Duele Barracas

Duele la Barracas de presos hacinados. Duele la Barracas de lesbianas asesinadas. Duele la Barracas de la indiferencia. Lucas Yáñez abre la reflexión sobre lo que en tan solo una semana pasó en el barrio. Vecinas y vecinos indignados por el anuncio de la instalación de celdas modulares mientras en las comisarías de la zona cientos de detenidos viven en condiciones inhumanas. Casi en simultáneo, tres mujeres murieron quemadas en un ataque lesboodiante en la pieza de una pensión. ¿Qué Barracas tenemos? ¿Cuál queremos?     

Duele Barracas

Les pido un poco de paciencia si es que deciden avanzar en la lectura de las líneas que siguen, suelo proponer pensar Barracas y territorios aledaños a partir de utilizar la efeméride como excusa disparadora de reflexiones, pero hoy el barrio sufre el presente, se me ocurre acompañar ese sufrimiento y no sé si tengo todas las herramientas para hacerlo.

Intentaré evitar caer en una imagen pintoresca y bucólica de Barracas. Los problemas están presentes en nuestro territorio desde que éste aparece en registros, documentos y fuentes históricas. Así como también lxs habitantes del barrio tenemos una historia de involucrarnos en esos problemas, buscando soluciones, demandando y exigiendo; haciendo valer derechos y asumiendo compromisos y obligaciones. Las organizaciones e instituciones sociales, culturales, deportivas, políticas, estatales y civiles, son las herramientas que quienes habitaron esta región antes que nosotrxs diseñaron para buscar soluciones. Y, ante nuevos problemas, es de esperar que nuevas organizaciones e instituciones surjan al calor de los debates que quienes habitamos nos demos en la búsqueda de soluciones.

Esta larga introducción busca ratificar la práctica colectiva. Las que siguen son algunas reflexiones surgidas al calor de algunos acontecimientos de los últimos días y lo que pretenden es volver a pensar qué Barracas tenemos, qué Barracas queremos y que caminos podemos recorrer a la hora de acercarnos a construir una sociedad más justa y solidaria.

El pasado sábado 11 de mayo se llevó a cabo, en la plaza Colombia, una reunión de vecinxs autoconvocadxs frente a la decisión del GCBA de instalar unas cárceles modulares en el predio bajo la autopista Arturo Frondizi, más conocida como 9 de Julio Sur, sobre la calle Hornos entre las avenidas Iriarte y California.  Las fugas que tuvieron lugar en varias dependencias policiales de la Ciudad de Buenos Aires pusieron en el ojo de la tormenta la capacidad de la fuerza para una política de vigilancia y control pero dejó en una nebulosa la responsabilidad del poder judicial para llevar a juicios justos a quienes están esperando esa instancia hacinadxs en dependencias policiales que no están preparadas para albergar prisionerxs. La aplicación de la prisión preventiva como política punitiva acarrea la necesidad de contar con los espacios físicos para cumplir con esa sanción.

La convocatoria de vecinxs a la plaza Colombia fue agitada en las redes sociales con el argumento de la inseguridad que significaría para el barrio que alrededor de 300 personas privadas de su libertad en distintas comisarías, alcaidías y calabozos de la policía de la ciudad, sean traídas a Barracas para ser alojadxs en los contenedores que forman esas cárceles modulares propuestas para descomprimir la alta densidad de prisioneros en dichas dependencias.

Abramos un paréntesis y retrocedamos un poco más atrás en el tiempo.  Pero no tanto, el martes 30 de abril la Asamblea de Barracas realizó una marcha de antorchas en memoria de lxs detenidxs desaparecidxs de Barracas que se sumó a la marcha que desde hace años llevan adelante las organizaciones y lxs vecinxs de la Villa 21-24. 

De la marcha participó Pablo Llonto, vecino de Barracas, periodista y abogado, quien nos contó que pocos días antes de la movilización, él participó, como abogado de DD.HH., en la inspección ocular, ordenada por el juez federal Daniel Rafecas, a la ex comisaría 28 de la Av. Vélez Sarsfield 170.  El 17 de agosto de 1976 en esa comisaría se detuvo y fue el último lugar en el que se vio con vida a Ricardo Cittadini, militante de la JUP. En función de esa desaparición, la comisaría debería ser señalizada como un ex CCDTyE. Pero esto no viene al caso, por ahora.

Lo que contó Pablo Llonto, también, es que en dos pequeñas celdas de pocos metros cuadrados hay alrededor de 30 personas detenidas en condiciones inhumanas, sin ventilación, higiene y espacio. La ex comisaría 28 es hoy una alcaidía y ya está funcionando en nuestro barrio.

El argumento de que no traigan presxs a Barracas esconde la hipocresía de que ya hay presxs en el barrio en condiciones inhumanas de detención. Quizás el problema para lxs vecinxs movilizadxs a la plaza Colombia sea, como en otras oportunidades, que no estén a la vista. Que ellxs no lxs vean y así poder creer que no existen. Una cosa es tener detenidxs detrás de los muros pintados de gris de la ex comisaría 28 y otra muy distinta son los contenedores que formarán la cárcel modular y que estarán, como una marca, una huella, en el bajo autopista.

Quizás, lxs detenidxs en la ex comisaría 28 prefieran estar en unos contenedores, aunque más no sea para no estar hacinados. Pero obviamente unos contenedores nos tapan la vista, nos impiden ver, que el poder judicial mantiene personas detenidas en penosas condiciones por largos períodos a la espera de un proceso que no llega.

Hay un aspecto más que nos preocupa y que, de alguna manera, nos decidió a poner palabras una serie de pensamientos sueltos, de sensaciones y de dolores. 

A escasos 200 metros de la plaza Colombia, donde se llevó adelante la reunión de lxs vecinxs autoconvocadxs, un inquilino de una pieza de alquiler de apellido Barrientos arrojó una bomba incendiaria a la pieza que compartían cuatro mujeres, dos parejas de lesbianas. El motivo del ataque fue ese, el que se trataba de lesbianas.  Y a las lesbianas, brujas modernas, los discursos de odio las condenan a la hoguera y los crímenes de odio encienden el fuego.  A la fecha han fallecido tres de ellas.  Se ha escrito mucho en estos días al respecto como para agregar palabras.  Sí me parece pertinente hacer notar que una reunión vecinal convocada por el tema de la seguridad no se detenga a pensar, a nombrar, a llorar a Pamela Cobas, Roxana Figueroa y Andrea Amarante, quemadas en su pieza a dos cuadras de la plaza.  Acaso ellas no sean merecedoras de vivir en una sociedad segura y en un barrio seguro.  O acaso sea, como los presos que se hacinan en la ex comisaría 28, invisibles en su hacinada pieza de detención o en su hacinada pieza de alquiler.

Duele la Barracas de presos hacinados. Duele la Barracas de lesbianas asesinadas. Duele la Barracas de la indiferencia.

 

*Para intentar capear algo de ese dolor, Barracas se moviliza este lunes 13 de mayo a las 18, desde la plaza Colombia hasta Olavarría 1621, donde Pamela, Roxana y Andrea fueron atacadas.