Mantenerse en pie

Ese es el desafío actual de las cooperativas de trabajo ante el crecimiento de un modelo que detesta todo lo que huela a comunitario. En el mes del cooperativismo, te contamos cuatro experiencias del sur porteño que luchan por sostener los puestos laborales, mientras los gobiernos nacional y local dejan todo en manos del voraz mercado. 

Mantenerse en pie

Las experiencias cooperativas del sur porteño se tejen con orgullo, pero también con preocupaciones compartidas: desde la lucha por sostener los puestos de trabajo hasta la incertidumbre frente a un modelo económico que asfixia toda intención de alejarse del mercado privado. En La Boca, Plásticos Salvadores, dedicada a la fabricación de envases, lo resume: “El principal desafío es mantenerse en pie en este ‘industricidio’ que produce Javier Milei”. En Nueva Pompeya, la marca de indumentarias Carpincho —nutrida por cooperativistas de distintos puntos del país— expone las tensiones del mapa productivo: “Sabemos que en Buenos Aires hay más demanda, pero las cooperativas del interior tienen muchas más dificultades para conseguir clientela”.

En San Telmo, la pizzería Mi Tío volvió a levantar sus persianas gracias al respaldo barrial: “Cuando se enteraron de que cerrábamos, los vecinos hicieron una vaquita para comprar harina y mozzarella. Ese fue nuestro empujón inicial”. Y en Barracas, la cooperativa Nuevo Horizonte, conformada por mujeres que barren las calles de la Villa 21-24, atraviesa el desfinanciamiento sin perder el foco: “Este mes no se firmaron convenios con el GCBA; se cobra poco, pero alcanza para pagar un alquiler o poner un plato de comida”. Cuatro experiencias, un mismo pulso: la autogestión como forma de sobrevivir a un Estado que se retira y deja todo en manos del sálvese quien pueda.

La ONU declaró al 2025 como el “Año Internacional del Cooperativismo”. Desde 1971, el Comité para la Promoción y el Avance de las Cooperativas define siete principios clave: adhesión voluntaria, gestión democrática, participación económica, autonomía, formación, cooperación entre cooperativas y compromiso comunitario. Incluso Simel Esim, funcionaria de la Organización Internacional del Trabajo, señaló que “las cooperativas muestran mayor resiliencia ante las crisis del mercado que las empresas centradas en el capital”.

“Es muy difícil acceder a un empleo formal y por eso nos organizamos en cooperativas para hacer lo que el Estado no hace en los barrios”, señaló Natali de Nuevo Horizonte, en Barracas.

Julio es el mes del cooperativismo en el mundo. La democracia argentina lidia con vaivenes para respaldar al sector. El Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES) no depende del Ministerio de Trabajo sino de Capital Humano, lo cual marca una contradicción a la hora de pensar en los cooperativistas como trabajadores. Y en CABA puntualmente la institucionalización es casi nula. La Subsecretaría de Políticas Productivas se enfoca en pymes y comercios, y no hay un organismo destinado a la economía asociativa. Sin embargo, el gobierno de Jorge Macri terceriza tareas a cooperativas en villas, con sueldos de 109.000 pesos y convenios que se quitan cada seis meses.

La limpieza invisible

En la Villa 21-24 de Barracas hay varias organizaciones sociales que tienen, a su vez, grupos cooperativistas que se encargan de resolver la limpieza de espacios públicos, calles y pasillos del barrio. La misma lógica se replica en las villas de todo CABA, de manera tercerizada, con contratos provisorios con el GCBA y que lidian con la mirada despectiva de la sociedad hacia el trabajo que realizan, sobre todo, mujeres.

En enero de este año se puso en agenda que había 380 puestos de trabajo, de varias cooperativas villeras, que no tenían el pago ni la renovación de los contratos lo cual dejó en crisis el alquiler, el alimento y la compra de útiles escolares de cientos de mujeres de los barrios. La lucha, la campaña mediática y en la calle, no alcanzó. Hoy las 120 trabajadoras que quedaron vuelven a tener el mismo conflicto.

La cooperativa Plásticos Salvadores nació en 2019 en La Boca, tras la quiebra de la empresa Oropel. Hoy 50 laburantes mantienen de pie la fabricación de envases para laboratorios, alimentos y bebidas.

 “El Gobierno de la Ciudad, además de dejar solo 120 laburantes, recortó más de 20% del ingreso de las cooperativas de limpieza que pasaron de 140 mil pesos a 109 mil”, dice Natali Autalán del Movimiento Popular La Dignidad donde se enmarca la cooperativa Nuevo Horizonte. El trabajo es de 8 a 12hs, de lunes a viernes y si no lo hacen ellas, queda en la nada.

