Trabajar la tierra para resistir

Mientras continúan su larga lucha por vivienda digna, un grupo de vecines del Asentamiento Lamadrid armaron una huerta comunitaria, un espacio para compartir, aprender y producir alimentos saludables.

Trabajar la tierra para resistir

“¡Tenías que ver en invierno lo que era esto! ¡Hermoso, lleno de verde!”, dice Teresa sobre los canteros de la huerta. Hoy, un poco abrasadas por el sol, resisten algunas plantas de tomate cherry, de albahaca y de perejil, mientras emergen las primeras frutillas, bien rojas. Por eso Teresa quiere poner una mediasombra que proteja los brotes del sol. Es que Teresa sabe sobre resistir, así como Margarita y Marcela -quienes iniciaron el proyecto de la huerta-, y todas las vecinas y vecinos del Asentamiento Lamadrid. Lo aprendieron por la fuerza (¿quién elige aprender a resistir?), a la espera de una vivienda digna.

Como en casi todo lo bueno que nos ocurre en la vida, la existencia de la Huerta Comunitaria Lamadrid es producto de la conjunción entre el azar y la voluntad. El azar involucra a una psicóloga social devenida en cocinera devenida en celebridad de la tevé, Madame Papin. La voluntad la aportaron les vecines, en especial, nuestras tres protagonistas, quienes transformaron un basural en una huerta.

“Madame Papin vino al barrio a enseñarnos a cocinar y alimentar sanamente a los niños durante la pandemia -cuenta Margarita sobre los orígenes de la huerta-. Recuerdo que hicimos ñoquis de pescado. Estábamos en la cocina del Frente Social, que queda justo enfrente de la Plaza Solís. Entonces Madame Papin dijo ‘¡cómo quiero plantar acá lechugas y verdes para alimentar a las familias del barrio!’. Y ahí le comenté que teníamos el sueño de armar una huerta, pero que el Gobierno de la Ciudad nos decía que hay que poner riego eléctrico, que llevaba mucha demanda de plata y que había que tocar otros organismos. Entonces, vinimos a ver el espacio y después ella y otra compañera, Sonia, empezaron a traer tierra y plantitas, y empezaron a crecer”. El lugar que eligieron fue un terreno donde años atrás había una vivienda, pero como parte de las primeras relocalizaciones fue demolida y el terreno quedó vacío. Así empezó a llenarse de basura y de plagas –ratas, mosquitos- que ponían en riesgo la salud de las familias. Finalmente, las vecinas limpiaron todo con sus propias manos y con el emprendimiento en marcha, lograron que Acumar les proveyera de tierra y materiales, que el programa Prohuerta del INTA les brindara las semillas y que la Comuna 4 aportara algunos canteros.

El Asentamiento Lamadrid fue incorporado en el fallo de la causa “Mendoza” por la Corte Suprema de Justicia, como asentamiento precario en riesgo ambiental, por lo cual, una parte de sus habitantes deben ser reurbanizados y otra, relocalizados tal como quienes viven a orillas del Riachuelo en otras villas de la ciudad y de la provincia. Muy poco de esto fue cumplido por el Gobierno porteño. A la fecha, la principal deuda es con las familias que deben ser reurbanizadas, según cuenta Teresa: “Quienes estamos para relocalizar por lo menos tenemos dos proyectos de construcción de viviendas que están aprobados, pero la gran preocupación que tenemos como vecinos es que no hay proyectos de reurbanización. Hay casas que no tienen ventilación, y otros vecinos parece que viven en un túnel: ellos no saben cuándo es de día, cuándo es de noche, cuándo llueve. Estamos mal, estamos demasiado mal, olvidados por el Gobierno de la Ciudad”.

Margarita está cansada y angustiada. Con la voz entrecortada continúa el relato de Teresa: “Acá, a pocas cuadras, construyeron en la Rodrigo Bueno y a nosotros nos marginaron y nos siguen marginado. Nos prohibieron la tierra, como si nosotros fuéramos cosas”.

En las villas y asentamientos, no solo con el calor se sufre. “El verano y el invierno para nosotros es lo mismo -dice Ramón-, porque el frío también nos mata. Mientras no tengan la solución definitiva que es una vivienda digna, es la vida de siempre que llevamos hace años”. “Porque en invierno tenemos niños que tienen asma o problemas respiratorios -continúa Margarita-, y con el covid peor, y no podemos nebulizar a los niños porque no tenemos luz. O sea, hay avances, hay muy lindos proyectos, pero no se concreta nada. Te vienen con que la otra gestión, y que ahora somos nuevos y tenemos que ver (por el cambio de gestión en el IVC), que no hay presupuesto y así…”.

Para les vecines de Lamadrid, la huerta comunitaria se transformó en un refugio. Y es precisamente el acto de trabajar la tierra lo que sostiene a Margarita, Marcela, Teresa y les vecines a quienes, paradójicamente, la tierra les es negada: “Venir acá te pone feliz, es desestresante. Nosotros vivimos psicológicamente mal, pero venís a tomar mate y te desestresás, te encontrás con la vecina. Marcela vino a las 6 de la mañana a regar. Nos distraemos, de tanta amargura”, dice Margarita. “Estamos cansados del cemento -agrega Teresa-. Queremos ver verde. Jardines, huertas, hierbas medicinales. Y llegar a la mañana o a la tarde, es un relajo para los vecinos en estos tiempos que estamos viviendo. Nos reunimos, venimos a trabajar. Venimos con la palita, hacemos pequeños trabajos. Yo pienso que en este año vamos a ir para adelante”.

“Nosotros vamos a cuidar este espacio, lo vamos a tener como corresponde”, concluye Ramón. Y agrega que la huerta comunitaria “da fuerza para seguir peleando por nuestra vivienda, porque la verdad estamos muy desilusionados de este gobierno, ya es demasiado. Larreta nos está matando. Cuando vino a pasearse hace cuatro o cinco años se comprometió a construir, pero hasta ahora ni un solo ladrillo. Nosotros queremos la vivienda definitiva”.

 

Acercate

La Huerta Comunitaria Lamadrid está ubicada en Pedro de Mendoza 1179. Les vecines se juntan los días jueves desde las 9 de la mañana. Margarita, Teresa, Marcela, Ramón, Ángel, Javier y Lorena invitan a les lectores de Sur Capitalino a sumarse, y agradecen donaciones de semillas, tierra y cajones.

Instagram: @huerta_comunitaria_lamadrid.