En defensa del Playón

Este sábado, vecinos y vecinas de La Boca vuelven a movilizarse para alertar que la esquina donde juegan al futbol y ensayan murga más de cien pibes y pibas habría pasado a manos privadas. El lugar, un terreno baldío recuperado por la comunidad más de 30 años atrás, está en venta como muchos inmuebles del barrio que rápidamente están quedando en manos de la especulación y del negocio turístico sin inclusión. 

En defensa del Playón

El playón es un predio ubicado en la zona más turística de La Boca, a una cuadra de Caminito. Está en el corazón del barrio, geográfica y sentimentalmente hablando. Hace 35 años es un lugar de encuentro, de recreación, de risas y aprendizaje. Generaciones de pibes y pibas forjaron recuerdos en esa esquina emblemática. Muchos, ya adultos, siguen participando en la murga o llevando a sus hijos a la escuela de fútbol que allí funciona.

Pero Lamadrid e Iberlucea no siempre fue playón. Hasta la década del ´80 había un conventillo que en la planta baja tenía una despensa, Malazzo, de Irma S. de Malazzo. El lugar se incendió, la construcción fue demolida y allí quedó un terreno baldío “lleno de crotos”, recuerda Silvia, vecina del barrio.

En los 90 nació la murga más grande de la ciudad, “Los Amantes de La Boca”, y utilizaron ese espacio para los ensayos. En el año 2006, Los Amantes se dividieron y se creó una nueva agrupación: “Los príncipes de La Boca”, la cual habita el playón hasta el día de hoy. En el 2021 se conformaron como asociación civil y a fines de 2023 fundaron la escuela Fútbol Club Playón, que abraza a más de 150 niños de entre 6 y 13 años.   

En estos 35 años, la comunidad organizada hizo notables mejoras en el espacio. Luminarias, piso de cemento, murales, canchas de fútbol y básquet. “Acá puede venir cualquiera, no le cobramos nada. Las familias ponen un poquito cada una, hacemos un bufet para pagar los gastos de micros para ir a jugar de visitantes”, cuenta Pablo, profe referente de la escuela. Y continúa: “Acá le damos contención a los pibes. Ellos ya no tienen vergüenza en contarnos mi papá le pegó a mi mamá o mi mamá está fumando paco. Ellos saben que, si tienen un problema, se acercan al playón y los vamos a ayudar. Le damos un plato de comida, los acompañamos”.

Gestos que ilustran la solidaridad que conforma el tejido social del barrio. Ahí donde el Estado se corre, aparecen los vecinos y las organizaciones para dar contención a los niños. Gestos imprescindibles en estos tiempos de políticas de miseria planificada, de sálvese quien pueda, de precarización y expulsión de los vecinos mediante desalojos o abandonos que derivan en incendios de conventillos centenarios, que desplazan a la población local y modifican el patrimonio histórico del barrio.

Durante 35 años ininterrumpidos esa esquina de Lamadrid e Iberlucea fue mixturándose en el paisaje boquense y forjando identidad barrial. Cientos de niñas, adolescentes y jóvenes se criaron y crecieron en el playón. Como Andrea y Luli que empezaron a bailar en Los Príncipes mientras aprendían a caminar y hoy, con veinti tantos, coordinan dos cuerpos de baile.

Hace poco más de un mes, una persona de la inmobiliaria Antúnez Vega, de Lanús, se acercó al playón a comunicarles que el lugar estaba en venta y que la gente de allí tenía prioridad para comprarlo. El precio: 650 mil dólares. Un número inalcanzable.

El viernes 14 de noviembre, se comunicó nuevamente para dar aviso de que el playón había sido comprado. El lunes siguiente, un camión llegó al predio directamente a tapiarlo. Cuando el trabajador se encontró con las madres de la escuelita de fútbol y vio que el espacio es para los pibes, se retiró. “Pero el hombre es un trabajador, no sé cuánto le puede durar. No va a poner en riesgo su trabajo, su familia... A él lo mandan a tapiar”, reflexionó Rama, uno de los directores de la murga y profesor de la escuela de fútbol.

Hasta el momento, el único dato certero acerca del actual propietario del playón se conoció a través de un informe de dominio del inmueble pedido en agosto de este año, que identifica a ARLO S.A. como dueña. Surgen preguntas. ¿Cómo y cuándo esa sociedad anónima adquirió el playón? ¿Acaso el antiguo dueño del conventillo incendiado se lo vendió? ¿Quizás quedó como herencia vacante y fue a parar a manos del Estado porteño

Lo cierto es que Antúnez Vega lo tiene publicado en su página desde el año 2022. En aquel momento, en Sur Capitalino publicamos una nota. A pesar de la información sobre la venta, la publicación que ofrece el playón como “excelente terreno a metros de Caminito y Circuito Turístico”, continúa en la web de la inmobiliaria. Si ya se vendió, ¿por qué sigue online?

Hay versiones que indican que se construirá un mini shopping con locales comerciales y gastronómicos pretendiendo borrar de un plumazo todo el trabajo comunitario que día a día se teje allí. “Este desarrollo no nos incluye. Hoy nos tocó a nosotros, pero hace dos años que vienen acelerando desalojos en el barrio”, comentó Pablo.

Actualmente la gente del playón está juntando firmas para exigir una mesa de diálogo con autoridades del Gobierno de la Ciudad con el objetivo de obtener explicaciones y lograr algún tipo de solución. También están evaluando la posibilidad de pedir una ley de expropiación en la Legislatura. E incluso, hacerle llegar el pedido a Riquelme para que Boca Jrs. interceda en favor de las familias del barrio. Hubo entusiasmo generalizado cuando, días atrás, el club compartió un video desde sus redes sociales por la identidad y los pibes.  

Mientras tanto, se turnan para hacer vigilias nocturnas y evitar llegar una mañana y encontrarse con el lugar tapiado. Ya hicieron una caminata junto a la murga, vecinos, organizaciones sociales y políticas del barrio desde la cancha de Boca hasta el playón, bailando con alegría en defensa de lo construido durante tantos años. Mañana sábado 6 de diciembre convocan a las 18 en el puente para hacer otra marcha por las calles del barrio hasta el playón, para que ningún vecino se quede sin saber lo que está pasando y contagiarlos a defender un espacio que forma parte del ADN barrial.