Se hizo justicia
El 4 de noviembre pasado, a sólo cinco días de que se cumplan diez años del instante que cambió su vida para siempre, Lucas Cabello recibió una noticia tan soñada como inesperada: la condena a Ricardo Ayala quedó firme y, finalmente, el policía que casi lo mata irá preso por 16 años. En entrevista con Sur Capitalino, Lucas repasa estos años en los que la contención de la familia, la lucha de las organizaciones del barrio y la música fueron sostenes fundamentales.

Como una película que pega un giro inesperado en su trama, la vida de Lucas Cabello y toda la lucha que involucró su caso tuvo un final distinto al que parecía dirigirse. Es que a escasos días de cumplirse el décimo aniversario de los disparos producto del gatillo fácil del policía Ricardo Gabriel Ayala, la Corte Suprema de Justicia dejó firme la condena del Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional Nº 1 contra el uniformado que le disparó en la puerta de su casa.
Lucas tiene hoy treinta años. La tercera parte de ellos los vivió en la lucha, adaptándose a las consecuencias que le dejó la acción homicida de Ayala, como el andar en silla de ruedas y la necesidad de cirugías y rehabilitaciones constantes. Por eso, no abunda en metáforas para describir cómo vive estas horas.
“No esperábamos el fallo. Nos cayó como un baldazo de agua fría, pero en el sentido opuesto, como un baldazo de agua calentita que nos abrazó a todos”, asegura, en una charla con Sur Capitalino que se produjo a solo días de la decisión de la Corte Suprema y horas antes del décimo aniversario de aquel 9 de noviembre de 2015, fecha en que se produjo el hecho maldito.
La impunidad hasta el último día
“No lo podemos creer, por lo menos yo en lo personal. Es como que no caigo, va a tener que transcurrir cierto tiempo para que mi mente y mi cuerpo se puedan acostumbrar a lo que pasó, el haber logrado un fallo que sin dudas es algo histórico. Porque además pensábamos que no iba a salir con este Gobierno, con todo lo que está pasando”, comenta Lucas. El 5 de diciembre de 2019 el Tribunal Oral dictó sentencia y fijó la condena a 16 años de prisión para Ayala por homicidio en grado de tentativa agravada por ser policía. Ese momento quedó inmortalizado en una foto que muestra eufóricos a Lucas, su familia y sus amigos (“Nos fuimos de ahí como si hubiéramos ganado el Mundial, porque pensábamos que se iría esposado”, recuerda).
“Yo mucho tiempo estuve en un hospital. Era mi cuerpo peleando ahí adentro y las agrupaciones del barrio afuera. Deseo que el fallo sirva para mostrar que se puede conseguir justicia”.
Pero incluso pese a la ratificación de la Cámara de Casación, en mayo de 2022, el policía siguió en libertad hasta el reciente 11 de noviembre, cuando finalmente comenzó a cumplir la pena. Tal fue la impunidad que supo tener en ese tiempo, que Lucas lo encontró una tarde en La Boca. “Me lo crucé a pocas cuadras de mi casa, en Patricios y Tomás Liberti. Yo iba con mi mamá y mi hija que era muy chiquita en ese momento, entonces no pudimos hacer nada más que filmarlo. Se lo mandé a mis abogados, pero era época de pandemia y se usaban barbijos. Y entonces consideraron que no era prueba suficiente. Pero yo sabía que era él, por cómo me miró y porque se metió a una verdulería como escondiéndose. Fue un momento muy duro y dio mucha bronca, porque encima que no iba preso, que tenía libertad, podía hacer lo que quería”, recuerda.
Además de esa ocasión, Ayala mantuvo siempre después del hecho una actitud altanera. “Yo veía que él publicaba en sus redes sociales cosas como que vivía lo más tranquilo, comiendo asados, como si para él hubiera estado bien lo que hizo ese día”, lamenta Lucas. “Hace poco posteó que para este verano quería que no lo molesten y poder tomarse un fernet con Coca bien frío”, cuenta Lucas y no hay forma que estas palabras no sean leídas como una provocación, con la misma sensación de prepotencia e impunidad con la que siempre se manejó la Policía en los barrios populares como La Boca. Lucas tiene presente un recuerdo muy explícito que lo describe. “Cuando yo era adolescente estaba la Metropolitana, ellos andaban siempre con la Chevrolet Meriva y les gustaba pararte. Yo cuidaba coches, no tengo problema de decirlo, en Martín Rodríguez, donde estaba un restaurante importante, y la Policía estaba empecinada conmigo. Me paraban todas las noches, nunca me encontraron nada, y ellos siempre se bajaban y te buscaban para que uno reaccione mal. Después pasó lo que pasó conmigo, que es ya otro extremo, pero andaban prepoteando todo el tiempo. Y hoy lo siguen haciendo”, explica.