El desorden de cómo se percibe en CABA a las cooperativas es total. Las barrenderas, por ejemplo, dependen de Gabriel Mraida del Ministerio Desarrollo Humano y Hábitat y no de la Secretaría de Trabajo y Empleo que, extrañamente, no solo no es un ministerio sino que está bajo la órbita del Ministerio de Justicia que conduce Gabino Tapia. 

“Muchas son compañeras migrantes, adultas mayores, que a la hora de trabajar como empleadas domésticas laburan muchas horas solo para el pasaje y gastar en el día. Es muy difícil acceder a un empleo formal y por eso nos organizamos en cooperativas para hacer lo que el Estado no hace en los barrios”, señaló Natali.

Políticas de plástico

La cooperativa Plásticos Salvadores nació en 2019 en La Boca, luego de la quiebra de la empresa Oropel, dedicada a la producción de envases plásticos. Ante ese evento crítico, un grupo de trabajadores decidió organizarse como cooperativa, con el apoyo de la Federación de Trabajadores por la Economía Social (Fetraes). A 6 años de aquel hito, hoy 50 laburantes todavía mantienen de pie la fabricación de envases PET para laboratorios, cosmética, alimentos y bebidas. Pero el yugo, además de la crítica situación para las industrias de nuestro país en tiempos de Milei, es la gran incertidumbre de un cierre en el futuro que depende de la Justicia y es fogoneado por la Sindicatura General de la Ciudad.

“En la cooperativa se cumplen las obligaciones de impuestos, pero el juzgado y la Sindicatura quieren la liquidación de los bienes. Esto es el cierre inminente que por ahora está pateado para más adelante, pero es un tema latente. Lo triste es que a este ritmo buscan poner fin a una actividad productiva que funciona, da resultados y alimenta a 50 familias”, dice Luis Palmeiro, abogado de Plásticos Salvadores e integrante de FETRAES.

-Bajo la experiencia en Salvadores y Fetraes, ¿qué mirada tenés sobre el cooperativismo como alternativa?
-Luis: Es la alternativa del futuro. Mientras las grandes empresas como Arcor o Molinos suben precios y se enriquecen, el modelo cooperativo ofrece una competencia real, sustentable y humana, en beneficio de trabajadores y consumidores. Pero sin un Estado presente, no puede desarrollarse.

-¿Y qué políticas públicas se necesitan para eso?
-Luis: Se habló de las empresas recuperadas como algo pasajero, pero llevamos 20 años y siguen naciendo nuevas como Salvadores o MadyGraf. No alcanza con un gesto romántico: el Estado debe reconocer su carácter laboral, no tratarlas desde lo social. Hace falta apoyo real: crédito, proyectos de producción y fomento desde el Ministerio de Trabajo. Este modelo lo merece.

Todas las cooperativas entrevistadas coinciden en la falta total de apoyo estatal en el contexto actual. Aunque históricamente fue difícil acceder a proyectos que fomenten la economía cooperativa, hoy directamente no existen. La pizzería Mi Tío y Salvadores buscaron convenios o programas tanto en CABA como en Nación, sin resultados. Según el informe 2023 del INAES, hay más trabajadores en cooperativas y mutuales que en el sector público, incluso con mayor transparencia que en las empresas privadas.

Sin embargo, el presupuesto estatal muestra una paradoja. En 2022, el INAES contó con más de $13.600 millones, cifra que aumentó con la gestión de Javier Milei pese a su política de desfinanciamiento y criminalización del sector. En 2024 el presupuesto subió a $19.700 millones (44 % más que en 2022) y en 2025 alcanza los $21.800 millones (60 % más que en 2022 y 10 % más que en 2024). Si no se apoya a las cooperativas que más lo necesitan, ¿a dónde va ese dinero?

“INAES se volvió un ámbito expulsivo para las cooperativas. Cerraron todas las líneas de acción y se concentraron en ser una entidad de disciplinamiento. Nadie les discute que haya que controlar o fiscalizar a las cooperativas de nuestro país, por las irregularidades, pero ahora directamente no tienen gestión. El Instituto, de algún modo, dejó de cumplir las funciones para las que fue creado”, cerró Luis.

“Desde el Gobierno se favorece a las importaciones y grandes industrias, por eso apostamos a la confección en provincias con menos clientes, para ayudarnos entre compañeras”, dice Jaqueline cooperativista de Carpincho, en Pompeya.

