Caprichos

Lejos de los tiempos en que anteponía su sonrisa a la cara, el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta anda de ceño fruncido y arrugas de desconfianza. El despliegue de malabarista llevado a cabo junto a Alberto Fernández y Axel Kicillof quedó lejano y el presente es de confrontación con destellos de amabilidad que irán mermando a medida que se acerque la fecha de las elecciones de medio término.

Caprichos

Sin embargo, no es tan solo con el gobierno nacional y provincial con el que se le abren frentes de disputa. Los gremios docentes y la comunidad educativa en general también han cuestionado la apertura de escuelas y sobre todo la falta de conectividad del alumnado porteño. Pero en el último tiempo los disparos con munición gruesa llegaron de las fuerzas políticas amigas, cuando no de las propias, como sucedió con el ala dura que representa Patricia Bullrich.

Lo que tienen de conexión cada uno de estos conflictos es que se están sucediendo a la sombra de un anclaje de posicionamiento. Cada una de estas medidas de confrontación lo arrinconan al pensamiento único de lo que serán sus próximas acciones en clave electoral. 

Sus caprichos en cuestión de política partidaria, como los definió Jorge Macri, lo pondrán en una disputa con el ala dura del Pro y, sobre todo, con los intendentes de peso de la provincia de Buenos Aires, a los que no les causa gracia que les imponga al vice porteño Diego Santilli como primer candidato a diputado. De llegar a confrontar en internas, el final parece abierto. En cambio, en la Ciudad, imponer a Vidal y su discurso simplista por sobre las aspiraciones duras de Bullrich, le traerá tantos inconvenientes como el que le presentarán los radicales ligados a Lousteau quienes de seguro vieron al menos embarrado su futuro aliancista.

En el mientras tanto, la vida cotidiana del porteño y la porteña de a pie también se fue complejizando al ritmo de medidas poco populares. La presencialidad escolar divide aguas y la escases o nulas medidas económicas desarrolladas por el Ejecutivo porteño en favor de comerciantes y trabajadores semi e informales como sucede en el corredor turístico entre Caminito y la Bombonera, hace que el cierre de locales más allá de la catástrofe personal haga de la incertidumbre la única sensación de futuro. El ocaso de las otrora famosas cantinas de la calle Necochea ronda los pensamientos más oscuros de los trabajadores de ese gran pulmón turístico del barrio Quinqueliano.

La educación entró al centro de la escena, como entraron hace exactamente un año los runners en los parques para de a poco ir incorporando a los shoppings y todo lo que el virus necesitó para continuar su propagación. La precariedad del sistema educativo en la Ciudad más rica del país solo habla de la relación de un Estado cada vez más débil frente a las leyes del libre mercado que defiende en cada una de sus medidas esta gestión. En ese contexto, presencialidad y capricho también van de la mano.

Las disputas partidarias con sus aliados políticos sumadas al olvido y descuido de grandes sectores de la población, solo siembran dudas y más conflictos en los meses preelectorales por venir.

La pandemia no nos ha dado respiro, la política no se quiere quedar atrás.