pero si retrocedemos unas dos décadas, podemos encontrarnos con el Lito que se volvió Linyera. “La primera vez que me acerqué a la agrupación fue por invitación de Pato Centurión. Las primeras reuniones fueron en el Teatro Verdi. Un conocido nos prestó 3 bombos, un redoblante y un zurdo y salimos por las calles de La Boca… lo que queremos es llevarle alegría a la gente… hoy en día es lo único gratis que pueden disfrutar: el carnaval”, recuerda Lito en el capítulo dedicado a las murgas de la serie documental República Popular de La Boca. La agrupación es la Agrupación Humorística, Coral, Musical y Recreativa Los Linyeras de La Boca, que recrea el antiguo carnaval, el de los ’60, “el pionero, cuando venía la gente de todos los barrios. Nosotros no usamos lentejuelas y levitas pero nos disfrazamos de lo que queremos, usamos esos instrumentos locos, la zambomba, el tilín, el martillo y cantamos canciones típicas de La Boca”.

Lo dice con una enorme sonrisa y su mano fricciona la vara en el parche de la zambomba roja, verde y blanca, la que hoy toca en algún corso lejano, desde que un ángel sonso amateur lo condenó al paraíso.