Claves para no caer
En la adaptación que debió hacer para poder acostumbrarse a su nueva vida en silla de ruedas y con limitaciones físicas, Lucas pasó por vaivenes. Él no duda en determinar dos factores que lo ayudaron en los peores momentos a no caer. Uno fue la familia. “Mi entorno hoy es pequeño y priorizo a mi círculo familiar. Especialmente mi hija Milena, que tiene ya 12 años, que es mi motor y con la que recién ahora que está más grande pude contarle bien lo que pasó. A su vez está mi hermana, tengo a mi mamá, a dos sobrinas hermosas, entonces lo llevo más por ahí. La gente que siempre me apreció y estaba, sabe de mi caso y lo tiene siempre presente. He recibido los mensajes que tanto esperaba de las personas que sé que lo llevan en el corazón y me quieren”, comenta.
La otra salida para Lucas fue la música. “Me salvó la vida, literalmente. Fue una herramienta esencial en los días en que no tenía más que oscuridad y oscuridad. Empecé a escribir lo que me pasaba y mis vivencias, y así nació ‘Selva’ que fue mi primera canción”, relata. Hoy, sostiene que ya es “más que un hobbie” y apunta a profundizar su carrera en esa industria.
“Estuve parado mucho tiempo porque me operé y no pude hacer varias cosas. Pero ahora ya estoy bastante mejor con ese tema, y fui conociendo bastante gente muy buena en el ámbito de la música. Tengo en preparación un tema que estuve trabajando con un productor, que siempre pasa la música en los eventos del barrio. Y también me armé en mi casa un lugar para grabar con algunas cosas que me prestaron los compañeros, como micrófonos, equipos de grabación y auriculares”, cuenta Lucas.
Desde ese nuevo perfil artístico, que lo presenta bajo el nombre “LUCA$H”, lanzó ya varios temas en Spotify. También posee su canal de Youtube, desde donde enfatiza que “no voy a abandonar este sueño hasta llegar muy lejos”. Sus videos muestran imágenes cotidianas boquenses y sus letras, dentro del género urbano, relatan las dificultades del día al día del barrio, pero también su gente y sus rebusques para salir adelante.
El documental
Su nombre real, Lucas Cabello, quedará en la historia como uno de los pocos casos no fatales de gatillo fácil que terminan con una condena elevada y prisión efectiva para el autor de los disparos. En el medio, debió dar la pelea por su salud y adaptarse a las secuelas que le dejaron los balazos. Pero él destaca que todo fue el resultado de una lucha colectiva, que involucró también a su familia, vecinos y organizaciones sociales de La Boca: “Yo mucho tiempo estuve en un hospital y no sabía lo que pasaba afuera. Entonces era mi cuerpo peleando ahí adentro y las agrupaciones del barrio afuera, para que se haga Justicia”.
“Deseo que sirva para señalar que se puede conseguir Justicia. A mí me llevó diez años, y gracias al apoyo y visibilidad que le dieron a mi caso. Si no, sería un pibe más tirado en el Argerich”, reflexiona Lucas, mientras vive la transición entre la década de lucha por la condena y la nueva etapa que se le abre en la compañía de los suyos.
Consciente de la importancia de su caso, asegura que decidió decirle que “sí” a una propuesta que hace tiempo le habían acercado: la de hacer un documental que narre lo que vivió.
“Yo no lo quería hacer porque decía: ´Hago el documental pero va a terminar con un policía que disparó pero que nunca fue preso´. Eso era injusto. Ahora que se hizo efectivo el fallo me picó el bichito, ya se puede encarar de otra manera. Con más ganas y más contento”, dice. Así lo vive Lucas. El protagonista de una historia colectiva que en un giro inesperado, cambió su final. Y como pocas veces en estos casos, giró hacia la justicia.
Selva (Luca$h)
Otro día que pasa y yo mirando a la ventana / pensando en qué carajo puede suceder mañana/ la vida esta dificil y te matan ya por nada / esto es ya cualquier cosa, vos cuidás de tu mandada.
En esta selva de cemento donde hay mucho cuento / cuidado que a casi todo se lo llevó el viento / el que no terminó baleado en el pavimento/ terminó tras las rejas por cagarla, no te miento.
Aprovecharon cuando estaba mal / para jugarme esa carta pero me da igual / y ahora me prendo en un instrumental / y los invito a que afilen el lápiz, no sean tan vulgar
Pasa la gente, pasan los perros, pasan los carros / en este barrio que es un calvario / a veces siento que ya no puedo seguir viviendo/ aquí en mi cuarto, junto al armario.
Digan lo que quieran de mi / yo se bien lo que hice para sobrevivir / y a mi viejita qué le puedo decir / cuántas cosas que pasamos, en la placita un churrín.
Ahora que estoy acá, háganla bien corta / entendí tarde que la vida es muy corta / no tengo tiempo pa’ charletas ni cotorras / ya todos tuvieron su oportunidad / así que ahora déjenme a mí, les voy a demostrar / lo que en la calle se vive, nadie lo olvida / aunque hay algunos que por una birra viran. (...)
Si usás visera te tilda de delincuente / eso es mentira pero no lo sabe toda la gente / viven en su burbuja y sólo leen Gente / y con mi cara tatuada soy más gente que un agente.