Orgullosamente cooperativistas

Jaqueline Serrano integra la Federación Textil del MTE, con 1200 trabajadores en 57 unidades productivas. En la pandemia, mientras producían mascarillas y delantales, crearon la marca cooperativa Carpincho, inspirada en la persecución de los animales en Nordelta como símbolo de exclusión. “Buscamos generar trabajo con calidad y condiciones dignas”, explicó. Producen indumentaria variada aplicando la ley de talles y discuten los sobreprecios que impone el mercado, del fabricante al cliente, esa es la meta. El pasado 9 de julio inauguraron su showroom en Av. Sáenz 369, Pompeya, donde se concentran las ventas de todo el país. ¡Puro choripán, música y precios accesibles! 

Jaqueline, que cose desde los 12 años, celebra el crecimiento y la propuesta de ser cooperativistas como salida a la precarización que ofrece el rubro textil: “Es un orgullo, muchas familias somos Carpincho. No sacamos prendas como pan caliente, está dura la mano. Desde el Gobierno se favorece a las importaciones y grandes industrias, por eso apostamos a la confección en provincias con menos clientes, para ayudarnos entre compañeras”, afirmó desde la tienda. Carpincho defiende sus remeras, pantalones, guardapolvos, buzos, camperas, vestidos, gorros, calzado, riñoneras y ropa de trabajo... con variedad de talles y colores.

El INDEC informó que el empleo argentino cayó de 45,7% a 44,4% y la desocupación llegó al 8% en el primer trimestre del año. Y aunque se habla de una "caída de la pobreza", no se registran testimonios en masa de personas que dejaron de ser pobres: prevalece el multiempleo y la precariedad. A nivel global, el cooperativismo ya demostró ser una salida redituable. Según la Alianza Cooperativa Internacional, el 12% de la población mundial integra alguna de las 3 millones de cooperativas existentes: “Las 300 más grandes generan ganancias que superan los 2.400 billones de dólares”.

La pizzería Mi Tío es un ejemplo de cómo, en pleno corazón turístico de San Telmo, pudieron salir adelante tras la crisis. Adrián Fernández comentó que en el rubro gastronómico es extremadamente difícil sostener en la semana, pero que los fines de semana explota. “Cuando los patrones cerraron acá en 2017 éramos nueve empleados. Fueron los amigos y los vecinos que, como no teníamos nada, hicieron vaquita para que compremos queso y bolsas de harina para remontar. Nunca nos vamos a olvidar del gesto”. 

La pandemia, como pasó con Plásticos Salvadores, las barrenderas de Nuevo Horizonte y Carpincho, fue un punto crítico pero podían disputar recursos o mecanismos de supervivencias que en la actualidad no existen: “Nosotros hacíamos viandas para las personas aisladas, unas 50 al día, no era mucho pero acá seguimos”, contó Adrián.

Seis años después, de los socios fundadores quedaron cuatro y se sumaron ocho compañeros más que sostienen la pizzería tradicional y cooperativista en la esquina de Defensa y Estados Unidos: “Nuestra propuesta un tiempo fue hacer ollas para la gente en calle pero el GCBA no lo apoyó mucho. No se dan idea de la cantidad de gente que nos trae CV para pedir empleo, pero hoy estamos como podemos, en la lucha”, subrayó. Pero el valor primordial, en palabras de Adrián, es que es una cooperativa de la comunidad: los encuentros, los partidos de fútbol que vienen a ver, las comidas tradicionales, lo accesible del precio y su idea de ser sus propios patrones prevalece.

“Cuando los patrones cerraron en 2017 éramos nueve empleados. Como no teníamos nada, amigos y vecinos hicieron vaquita para que compremos queso y bolsas de harina para remontar”, recuerda Adrián de pizzería Mi Tío de San Telmo.

Los últimos datos al alcance del INAES, en 2023, muestran que hay más de 20 mil cooperativas en nuestro país. La región centro concentra el 57% de la producción. Dentro de ese total, Buenos Aires representa el 48% y CABA el 20% de los puestos de trabajo. En Capital Federal todavía hay un enorme desafío de institucionalizar este sistema de trabajo y a nivel nacional, con sus pro y contras, resta defender el INAES cada vez más alejado de la realidad cooperativa y de sus trabajadores. Los servicios personales, la construcción, la industria manufacturera, el comercio, la agricultura y los servicios de agua y residuos (en ese orden) corren riesgo sin la presencia de los gobiernos locales y Nación. 

El desafío es hacernos carne de que existen, defenderlas antes que las privatizaciones y las empresas extranjeras, en pos de un sistema laboral que busca alternativas más compañeras, más dignas, y que gestiona su economía de manera soberana.

  • Foto de tapa: Cooperativa Carpincho