Cuerpos por sustancias
El triple narcofemicidio de Brenda, Lara y Morena desembocó en militarización y show sobre la Villa 21-24 y Zavaleta. Los relatos mediáticos y políticos que construyen al villero y al migrante como enemigos, están lejos de resolver el problema narco y más aún, de aliviar la realidad que viven pibas y pibes: sin trabajo, en consumo, sin alimento en los comedores.

Los resabios que dejan la invasión de cámaras de tevé, helicópteros y militarización con armas largas siempre son heridas abiertas. Como un manoseo. Conocerán el caso de Lara, Brenda y Morena, el triple narcofemicidio cuya trama de macabridad sigue latente. Mientras la Villa 21-24 y Zavaleta eran los “causantes de todos los males” en la “ruta de los narcos”, los vecinos se reían de lo absurdo de pensar que aún con tanta “guerra contra el narcotráfico” todavía quieren instalar que esos “capos” viven entre nuestros pasillos. Es tan gracioso como trágico. Porque es verdad que los transas están, los pobres… como también están los transas ricos en las jodas más caras del norte porteño. Y aún así, sigue siendo atractivo pegarnos la cachetada mediática para luego encontrar al famoso “Pequeño J” en Perú.
Agitaron todo. Pero ningún periodista aprovechó su micrófono al aire para indagar el contexto en el que miles de jóvenes sobreviven en el suelo que estaban pisando. Por ejemplo, que más del 90% no solo no tenemos agua segura sino que vivimos en riesgo eléctrico. O que estamos pegados al río más contaminado del país. O que los comedores están vaciados. No garpa, no va. Queda más cheto criminalizar y mostrar nuestros rostros, nacionalidades y direcciones como los causantes de todo lo malo. El relato aún funciona.
Estoy muy de acuerdo con la afirmación de la Red de Docentes, Familiares y Organizaciones del Bajo Flores, donde también revolvieron todo, cuando dicen: “Existe una inteligencia política que fabrica condiciones para que las pibas pobres, migrantes y racializadas sean las primeras en caer en manos de distintos tipos de violencias”. Y una de ellas es la violencia mediática. Marrón, de la villa, en consumo, migrante e intercambiando su cuerpo por dinero es más fácil de culpar antes que ver qué hace o no el Estado para resolver esto.
Mientras tanto, un kilo de carne sale más caro que el “g” más barato de cualquier marihuana.
“Los pacientes del centro de salud mental naturalizaron los tiroteos, la persecución policial o la muerte temprana. No son más hechos excepcionales”.
Moneda de cambio
Nancy milita y trabaja en el Centro Barrial Hurtado, en Barracas. Da talleres de géneros porque se formó para ello y para tratar con casos duros de abuso infantil. Nos dice que no hay forma de contar todo lo que las mujeres del barrio, o en calle, le comentan. “Son usadas como moneda de cambio. No es fácil que hablen porque incluso se suelen encontrar con sus agresores o proxenetas en los espacios de contención, que son otros pibes en extrema vulnerabilidad”. Y sigue: “Me preocupa que muchas chicas están naturalizando el intercambio de su cuerpo por sustancias. Son historias realmente delicadas”.
A Jesús lo conocen muchísimos pibes de la Villa 21-24. Él mismo, con el Padre Toto, recorrió muchas luchas en distintos espacios de la Iglesia Caacupé. También da una mano en La Boca, en la Casa Quinquela, un hogar convivencial. “Nunca vi tantos chicos en consumo como ahora”, dice. Para él “los narcos se están llevando las vidas en medio de una costumbre de violencia por parte de la Policía”.
Trabajadores del Centro de Salud Mental Comunitario de Zavaleta me confiaron que, entre lo que más notan de la normalización de la droga que circula, lo que más abunda es el paco, la cocaína y psicofármacos combinados. “Los pacientes naturalizaron los tiroteos, la persecución policial o la muerte temprana. No son más hechos excepcionales”. Las repercusiones son conocidas, pero vale ponerlas en palabras: “Se produce una anestesia emocional frente al dolor, la pérdida o el miedo, que se traduce en apatía, impulsividad o conductas autodestructivas. Esto genera un empobrecimiento subjetivo: el deseo se achica al presente inmediato, al ‘aguante’ o al ‘fuego’, sin proyección de futuro”.
Salud - seguridad
Como periodista me llegaron un montón de pedidos de “análisis” o preguntándome si yo conocía “algo de la movida” o del Pequeño J, como personaje del barrio. Medios, amigos e incluso mi familia desde Paraguay. El shock mediático fue tanto que encontré un tipo con pasamontañas frente a mi casa mirándome mientras regaba las plantas, con un arma larga que le llegaba a las rodillas. A la mañana los helicópteros buscaban el mejor plano que muestra la magnitud de la villa pero que, además, se pueda ver lo podrido del Riachuelo.
“Muchos gobiernos piensan que con planes sociales esto se resuelve”, dice Jesús. Casualmente charlamos en Caacupé con Jesús crucificado mirándonos. “No quiero hablar mal de los planes, lo que quiero decir es que los pibes quieren trabajo”. Desde la escuela que tienen dentro de la institución, observan que “lo educativo se transforma muchas veces en un aguantadero donde los chicos son oídos o abrazados, toman mate cocido. Pero están tan quemados por la gira que no logran estudiar”.
Podemos decir que el Estado retrocede, pero nunca se retira. Bajo el gobierno de Milei y Jorge Macri, gracias a diferentes métodos de estigma, el Estado cobra un rol en presencia punitiva, represiva, mucho más cruel de lo que ya venía siendo. Es decir, el Estado está y nos ataca. Consumir un porro, en Puerto Madero o en la esquina de Monteagudo y Luján, se castiga distinto por portación de rostro y geografía.
Mientras tanto lo que se repite entre trabajadores comunitarios y vecinas que perdieron a sus pibes en el consumo, en las garras del narco horror, es que los gobiernos deberían abordar el tema transversalmente por fuera de las lógicas partidarias e ideológicas. ¿Cómo resolverlo si engrosan la caja de Salud antes que la de Seguridad, que lleva más de 30 años "en la guerra contra el narcotráfico" pero que, hasta hoy, viene perdiendo por lejos la pulseada?
Sabemos que el consumo problemático está matando a los jóvenes de los barrios más pobres. Entendemos que el narco no vive en el pasillo. Está probado que la Policía y el Poder Judicial liberan zonas y que, en realidad, ya saben dónde están las bocas del transa. También es evidente que esto seguirá pasando como también el aprovechamiento de las derechas para instalar su agenda conservadora-fascista de políticas como la baja de la edad de punibilidad. El punto es, ¿qué hacemos con esto? Una y otra vez, ¿qué hacemos con esto?