Memoria de una casa histórica

En Magallanes 889 creció Benito Quinquela Martín. En 1977, de esa misma casona se llevaron secuestrado al artista Remo Berardo. En los 90 un grupo de artistas la convirtió en sala de exposiciones. Lo que debería ser patrimonio cultural, hoy es un local de venta de suvenires para turistas.

Memoria de una casa histórica

“—No vive ya nadie en la casa —me dices—; todos se han ido. La sala, el
dormitorio, el patio, yacen despoblados. Nadie ya queda, pues que todos
han partido.
Y yo te digo: Cuando alguien se va, alguien queda. El punto por donde
pasó un hombre, ya no está solo. Únicamente está solo, de soledad
humana, el lugar por donde ningún hombre ha pasado.” (*)

 

Según archivos, la casa de Magallanes 889 fue construida en 1860. Alrededor de 1909, allí se mudan desde el inquilinato de Irala al 1500, la pareja que conforman Justina Molina y Manuel Chinchela, con el pequeño Benito, el niño que adoptaron años antes. Actualmente, en la casona de La Boca donde vivió uno de los artistas más importantes de Argentina no hay ningún espacio dedicado al arte. El lugar, que debería ser declarado de interés histórico y cultural y ser protegido como patrimonio, es parte del paisaje turístico for export de Caminito: durante el día funciona un local a la calle, donde se venden productos de cuero, y un maxikiosco.

Es poco conocida la vida novelesca del pintor que comienza a dibujar con restos de carbón en cartones y pedazos de madera. Que en su adolescencia toma clases con el pintor italiano Alfredo Lázzari (1871-1949). Que Pío Collivadino (1869-1945), pintor nacido en Barracas y director de la Academia de Bellas Artes, lo descubre una tarde pintando en el Riachuelo, conoce su taller y queda impactado con la personalidad y vigor que ve en sus obras. Pío lo contacta con Eduardo Taladrid, secretario de la Academia, quien se convertirá en su manager, mecenas y amigo. Le consiguen un crédito que le permite comprar las pinturas, telas y marcos necesarios para preparar su primera muestra individual. Poco tiempo después y durante 10 años, Benito comienza a viajar y realizar exposiciones en el extranjero. Hasta que decide quedarse a pintar en la Argentina donde, además, funda la Peña del Café Tortoni, crea Caminito, expande su obra en murales y dona para su barrio un museo (con una de las colecciones de arte argentino más importantes del país), escuelas, un Hospital Odontológico Infantil y el Teatro de la Ribera, que a 50 años de su inauguración acaba de estrenar en su sala una obra musical dedicada a su vida: “Benito de La Boca”.

Es en 1925, al regreso de su exitosa muestra en Madrid, cuando Quinquela compra la antigua vivienda de Magallanes 889, donde desde hace ya muchos años sus padres adoptivos tienen la carbonería. La casa cuenta en la planta baja con una superficie edificada de 196 metros cuadrados y, en la parte alta, de 78. Los padres cierran la carbonería-almacén a pedido de su hijo, que gana el dinero suficiente para mantenerlos y viven allí hasta poco después de la muerte de Justina. Benito, que ya había cambiado su apellido Chinchella por Quinquela, la vende en 1948.

 

“Todos han partido de la casa, en realidad, pero todos se han quedado en
verdad. Y no es el recuerdo de ellos lo que queda, sino ellos mismos. Y
no es tampoco que ellos queden en la casa, sino que continúan por la
casa. Las funciones y los actos se van de la casa en tren o en avión o a
caballo, a pie o arrastrándose. Lo que continúa en la casa es el órgano,
el agente en gerundio y en círculo. Los pasos se han ido, los besos, los
perdones, los crímenes. Lo que continúa en la casa es el pie, los labios,
los ojos, el corazón. Las negaciones y las afirmaciones, el bien y el mal,
se han dispersado. Lo que continúa en la casa, es el sujeto del acto…”  (*)

 

Ya sin la familia Quinquela, las habitaciones de la antigua carbonería de Magallanes son alquiladas como vivienda y talleres de artistas. Entre ellos, el de Remo Berardo (1935-1977), quien se crió en La Boca con su familia. Uno de sus hermanos, Amado, es secuestrado por la dictadura en julio de 1976. Desde entonces, Remo comienza a reunirse con otros familiares de personas detenidas desaparecidas, tanto en la iglesia de la Santa Cruz, como en su atelier de la calle Magallanes. Hasta que un grupo de tareas de la ESMA, al mando de Alfredo Astiz, se infiltra entre los familiares y el 8 de diciembre de 1977 secuestra a 15 personas que se reunían en la iglesia, 12 de las cuales permanecen desaparecidas. A Remo se lo llevan desde su atelier, en un procedimiento impresionante frente a numerosos vecinos del barrio.

Se sabe que la familia Berardo mantuvo estrechos lazos con Benito Quinquela Martín (1890-1977), quien le recomendó a Remo estudiar dibujo con Julio César Vergotini (1905-1999). También tomó clases con el pintor Marcos Tiglio (1903-1976) en la Universidad Popular de La Boca.

A fines de los 90, un grupo de artistas plásticos, entre ellos Claudia Ravel y Eduardo Mac Entyre (1929-2014), alquiló parte de la casa y consiguió auspiciantes para refaccionarla. El frente de estilo colonial fue pintado de blanco, los marcos de la puerta y las ventanas fueron resaltadas con ocre. En el interior, las paredes recibieron una capa de blanco. El patio trasero, típico de las casas boquenses de principios de siglo, mantuvo su encanto cargado de plantas. En el año 2000 inauguraron tres salas de exposiciones.

Hoy la casona de Magallanes se mezcla entre los puestos de venta de suvenires y los restoranes que ocupan la calle con mesas y bailadores de tango. Si en algún momento hubo alguna placa o cartel que la identificara como la casa donde vivió el maestro Quinquela Martín y donde fue secuestrado Remo Berardo, ya no existen.

Mientras tanto, la memoria se estampa en distintos muros del barrio donde aparece una imagen de Quinquela, elevado simbólicamente a santo popular, por artistas y agitadores culturales. Y el nombre de Berardo se imprime en un mural de la calle Garibaldi junto al de otros vecinos desaparecidos del barrio de La Boca.

(*) Fragmentos de “No vive ya nadie en la casa” de César Vallejo, poeta peruano.